Todxs sabemos algo, todxs ignoramos algo. La idea es de Paulo Freire y a menudo cae en el olvido, víctima del pensamiento que cree que todo lo puede y lo sabe. La pandemia y las consecuentes medidas de aislamiento y distanciamiento social trajeron, entre otras, la pregunta por la educación y sus modos de continuar. Hoy a orillas de la segunda ola esas preguntas vuelven como aprendizajes.
Lo primero que descubrimos es que los procesos de enseñanza-aprendizaje son situados (el conocimiento lo es, “donde están mis pies piensa mi cabeza”, para seguir con Freire) y que la virtualidad inauguraba nuevas formas de encuentro (y desencuentro, claro), de enseñar, de aprender, de evaluar y de producir conocimiento.
También quedó en evidencia la heterogeneidad de situaciones sociales y familiares en relación a la conectividad y el acceso a las herramientas digitales. Hubo políticas y esfuerzos de los gobiernos para saldar esa brecha, sabemos que no es suficiente pero también que es un proceso de integración y cohesión hacia el cual avanzamos. Hoy los pibes y pibas cuentan con una mayor cantidad de recursos para el proceso de aprendizaje.
Por si hacía falta, confirmamos que la escuela es mucho más que una arquitectura, que se trata de un espacio social de circulación y producción de sentido. Hoy desde los sectores más irresponsables y escandalosos de la oposición proponen una sostener el riesgo de la presencialidad en pleno record de contagios. No todxs parecieran saber que la pandemia no terminó.
Si en verdad les preocupara la educación pública, esa educación donde algunxs tuvimos la suerte de “caer” como dijera el ex presidente Mauricio Macri, cuidarían a quienes conforman el campo educativo. A docentes y personal no docente. A quienes están frente a los cursos y a quienes hacen posible que cada jornada educativa sea posible. A lxs niñxs y a sus familias.
El reclamo dislocado de la realidad por parte de estos sectores de la oposición es extorsivo. Piden que se abran las escuelas. La educación nunca estuvo cerrada. Y tampoco estará cerrada en esta segunda ola. Fueron y son los colegios, los espacios físicos los que se mantuvieron en aislamiento. La educación siguió. La escuela se hizo presente en cada casa donde hubo un niñx en edad escolar.
Las modalidades mixtas, los avances por zonas según la situación sanitaria, la continuidad con recursos a distancia, la posibilidad de poner en valor el proceso de enseñanza y aprendizaje, la evaluación de los espacios físicos, la coordinación con el plan de vacunación, la construcción colectiva sobre la toma de decisiones son algunas pistas para seguir transitando una vida social aun en movimiento pandémico.
El sistema sanitario que durante el último año hemos podido reconstruir y que ha hecho un esfuerzo invaluable tiene que ser cuidado por todxs para que no se sature. Evitar una circulación masiva es evitar contagios. Las aulas, en este contexto, esta actualidad de veinte mil contagios cotidianos, son un laboratorio de covid. Es imposible controlar la presencia del virus, pero sí podemos administrar nuestra presencia en los espacios sociales.
Lamento no acordar con el Jefe de Gobierno porteño cuando dice que el aula más peligrosa es el aula cerrada. Suena bien como consigna, pero es falso. Y es falso en un doble sentido. Por un lado porque las aulas, por las próximas dos semanas, estarán abiertas en modo virtual. Y, por otro lado, porque un aula en este contexto es caldo de cultivo del virus cuya circulación masiva puede producir una cepa local.
Estamos viviendo una tragedia sanitaria. Y de las tragedias, cualquiera sea pero aun más de una social y global, no se sale solx ni se sale sin costos o secuelas. Desde el minuto cero nuestro gobierno trabaja en reducir los daños, acompañar a quienes más lo necesitan, atender la doble velocidad de las urgencias y la planificación. Pero es importante que sepamos que cuando esto termine (porque va a terminar) tendremos una tarea de reparación y reconstrucción. No solo económica, sino en los vínculos sociales y personales, en los lazos comunitarios y educativos, en nuestra salud mental y emocional.
Hoy la mejor educación es la del cuidado. Hoy el mejor aprendizaje es el de construir criterios de realidad para la vida, no para la enfermedad. Hoy y siempre, la escuela es el lugar donde seamos más conscientes de la vida colectiva.