La guerra comercial como disciplinador: Trump usó a Colombia como ejemplo

Finalmente, este lunes a la madrugada, el gobierno colombiano dio por "superado el impasse" con sus pares estadounidenses: "Seguiremos recibiendo a los colombianos en condición de deportados garantizándoles las condiciones dignas como ciudadanos de pleno derecho".

27 de enero, 2025 | 00.05

Donald Trump no tardó ni una semana en lanzar su primera guerra comercial. No lo hizo contra China, la única potencia con capacidad de desafiar su hegemonía o, como la definió su propio secretario de Estado, Marco Rubio, "la mayor amenaza del país". Eligió a Colombia, su principal aliado en Sudámerica desde hace más de dos décadas, por lejos el país de la región que más "ayuda" financiera estadounidense recibe y uno de los pocos que aún comercian más con Estados Unidos que con China. Las diferencias políticas entre el flamante mandatario estadounidense y su par colombiano, Gustavo Petro, son conocidas y no es la primera vez que ambos chocan y de manera muy pública. Pero la crisis desatada en menos de 24 horas entre los dos países supera cualquier falta de cálculo diplomático o rivalidad ideológica.

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Entrada la madrugada del lunes, el gobierno colombiano dio "por superado el impasse con el gobierno de Estados Unidos". El canciller saliente (cuyo reemplazo ya fue anunciado) Luis Gilberto Murillo, anunció oficialmente que está autorizado el uso del avión presidencial para traer de vuelta a todos los colombianos y colombianas deportados desde el país del norte, que "garantizarán las condiciones dignas como ciudadanos de pleno derecho" y hasta adelantó que el mismo (es decir, el funcionario que está por abandonar el cargo) y el embajador ante Estados Unidos, Daniel García Peña, viajarán juntos a Washington para continuar el diálogo con las flamantes autoridades estadounidenses. 

Desde la Casa Blanca calificaron la decisión colombiana como una victoria ante sus amenazas, dejaron en suspenso los aranceles y otras de las medidas que había anunciado el propio Trump el domingo. "El gobierno de Colombia aceptó a todos los términos planteados por el presidente Trump, incluido aceptar sin condiciones a todos los extranjeros ilegales de Colombia que sean deportados desde Estados Unidos, incluso en aviones militares de Estados Unidos, sin demoras o límites", aseguró la vocera Karoline Leavitt hace solo unas horas.

Aún no está claro si se garantizará el trato digno a los deportados colombianos, como sostiene Bogotá, o si, como dice la Casa Blanca, deberían recibirlos sin condiciones ni demoras. Lo que sí está claro es que Trump decidió probar la guerra comercial como una arma diplomática a menos de una semana de asumir el poder. 

La inmigración como trasfondo de la disputa

Como había prometido durante la campaña electoral, Trump comenzó su gobierno desarmando las pocas garantías que existen en Estados Unidos para los millones de inmigrantes que, pese a no tener la residencia legal, hace años viven, trabajan y pagan impuestos en el país. Desde el primer día, dio vía libre a las fuerzas federales encargadas de detener inmigrantes sin papeles e hizo un show de eso, especialmente en lugares como Chicago, bastiones demócratas que se habían declarado como "santuarios" frente a la agresiva ola de detenciones del primer mandato del republicano. 

Tras las detenciones, las deportaciones comenzaron de inmediato. El gobierno estadounidense empezó a subió a cientos de latinoamericanos a aviones para enviarlos de vuelta a sus países de origen. El primero de estos vuelos llegó el sábado pasado a Brasil con 88 personas. Según denunció el propio gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva, todos viajaron con los brazos y pies esposados. El ministro de Justicia y Seguridad Pública, Ricardo Lewandowski, los recibió en Manaus, dio la orden de que los liberaran y adelantó que harán una queja formal ante Washington por "el trato denigrante" que le impusieron a sus conciudadanos

Aunque el gobierno de Lula, quien se mantuvo en contacto con su ministro durante la recibida de los 88 deportados, hizo bien pública su denuncia y su malestar por el trato que las autoridades estadounidenses impusieron a sus conciudadanos, la queja no escaló más.

Pero casi en paralelo, el presidente de Colombia, Petro, anunció que había bloqueado el ingreso de dos aviones que traían inmigrantes deportados desde Estados Unidos a su país porque se negaba a convalidar el trato del gobierno de Trump. "Un migrante no es un delincuente y debe ser tratado con la dignidad que un ser humano merece. Por eso hice devolver los aviones militares estadounidenses que venían con migrantes colombianos. No puedo hacer que los migrantes queden en un país que no los quiere; pero si ese país los devuelve debe ser con dignidad y respeto con ellos y con nuestro país. En aviones civiles, sin trato de delincuentes recibiremos a nuestros connacionales. Colombia se respeta", tuiteó.

El desafío de Petro fue claro y nadie dudaba que habría una represalia de Trump. Pero la dimensión que tomó la respuesta del estadounidense, a sos seis días de asumir, descolocó a más de un dirigente en América Latina.

Un ejemplo para disciplinar a los aliados

Desde sus redes sociales, Trump respondió con fuertes sanciones: impuso aranceles del 25% a todas las importaciones colombianas y prometió duplicarlas en una semana, y ordenó eliminar las visas y prohibir futuras visas a todos los funcionarios del gobierno colombiano, "sus aliados y simpatizantes", miembros del partido gobernante y todos sus familiares. Además, anunció sanciones financieras, bancarias y económicas, y más inspecciones de todos los cargamentos colombianos que entren a Estados Unidos por "razones de seguridad nacional". "Estas medidas son sólo el principio. No permitiremos que el gobierno colombiano viole sus obligaciones legales con respecto a aceptar la deportación de los criminales que fuerzan dentro de Estados Unidos", escribió el flamante presidente norteamericano.

Fuentes de la Casa Blanca reconocieron a la agencia de noticias Reuters que Trump buscó hacer de Colombia, un histórico aliado, un ejemplo. ¿Un ejemplo de qué? De que Trump pide lealtad absoluta, dentro y fuera de Estados Unidos. Por eso quizás el flamante mandatario parece más interesado en los últimos tiempos de amenazar o presionar públicamente a aliados que a rivales: México, Canadá, Ucrania, sus socios de la Unión Europea, de la OTAN y, este fin de semana, Egipto y Jordania. 

Petro respondió con un anuncio de reciprocidad y decidió imponer un arancel del 25% a todas las importaciones estadounidenses. Además, prometió "abrir Colombia al mundo". "Lo que quiero al lado de Colombia, son amantes de la libertad. Si usted no puede acompañarme yo voy a otros lados", tuiteó Petro. Aunque el país sudamericano puede encontrar nuevos mercados para su petróleo sin procesar y su café, por ejemplo, difícilmente podrá hacerlo de manera tan rápida que no sienta el golpe económico de una medida tan dramática de parte de su principal socio comercial. 

Aunque los aranceles impuestos por Trump tendrán un efecto directo en los ciudadanos estadounidenses -cerca de un 30% del café que su país importa viene de Colombia y esa nación sudamericana es el segundo comprador de maiz norteamericano-, el republicano apuesta a que en este tipo de juego de la gallina (chicken game) Estados Unidos lleva todas las de ganar porque hace décadas, desde el final de la Segunda Guerra Mundial, viene construyendo un tipo de alianzas en las que sus socios dependen de Washington: de su ayuda económica, su cooperación militar y su financiación mayoritaria en los principales organismos internacionales. 

Por eso amenaza con desfinanciar la ONU, la OTAN, torpedear el comercio con sus dos vecinos y, ahora, impuso sanciones más duras a Colombia de las que rigen, por ejemplo, contra su principal rival sudamericano, Venezuela. Es más fácil someter con una guerra comercial o desfinanciando a un aliado que hace décadas se acostumbró a depender de Estados Unidos que intentar hacerlo con un rival que y desarrolló estrategias de desarrollo -o en algunos casos, de supervivencia- por fuera de las esferas de influencia norteamericana: China, Rusia, Irán, Siria, Venezuela, Cuba, Corea del Norte, etc.  

¿Una posibilidad para la unidad latinoamericana?

Mientras la designada canciller colombiana (que aún no juró en el cargo), Laura Sarabia, intentó hacer "un llamado a la calma", propuso elegir "las vías diplomáticas y el diálogo", y destacó que está "en contacto continuo con el Gobierno de Estados Unidos”, Petro buscará sumar fuerzas en su pulseada con Trump con una cumbre de urgencia de la Asamblea Extraordinaria de la *Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), el próximo jueves en Honduras.

La presidenta pro témpore, Xiomara Castro, anunció que se podrá participar de manera presencial o virtual y Petro -quien además anunció que en unos meses asumirá la titularidad de la Celac- decidió ir personalmente para impulsar una posición conjunta sobre "los desafíos migratorios y para garantizar condiciones de dignidad para los ciudadanos de la región". Honduras, como las naciones centroamericanas vecinas, son países emisores de migración a Estados Unidos, por lo que ya se preparan para recibir un desfile continuo de vuelos con personas deportadas en las próximas semanas y meses.

El intento de Petro de regionalizar la disputa revelará, de manera muy temprana, si los otros líderes latinoamericanos que poseen visiones antagónicas con Trump están dispuestos a confrontarlo y potencialmente abrir un nuevo frente de batalla (en la tan prometida y ahora real guerra comercial). ¿Lula convertirá la queja diplomática de su gobierno en una acción regional? ¿El chileno Gabriel Boric se expondrá a la irá trumpista con el modelo de economía abierta de su país?

El otro liderazgo clave de la región y un país que sin dudas se verá afectado por las masivas deportaciones que se vienen es México. La presidenta Claudia Sheinbaum ratificó el domingo que mantendrá la línea que trazó su antecesor y mentor, Andrés Manuel López Obrador. “Estamos obligados por nuestros pueblos a tener buena relación”, sintentizó ante consultas de la prensa en Oaxaca.

La semana pasada, desde el Salón Oval de la Casa Blanca, Trump dejó claro cómo ve a la región: "Nos necesitan mucho más de lo que nosotros los necesitamos. No los necesitamos. Nos necesitan. Todos nos necesitan.” Con esa convicción, decidió comenzar a ordenar el mundo según las necesidades de la economía estadounidense en un terreno -para él- seguro. Y puso como ejemplo a uno de sus mejores socios comerciales y aliados más cercanos, según su ranking de ayuda económica. 

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María Laura Carpineta

Licenciada en Ciencia Política de la UBA y magister en Seguridad Internacional de Sciences Po. Escribí sobre el mundo, fui unos años corresponsal desde Francia, y unos meses desde Israel y Palestina. Pasé por Página 12, Tiempo Argentino y Télam -además de coquetear un poco con la radio-, y ahora soy secretaria de redacción en el Destape Web. Me cuesta escribir (y hablar) corto, claro y conciso, pero lo intento.