Hace apenas un mes, el máximo líder de la izquierda de Francia, Jean-Luc Mélenchon, casi arañó el balotaje presidencial. Quedó a poco más de 400.000 votos de la candidata de extrema derecha, Marine Le Pen, y, una vez más, millones de franceses de izquierda, de centro-izquierda e incluso moderados centristas se vieron obligados a votar por el mal menor, en este caso, cinco años más de Emmanuel Macron. Justo cuando la asbtención, el voto blanco y nulo aumentaban, la izquierda dio una sorpresa: se unió, negoció un lista de medidas prioritarias y ahora podría ganar las legislativas del mes próximo, convertirse en el primer Gobierno de izquierda -no socialdemócrata, sino izquierda- en décadas y dar un giro de 180 grados al programa liberal del presidente reelecto.
"Si nos hubiéramos unido seis meses antes o incluso dos meses antes, Mélenchon podría haber ganado la Presidencia. Pero había mucha desconfianza e inmadurez política. Ahora, en esta suerte de tercera vuelta con las legislativas podemos demostrar que Macron no ganó por su programa, sino porque la gente no quería a Marine Le Pen, a la extrema derecha. Las encuestas dicen que más de 70% de los votantes progresistas quieren que haya una cohabitación que no permita que Macron gobierne e imponga sus politicas neoliberales", explicó a El Destape Christian Rodriguez, un veterano socio franco-chileno de Mélenchon y actual secretario de Relaciones Internacionales y candidato por la circunscripción de América Latina de su fuerza política.
¿Qué es la cohabitación?
Francia tiene un sistema político un tanto diferente a sus vecinos. No tiene un sistema presidencialista -en el que todo el poder lo concentra el presidente quien es jefe de Estado y de Gobierno a la vez, como Argentina o Estados Unidos-, ni uno legislativo -en el que Gobierno y el primer ministro elegidos por la mayoría del Congreso concentran casi todo el poder real y el jefe de Estado, que puede ser un presidente o un rey, es una figura más protocolar que cobra relevancia en momentos extraordinarios o de mucha inestabilidad política, como en Italia, España, Alemania o Reino Unido. No, Francia tiene una especie de sistema híbrido.
Tanto el jefe de Estado -el presidente- como el jefe de Gobierno -el primer ministro- tienen poder, pero la relación de fuerzas entre ellos cambia según si ambos son del mismo partido político o si responden a espacios diferentes. Por ejemplo, durante su primer mandato Macron ganó la mayoría de la Asamblea Nacional, la cámara baja, y entonces pudo designar a un primer ministro propio. Eso convirtió a sus dos sucesivos primer ministros en figuras relativamente irrelevantes, en meros administradores de su agenda y sus decisiones.
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En cambio, si la Nueva Unión Popular ecologista y social que negoció Mélenchon en solo dos semanas con los socialistas, los ecologistas y los comunistas gana la mayoría de la cámara baja en las elecciones del 12 y 19 de junio, entonces Macron debería convocar al veterano dirigente de la izquierda para que forme gobierno, se convierta en primer ministro y deberían cohabitar, dos cabezas rivales dentro del Ejecutivo. En este caso, el premier adquiere mucha más fuerza y los poderes del presidente quedan muy limitados. Pasa a tener más poder para bloquear que para imponer o impulsar medidas.
La flamante coalición de izquierda terminó de sellarse a finales de la semana pasada por lo que aún no se refleja en los sondeos, donde hasta ahora el oficialismo parecía mantener su mayoría legislativa. Desde las filas de la izquierda, creen que pueden arrebatarle la mayoría a Macron. "En la presidencial sacamos 7,7 millones de votos y con la alianza que hicimos nos agrandamos a 11,2 millones. Si se forman tres coaliciones, tres bloques -uno de extrema derecha, uno neoliberal y el otro de nuestra unión popular- todos estamos entre 11 y 12 millones de votos. Pero hay un cuarto bloque que demostró ser el mayoritario en las presidenciales: tenemos que salir a los 13,6 millones que se abstuvieron o votaron en blanco o nulo", sostuvo Rodriguez.
La división del trabajo dentro de la cohabitación
La Constitución de la Quinta República fundada en 1958 dice claramente en su artículo 20 que "el Gobierno determina y conduce la política de la nación". Esto significa que, si la flamante coalición de izquierda gana la mayoría parlamentaria y Mélenchon forma Gobierno, su programa político será el que tenga la legitimidad de las urnas y no las promesas de reforma económica, jubilatoria, institucional o ambiental con las que ganó la presidencial Macron.
Esto se vuelve especialmente importante porque Macron había dejado claro en su campaña electoral que una de sus prioridades será una reforma jubilatoria que lleve la edad mínima de retiro a 65 años. En la lista de medidas mínimas que la fuerza de Mélenchon, Francia Insumisa, acordó con sus nuevos aliados, entre las primeras se estable "el derecho a una jubilación a los 60 años para todas y todos, con especial atención a las carreras largas, discontínuas y los trabajos díficiles", como puede ser los que requieran de mucho esfuerzo físico u horas nocturnas, entre otras condiciones.
Mientras la división legal entre la esfera de poder del presidente y el primer ministro está claro en temas económicos, energéticos, sociales y educativos, por ejemplo; la separación es más difícil de delimitar en la política y defensa exterior. La Constitución establece que el el presidente es el "garante de la independencia nacional, de la integridad territorial y del respeto a los tratado"; además, es el "jefe de las Fuerzas Armadas". Sin embargo, la Carta Magna también sostiene que el gobierno "dispone de la fuerza armada" y que el primer ministro "es responsable de la defensa nacional".
Esta zona gris se vuelve central en dos organizaciones transnacionales centrales para el país, como es la Unión Europea, y para la coyuntura, como es la OTAN.
Francia tuvo tres cohabitaciones en su historia y en todas se dividió el poder entre las dos fuerzas tradicionales del bipartidismo: la derecha y la socialdemocracia. En los 80s y 90s dos veces cuando el socialista Francois Mitterand era presidente y los conservadores Jacques Chirac y Édouard Balladur eran primer ministros, y la última vez, entre 1997 y 2002, cuando Chirac era jefe de Estado y el socialista Lionel Jospin era jefe de Gobierno. En los tres casos fueron épocas de mucha tensión política, pero, a diferencia de lo que advierten hoy en el oficialismo y en la prensa conservadora, el país no se paralizó. Jospin logró aprobar algunas de las reformas más importantes de la socialdemocracia como las 35 horas laborales semanales y Balladur es recordado aún en la actualizando como el dirigente que encabezó las mayores privatizaciones del sector bancario y energético.
Rodriguez recordó que, en los años de cohabitación entre Mitterand y Chirac, ambos representaban al país en las cumbres de la UE: "Intervenían los dos, acordaban no pegarse golpes bajos en vivo y directo." La integración europea avanzó tanto que atraviesa todas las aéreas de Gobierno, directa o indirectamente. Por lo que, a Macron le sería difícil aislar a Mélenchon en ese espacio internacional si este fuera primer ministro. Especialmente, porque las posiciones del líder de izquierda son muy distintas a las de él, especialmente en términos del techo del déficit fiscal que impone el bloque a todos los países miembros y que la fuerza de Mélenchon ya dejó en claro que no permitirá que limite su programa de Gobierno.
Según Rodriguez, las primeras medidas que Mélenchon impulsaría si llega al Gobierno es aumentar el salario mínimo a 1.400 euros neto, anular en la Asamblea Nacional las leyes de flexibilización laboral que aprobó Macron en su primer mandato, garantizar la jubilación a los 60 años, un subisidio de 1.046 euros para todos los jóvenes que estudian y restablecer el impuesto a la fortuna para los más ricos. El candidato a diputado y veterano aliado de Mélenchon dejó claro que no permitirán que el umbral del 3% de déficit fiscal autorizado por el Pacto de Estabilidad y Crecimiento de la UE -que fue abiertamente roto durante la pandemia- limite sus iniciaitvas. "Si no hay una movilización del conjunto de la sociedad en torno a nuestros puntos de acuerdo y si nosotros nos dedicamos a resolver el tema solo de la cámara de diputados, esto no va a afectar la relación fuerza que vamos a imponer", agregó, reconociendo que una cohabitación con Macron sería una constante pulseada.
Y la situación no sería más fácil en la OTAN, especialmente en medio del endurecimiento de la posición de la UE frente a Rusia por la invasión a Ucrania.
"Lo que tenemos claro es que sino impulsamos una diplomacia por la paz estamos entrando en una tercera guerra mundial. Tenemos que pedir el cese al fuego inmediato con tres garantias: 1. Rusia se retira y vuelve a su país; 2. Ucrania se compromete a ser un país sin armas nucleares y también sin misiles de corto y mediano alcance: un país desmilitarizado; 3. Y nosotros queremos retirarnos del comando militar, pedirle a la OTAN que termine su politica agresiva. una politica de no alineamiento ni con Rusia, ni con Estados Unidos ni con China", aseguró Rodriguez y aclaró: "A las cumbres no va solo el jefe de Estado, sino también el ministro de Defensa".
El dirigente de Francia Insumisa está convencido que "con un gobierno de la Nueva Unidad Popular, Macron no va a poder la línea atlantista", como se conoce al alineamiento con Estados Unidos; sin embargo, como reconoció antes, lo que la Constitución no dice claramente se dirime con la relación de fuerza real en el congreso y en las calles.
El poder de bloqueo presidencial
No hay duda que en una eventual cohabitación el poder presidencial en Francia se ve dramáticamente reducido. Sin embargo, el jefe de Estado siempre guarda un reducto inapelable: su capacidad de bloquear y hasta poner en jaque al Gobierno.
En primer lugar, el presidente tiene el poder de pedirle al Consejo Constitucional que revise una ley que haya sido aprobada por el Congreso y con la que esté en contra. Este consejo está hoy encabezado por Laurent Fabius, uno de los barones del Partido Socialista que supo ser un aliado de Mélenchon cuando éste era un dirigente de esa fuerza socialdemócrata pero que luego fue canciller del presidente Francois Hollande en un gobierno que el ahora líder de la izquierda criticó con vehemencia.
En segundo lugar, solo el presidente puede convocar a un refernéndum, una herramienta que la campaña de Mélenchon propone utilizar para temas especialmente sensibles o como una forma de esquivar posibles quiebres en la coalición con los socialistas, comunistas y ecologistas. Las cuatro fuerzas poseen fuertes diferencias en temas centrales, como la relación con la UE. La unidad que sellaron no las resolvió, ni siquiera buscó hacerlo. Mélenchon sigue siendo muy crítico de lo que considerá una integración basado en una doctrina económica liberal. Por eso, en el texto consensuado dice al pasar que la alianza reconoce "las diferentes historia (de los firmantes) con la construcción europea".
Y, finalmente, posee lo que los constitucionalistas llaman "el arma nuclear". Puede disolver la Asamblea Nacional, lo que significa el fin de facto del Gobierno y una convocatoria a elecciones legislativas. Debe consultar primero a los titulares de ambas cámaras y al propio primer ministro, pero ninguno de los tres tiene el poder para evitarlo.