El COVID-19 continúa avanzando en todo el mundo desde que se originó en China, sin embargo, aún no llegó a la Antártida, el último continente libre de coronavirus.
Alejado del resto del planeta y sin constantes movimientos migratorios, el continente antártico resiste la llegada del COVID-19 sin la presencia de casos mientras comienza la etapa de hibernación. A pesar de que el virus comenzó a circular durante el verano austral, la etapa de más actividad en el gélido territorio, no se detectaron infectados y las expectativas son favorables de cara a la parte más dura del año.
En la Antártida existen aproximadamente 80 bases que albergan a unas 5.000 personas durante el período estival, una cifra que se reduce a a entre 800 y 1.000 durante el invierno. Allí, la Argentina tiene seis bases permanentes (Carlini, Esperanza, Marambio, Orcadas, San Martín y Belgrano II) y otras 7 temporales (Cámara, Decepción, Primavera, Melchior, Brown, Petrel y Matienzo). Los refugios ya se encuentran aprovisionados luego de la Campaña Antártica de Verano, que concluyó hace dos semanas.
Durante 290 días de navegación y 1.000 horas de vuelo, las bases argentinas fueron dotadas con 1.930 metros cúbicos de carga general y frigorizada, unos 300 tubos de gas, y alrededor de 1.600 metros cúbicos de combustible antártico, mediante buques y aviones de las fuerzas armadas. Además, recogieron 600 tubos de gas y 600 metros cúbicos de residuos y trasladaron al continente a más de 1.000 investigadores y efectivos que regresaron luego de sus trabajos durante el verano. En las seis bases permanentes nacionales quedaron apenas unas 200 personas que pasarán el invierno allí.