Patricio Witis: “Hay personas que siguen creyendo que el musical es un género superficial"

A raíz del reestreno de la quinta temporada de La Desgracia, musical que dialoga con el actual contexto pandémico, El Destape dialogó con Patricio Witis, actor de musicales, cantante, bailarín, director y coach vocal en el Cantando 2020.

19 de enero, 2022 | 22.54

Desde hace algunos años, los complejos La Plaza (Paseo La Plaza y Metropolitan Sura) siguen un camino que acerca espectáculos que triunfaron en el off a la Avenida Corrientes, para así seducir a un público que, quizás, no se acercaría a propuestas de igual o mayor calidad que la oferta diaria de la escena comercial. En ese combo de títulos para la temporada 2022 figura La Desgracia, notable musical de Juan Martín Delgado, con composición musical de Francisco Martínez Castro, que centra su acción en una enfermedad de transmisión sexual, de caracter mortal.

En clave de thriller político, la puesta se propone resolver un crimen y desentrañar el escándalo detrás de esta pandemia llamada "la desgracia". En diálogo con El Destape el actor de musicales, cantante, bailarín y director teatral, Patricio Witis, analizó la escena del musical en Argentina, repasó su trayectoria y su vida mediática tras su participación en el Cantando 2020, como coach vocal de los famosos.

- Dado que La Desgracia gira en torno a una enfermedad que se convierte en pandemia, ¿cómo fue reencontrarse con la obra en este difícil momento sanitario?

Me parece muy gracioso, dado que se trata de una obra escrita y estrenada por primera vez antes de la pandemia. Cuando el coronavirus llegó, cobró un nuevo significado. Durante los ensayos no cambiamos ningún texto, todo venía con su propio bagaje re-significado. Al principio tuvimos miedo y nos preguntamos si quedaríamos anti vacunas, a pesar de que no lo somos. Sin embargo, con el correr de las funciones, esa emoción se disolvió. Insisto en el poder de la re-significación, creo que el texto terminó empoderándose.

- No deja de ser extraña la instancia de estar interpretando un texto que ‘se adelantó’ a la actualidad.

Sí. Además, específicamente en la obra hay gente que está a favor de la pandemia y de fabricar una exageración, y gente que está genuinamente asustada y preocupada.

- Y gente que manipula información.

Exactamente. Esta pieza de engaños y sátira que es La Desgracia nos permite jugar, durante un poco más de una hora, a ser poderosos. Es mucha responsabilidad (risas) Mi personaje es El Doctor, el único en el pueblo. Es quien tiene las herramientas para cuidar y asistir a la gente que está contagiada con la desgracia. Es una persona soberbia, que está conectada con el poder político –al estar saliendo con la intendenta- y que tiene un papel fundamental en los manejos del futuro y el presente del pueblo.

- ¿En Argentina hay un público fiel al género musical?

Lo hay. Y me sigo sorprendiendo, a pesar del ninguneo usual hacía el género. Es un público bastante de fierro. En el caso de La Desgracia, nos vinieron a ver personas a las que no les gustan los musicales y salieron fascinados con la propuesta. Sacarle el mote de ‘género menor’ es un trabajo arduo en el que estamos metidos todos los que nos dedicamos al musical.

- ¿A qué creés que se debe el prejuicio?

Mucha gente sigue creyendo que es todo superficial, bailar y poner las manos en el aire. Pasa que los primeros musicales que se trajeron a Argentina eran latas de afuera, más asociadas al teatro de revista. Tampoco había una identidad del género en la industria local, cosa que fue cambiando con los años. Ahora hay muchos jóvenes autores que producen materiales basados en nuestra realidad e idiosincrasia, con los cuales el espectador puede sentirse identificado.

- ¿Cómo fue tu debut en el musical?

El primer musical en el que trabajé fue Casi normales. Era un reemplazo, la miraba desde afuera y si pasaba algo tenía que entrar. Es una posición muy maldita, por momentos, porque querés estar arriba del escenario pero no podés. Lo bueno es que me dio una gran lección de humildad y de aprender el oficio, ver qué cosas funcionan y que otras no, cada noche.

- ¿No pudiste a salir a escena al menos una vez?

¡Por suerte sí pude salir a escena! Es una obra que quiero mucho. Indestructible, vuelve y vuelve, y sigue presentándose. Ese fue mi primer trabajo comercial. A su vez, tenía que sobrevivir y por eso terminaba haciendo mil cosas: de Casi normales me cruzaba a otro teatro a hacer una obra con Piquín (Hernán) más parecida al teatro de Las Vegas, y de ahí al off, con otra obra. Fue una etapa muy graciosa.

- Hiciste de todo un poco.

Totalmente. Supe desde siempre que quería ser un actor que trabajase. Igual, tuve que pasar por muchos lugares para entender que algunos no me gustaban.

- ¿Por ejemplo?

Hay algunas cosas que se hacen, especialmente en la Avenida Corrientes, únicamente para recaudar dinero y ya descubrí las personas que lo hacen y con quienes no tengo que relacionarme. La búsqueda del ‘hacemos todo atado con alambres, no es algo que volvería a hacer’.

- No son pocos los musicales comerciales en donde prima la gran figura, que no canta y si lo hace desafina, ¿eso genera malestar en artistas que sí tienen el oficio?

Es complejo. Creo que los productores están empezando a entender que un gran nombre no es lo que hace que la obra venda muchas entradas. Quizás hace 10 o 15 años funcionaba, hoy solo funciona para mover una publicación en redes sociales. Lo viví en varios proyectos. En el pasado me enojaba, no tanto con el actor o actriz sino con quienes están arriba. Los que no confían en el talento de quienes trabajamos en esto.

Del Cantando a coachear a Esmeralda Mitre

- En los momentos más crudos de la pandemia llegaste al Cantando 2020, como coach vocal, ¿te salvó de quedarte sin trabajo?

Los primeros meses de pandemia fueron muy angustiantes y el Cantando llegó un poco como un salvavidas. Jamás pensé que iba a meterme en algo tan grande y tan mediático. Y de repente estaba trabajando con Tinelli, como coach de Esmeralda Mitre, Charlotte Caniggia y Miguel Ángel Rodríguez.

- Un trío explosivo.

Con Miguel Ángel Rodríguez y Lula Rosenthal nos divertimos muchísimo. Pensamos que íbamos a ser los primeros en irnos y llegamos hasta el final. Fue la pareja con la que más pudimos probar cosas.

- ¿Y con Esmeralda Mitre?

Recuerdo que cuando me la asignaron, tenía un poco de miedo y me preguntaba cómo sería, pero ella enseguida me llamó y hablamos como dos horas, nos conocimos, me compartió muchas anécdotas. La amo. Es una persona de convicciones fuertes. Esmeralda es riesgo: llegaba al set y sabíamos que podía pasar cualquier cosa.

- ¿Sentís que lograste tu objetivo como coach?

En algunos momentos sí.

- Sacame una duda: ¿cuánto de lo que pasa está armado y cuánto es genuino?

Mis intervenciones fueron todas muy genuinas (risas)  De hecho, a veces hasta pensaba si decir o no algo, porque no sabía si mi aporte podía favorecer o no el show. A veces terminaba siendo medio funcional al programa. Yo tenía el prejuicio de que ahí estaba todo armado y desde adentro no es tan así. Lo más gracioso es que mientras en Twitter ardía alguna polémica, en el corte hablaban todos con todos como si nada. Cuando se prenden las cámaras, se matan.

- ¿El reality te trajo más reconocimientos?

Un poco. Es irónico que el reconocimiento sea por eso y no por años y años de otro tipo de carrera. Eso duele.

- ¿Estás preparando nuevos proyectos?

En unos meses, si la pandemia lo permite, estrenamos Come From Away. Es un musical de Broadway sobre el 11 de septiembre en los Estados Unidos, el Atentado a las Torres Gemelas, que se centra en un grupo de pasajeros que quedaron varados en un aeropuerto de Canadá. La íbamos a estrenar pre pandemia, pero tuvimos que cancelarla. En teoría, en abril o mayo, saldríamos al ruedo.

  • La Desgracia puede verse todos los viernes de enero y febrero a las 20.30 horas en el Paseo La Plaza (Avenida Corrientes 1660, CABA)