(Por Hugo F. Sánchez, enviado especial) Durante la Segunda Guerra Mundial, el gobierno del Japón secuestró a miles de jóvenes coreanas para convertirlas en esclavas sexuales de sus tropas, una tragedia en buena parte olvidada que la directora Cecilia Kang pone a la luz en "Partió de mí un barco llevándome", que forma parte de la Competencia Internacional de la 38va. edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata.
El filme de Kang ("Mi último fracaso", de 2016), es argentina de origen coreano y al igual que en su ópera prima, aborda el tópico de la memoria de su comunidad en la Argentina, pero aquí se amplia hacia las llamadas "mujeres de confort", un tema doloroso que arrastran varias generaciones y sigue sin tener una reparación histórica en Corea del Sur.
"Tuve la posibilidad de conocer a una de estas mujeres que habían sido esclavizadas sexualmente durante la guerra, eso me marcó totalmente", cuenta la directora a Télam poco después de la proyección de su película en el Teatro Auditórium, "me quebró escuchar a esta mujer mayor que podría ser mi abuela, que tenía los mismos rasgos que yo, contando cómo la secuestraron a los 14 años y fue violada hasta 20 veces al día".
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En "Partió de mí un barco llevándome" -línea extraída del poema "Árbol de Diana", de Alejandra Pizarnik-, enfoca la tragedia histórica y la enlaza con una problemática del presente como la violencia de género, en un relato con una firme vocación de señalar la poderosa lucha de las mujeres en su búsqueda por igualar derechos, un movimiento que en Argentina tiene una especial relevancia.
Télam: ¿Qué fue lo que te impulsó a abordad la tragedia de estas mujeres coreanas que fueron esclavas sexuales durante del Segunda Guerra Mundial?
Cecilia Kang: Bueno, en 2013 viajé a Corea del Sur y ahí tuve la posibilidad de conocer a una de estas mujeres que habían sido esclavizadas sexualmente durante la guerra, eso me marcó totalmente, me quebró escuchar a esta mujer mayor que podría ser mi abuela, que tenía los mismos rasgos que yo, contando cómo la secuestraron a los 14 años y fue violada hasta 20 veces al día durante años.
El horror de ese testimonio me marcó y empecé a pensar en cómo poder hablar de eso desde acá desde la Argentina, que está en las antípodas de Corea, pero sentía que iba a sentirse identificada como yo con la historia, porque está bueno hablar que estos temas se conozcan en otras geografías.
T: La película se encarga de mostrar al espectador cómo se fue armando el relato. ¿Esta decisión de la puesta estuvo presente desde el primer momento del proyecto?
CK: Haber conocido a Melanie haciendo el casting abierto para chicas de la comunidad coreana me ayudó mucho a organizarme, a organizar las ideas. La idea era ver qué pasaba con ellas leyendo testimonios en un libro que recopila cartas de las sobrevivientes ("Comfort Women, an unfinished ordeal. Report of a Mission", publicado por International Commission of Jurists en 1994) y y qué les pasaba a ellas con estos textos.
Me gusta hablar desde un lugar que quede claro que simplemente es mi punto de vista, acá no vengo a decir ninguna verdad absoluta ni a bajar línea de nada, es simplemente poder hablar de ciertos temas, son mis reflexiones y también las de Melanie, así que por eso quería que se viera todo el proceso de la construcción de la película.
T: En un documental que aborda hechos de la historia, se podría pensar que lo natural hubiera sido entrevistar a las víctimas sobrevivientes, pero lo evita.
CK: Esa fue una decisión que estuvo desde el principio, fue un tema muy discutido porque obviamente, cuando surgió la idea de ir Corea, lo primero que se planteó fue cómo no íbamos a filmar a estas mujeres, pero no hacerlo fue una decisión muy consciente porque con mujeres que sufrieron tanto no se las puede volver a victimizar, no quiero ser yo las que las hagas revivir esos años horrorosos que atravesaron
T: Además de la tragedia colectiva de estas jóvenes en la Segunda Guerra, en la película juega un papel muy importante un caso de violencia de género. Qué te llevó a incluir esta problemática?
CK: Sí, tenía que estar. Tanto Melanie como yo somos hijas de coreanos pero somos argentinas, compartimos esa esa dualidad pero somos parte de una realidad que nos atraviesa a todos y a la hora de pensar esta película, yo no puedo hacerme la boluda con respecto a estas cuestiones de género. Yo estoy cada vez más esperanzada de la sociedad, de la vida y del futuro, diez años atrás quizás esta película con estos discursos no hubiera sido posible, entonces la única forma de que esto avance y evolucione en ese sentido es seguir hablándolo, seguir visibilizándolo y compartiéndolo con otra gente. Ese es el granito de arena que yo puedo aportar.
T: ¿Cómo tomó la comunidad coreana en Argentina que desempolvaras lo que pasaron estas mujeres hace casi 80 años?
CK: Fue muy raro, pero la verdad que tuvimos mucha suerte, entendiendo que queríamos trabajar este tema de las llamadas "mujeres de consuelo'" para que lo conozca la gente y desde el principio la comunidad nos ayudó mucho, porque aunque hoy es un tema que está teniendo más peso, antes era un hecho que se desconocía y la misma sociedad coreana lo callaba porque le deba vergüenza, es una cuestión cultural. Cuando uno tiene luchas por ganar, para mí fue un regalo gigante ver que la comunidad coreana me apoyaba.
T: ¿Qué significa para vos que "Partió de mí un barco llevándome" forme parte de la Competencia Internacional en Mar del Plata?
CK: Es gigante. Yo crecí con el Festival, toda mi educación cinematográfica y el amor por el cine empezó en este espacio, desde que era estudiante de cine hasta ahora tuve la suerte de presentar acá mis proyectos anteriores.
Agradezco esta oportunidad y también la valentía del equipo de programación de incluir a mi película en la sección internacional porque es una película que habla de algo que quizás para algunos sea una cosa de nicho, aunque creo que no es así.
Con información de Télam