Lucrecia Díaz supo que quería dedicar su vida al cuidado de los animales a los 12 años. No caballos, no veterinaria, no granja, animales libres y en su hábitat era la premisa. Algunos años después, tras concretar sus estudios como Guardaparque, se enamoró de las tortugas marinas, reptiles prehistóricos que en las costas argentinas quedan atrapadas en las redes de los pescadores o se enferman por la ingesta de plástico. La necesidad de ayudarlos traccionó y logró la creación del Centro de Rescate de Tortugas Marinas “Quelona”.
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Desde fines de agosto, el organismo funciona en convenio con el Departamento de Biología Bioquímica y Farmacia de la Universidad Nacional del Sur y es el primero en su tipo. Lucrecia, integrante del equipo de Quelona, recordó que el comienzo se remonta hace aproximadamente 15 años. Empezó con el Programa Regional de Tortugas Marinas de la Argentina (PRICTMA), establecido en Bahía Blanca en 2005. Pero su historia y su vínculo con estos animales empezó mucho antes.
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“Tenía 12 años cuando dije que quería trabajar en un lugar donde los animales y las plantas estuvieran sueltos, fueran libres, esa era mi profesión”, recuerda Lucrecia y agrega: “cuando entré en el primer año de la escuela secundaria y comenté esto a una maestra de Psicología me dijo 'como un parque nacional', y ahí me enteré yo lo que eran los parques, las áreas protegidas, y desde ese día volví a mi casa diciendo que quería ser guardaparques, un lugar donde los animales fueran libres”.
Desde ahí, explica, orientó toda su profesión y carrera a la pata de la investigación en la parte de fauna. “La idea era aprender más acerca de la fauna dentro de las áreas protegidas para poder elegir áreas de conservación por la conservación de animales”, enfatiza y explica que empezó a vincularse con muchos investigadores, biólogos, y así mutó su profesión y se orientó más al mar.
En el año 2005 volvió de estudiar en Buenos Aires a Bahía Blanca, porque uno de sus compañeros le pidió que le diera una mano para trabajar en un área protegida en las islas. “Había tantas cosas por hacer, tanta fauna por aprender, por conocer y tantos relevamientos que verdaderamente me enamoré de este lugar y ahí conocí a las tortugas”, recuerda.
Lucrecia detalla: “Eran como los bichos más vulnerables, con una historia biológica bastante difícil, nacen un montón, mueren un montón, entran en etapa reproductiva muy adultos y tienen que sobrevivir toda su vida para llegar a la playa donde ellos nacieron, que es el lugar donde van a poner los huevos. Y es muy probable que en la playa ya haya un hotel, porque pasaron 30 años desde su nacimiento, entonces me generó mucha sensibilidad”.
La necesidad del programa
Se hizo evidente cuando pescadores artesanales reportaron la captura accidental de tortugas marinas en sus redes. Estos animales se encuentran principalmente en la región más austral de Bahía Blanca, que se convirtió en un punto clave, ya que durante todos los veranos estas tortugas marinas se congregan en esta área, siendo la parte más austral del mundo donde se pueden encontrar.
Luego, explica Lucrecia, continúan su recorrido biológico a lo largo de la costa de la provincia de Buenos Aires y hacia arriba, en las costas de Uruguay y Brasil. En esta región se encuentran principalmente tres especies de tortugas, siendo la tortuga verde y la tortuga cabezona las principales que se pueden ver.
A lo largo de los años, se realizaron investigaciones sobre las tortugas y, posteriormente, se comenzó a realizar rehabilitación de las que lo necesitaran, actividad que hoy en día, con el nuevo centro, es la principal. La rehabilitación implica, según señala Lucrecia, en la “toma de muestras y la liberación de las tortugas que quedaban atrapadas en las redes de pesca después de marcarlas con mallas metálicas, que permiten compartir datos con Uruguay y Brasil, lo que facilitaba el seguimiento de estos animales en otros lugares”.
El problema de la contaminación
Durante el trabajo se descubrió que muchas de estas tortugas, aunque inicialmente parecían saludables, presentaban problemas debido a la ingestión de plástico. “Este problema incluía obstrucciones intestinales y una patología común relacionada con la ingestión de plástico, conocida como flotación positiva”, asevera Díaz, y agrega que esto provoca que las tortugas queden atrapadas en la superficie del agua debido al aire en sus intestinos.
Ante esta problemática fue inminente la búsqueda de un lugar en el que puedan ser rehabilitadas para mejorar su salud y aumentar sus posibilidades de sobrevivir. A pesar de parecer saludables en apariencia, estas tortugas necesitaban tratamiento debido a las obstrucciones de plástico que podían ser mortales. Antes, se realizaba de manera improvisada, utilizando diversos lugares, incluso con la colaboración temporal de la Prefectura Naval Argentina.
Sin embargo, hace aproximadamente un año o año y medio, la Universidad Nacional del Sur ofreció su colaboración y brindó el espacio físico necesario. Se obtuvieron los permisos provinciales necesarios para establecer el primer centro de rehabilitación de tortugas marinas en Argentina dependiente de una Universidad Nacional y, de manera indirecta, del Estado. Así, a finales de agosto, finalizó la firma de todos los documentos que habilitó de forma oficial el Centro.
Cabe señalar, que existen otros centros de rehabilitación de fauna marina en el país, como la Fundación Mundo Marino, en San Clemente, o el Acuario de Mar del Plata, estos son de carácter privado.
“Este proceso representa un gran avance y se diferencia significativamente de lo que solía hacerse. Las tortugas marinas visitan Argentina durante la temporada de verano, y la colaboración con los pescadores artesanales es fundamental para el éxito de este esfuerzo”, enfatiza Díaz. El ciclo de rescate comienza cuando un pescador encuentra una tortuga atrapada en sus redes, y ahí se comunica con el equipo.
La recuperación
Se proporcionan las coordenadas del lugar donde se encuentra la tortuga, que además son valiosas para la investigación, y el equipo de rescate se dirige al puerto donde los pescadores llegarán y se recibe al animal. Luego, lo trasladan al centro de rehabilitación. El primer paso es permitir que la tortuga descanse para que se recupere del estrés de quedar atrapada en la red.
Después de este período de descanso, las tortugas se colocan en piscinas con agua a la temperatura adecuada, dado que son reptiles y regulan su temperatura corporal según la del ambiente, necesitan agua cálida. En este punto, se comienza a abordar la cuestión de la flotación positiva. Las tortugas se alimentan con lechuga, que actúa como un purgante para ayudar a eliminar los plásticos que hayan ingerido. Si el animal elimina estos plásticos de manera satisfactoria y se encuentra en buen estado de salud, se procede a marcarlo y liberarlo.
Durante este proceso, se toman muestras de sangre, se registran medidas y se pesa al animal. La liberación se realiza en el mismo lugar donde quedó atrapado inicialmente y, en muchos casos, el propio pescador que informó del hallazgo tiene el honor de liberar al animal. Esto cierra el ciclo y ofrece a la tortuga una nueva oportunidad de vida en el mar.
“Tienen todo lo que me gusta, porque se sabe muy poco de la biología de estos animales, se sabe muy poco acerca de la vida de estos animales, las primeras etapas de la vida se desconocen por completo, super vulnerables, pero de los animales más antiguos del mundo evolutivamente”, destaca Lucrecia, que tardó casi 20 años en lograr su sueño de ayudar a las torturas.