El regreso de Donald Trump al poder dejó un tendal de heridos en el Partido Demócrata, en sus satélites y en sus donantes. La candidatura urgente de Kamala Harris, después de una campaña inviable de Joe Biden, no alcanzó para atenuar el malestar con la inflación ni revertir la imagen que los demócratas dejaron en el poder en los últimos cuatro años. Entre los grandes derrotados está Barack Obama, un presidente reelecto y asociado al éxito desde hace más de 15 años. Obama ya había perdido con Trump en 2016, cuando apostó a Hillary Clinton en detrimento de su entonces vicepresidente, algo que Biden nunca terminó de digerir. La diferencia era que Hillary tenía una historia propia como miembro de una sociedad política y era considerada parte del establishment partidario, un contraste que benefició a Trump y eximió de responsabilidades a Obama. Esta vez, para el único presidente afroamericano en la historia de Estados Unidos, las cosas pueden ser diferentes. Con un peso incomparable dentro y fuera de su partido, su predicamento queda herido como nunca.
Aunque en público siempre fue uno de los grandes respaldos de Biden y tuvo una participación activa en la campaña de las midterms de 2022 -donde a los demócratas le fue mejor que lo esperado-, Obama discutió con el presidente saliente durante el último año y medio. Medios afines a los demócratas como The Washington Post filtraron en varias oportunidades la preocupación de Obama por el aire triunfalista de un Biden que se creía destinado a volver a vencer a Trump y subestimaba su poder de fuego. El ex jefe de campaña de reelección de Obama, Jim Messina, y su asesor histórico David Axelrod enviaron repetidas señales de alerta desde los medios y las redes sociales. Biden, repetían, tenía una estrategia equivocada y debía considerar la posibilidad de renunciar a su reelección. Hasta Michelle Obama se declaró aterrorizada con la posibilidad de que Trump regresara al poder.
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En enero pasado, en un intento de contener la presión, Biden cedió a un reclamó histórico de Obama y su entorno: decidió intervenir su comando de campaña con dos funcionarios de la Casa Blanca, de larga trayectoria - Jennifer O'Malley Dillon y Mike Donilon- al comando superior de la campaña de reelección que hasta ese momento conducía en soledad la latina Julie Chávez Rodriguez, la nieta del líder sindical Cesar Chavez.
La opción por Harris fue producto del pánico de los grandes donantes del partido demócrata y del establishment partidario, que advertían con razón en Biden a un cadáver político. Obama fue un gran motor del cambio y se sumó a la campaña de Harris con un discurso que tenía como eje la libertad y la democracia, cuando la inflación era el tema central que generaba malestar en millones de personas y las nuevas generaciones de izquierda culpaban a Biden por su apoyo incondicional a la política de Benjamin Netanyahu en Medio Oriente.
Obama se refugió en el silencio después de la victoria de Trump pero con la derrota de Kamala también él volvió a perder. Los medios demócratas señalan que su peso simbólico no alcanzó para suturar la distancia entre el establishment demócrata y su base más joven y progresista. Su gran oratoria y su optimismo permanente quedaron lejos de las preocupaciones del electorado y no alcanzaron para compensar el poderio de Trump, que se agigantó entre la furia de las redes sociales y el apoyo de los magnates de Silicon Valley.
Según el sitio especializado Semafor, las elecciones de 2024 sepultaron la coalición que nació con Obama hace 16 años. Con el fracaso de Harris, sostiene, se produce la derrota de una estrategia que casi todos los demócratas adoptaron después de las elecciones de 2016: implementar políticas laborales, fiscales y de atención médica para recuperar a los votantes de Trump y evitar más pérdidas entre los latinos.
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Junto con el discurso antiinmigrante -que comparten muchos migrantes arraigados y latinos nacidos en Estados Unidos- y de lucha contra el crimen, millones de personas sienten nostalgia por el crecimiento económico de Trump, antes de que la pandemia disparara la inflación a niveles récord de 9% anual. La baja de los precios no vino acompañada por una mejora del poder adquisitivo y la nueva era de luchas sindicales en grandes corporaciones como Amazon y Starbucks en un mercado de pleno empleo estuvo lejos de extenderse a la totalidad de la clase trabajadora, que perdió parte de sus ingresos producto de la inflación.
Mientras los demócratas hablaban de libertad y democracia, Trump tuvo el apoyo de la América Rural, los trabajadores del Rust Belt o cinturón de óxido que incluye a Pensilvania, Michigan y Wisconsin y siguió creciendo entre los latinos. “Mientras Trump esté al frente del Partido Republicano -abandonó su antiguo compromiso con los recortes de prestaciones sociales, apoyó los aranceles y los acuerdos comerciales renegociados, y dijo cosas que enfurecieron a los medios tradicionales-, los republicanos tienen un atractivo más amplio entre los votantes sin educación universitaria que solían ser demócratas”, escribió el periodista David Weigel en Semafor.
Durante su campaña, Biden priorizó a los trabajadores sindicalizados y llegó incluso a participar de un piquete de huelga del sindicato automotriz United Auto Workers. Pero Trump no se quedó atrás. Se reunió con los Teamsters y fue también a hacer un acto en Detroit con un grupo de trabajadores automotrices. Sin embargo, entre los grandes soportes del republicano en todo el país están los trabajadores no sindicalizados.
En un primer balance de las elecciones, el consultor republicano Mike Madrid hizo un examen autocrítico y apuntó a la mutación de un partido demócrata que perdió a la clase trabajadora. Miembro del Lincoln Project, un grupo de republicanos que hicieron campaña por un voto latino anti-Trump en 2020, dijo que se equivocó esta vez en no decir todo lo que pensaba bajo la certeza de que la verdad es antipopular. “Eso no le sirve a nadie. De hecho, negarse a ver lo obvio porque nos hace sentir incómodos es lo que nos trajo hasta aquí”, escribió. Para Madrid, Harris hizo una gran campaña en 100 días, pero no pudo corregir los errores de tantos años. “Hizo ajustes enormes para alejar a su partido de las políticas impopulares que han estado perdiendo a la clase trabajadora durante más de una década. Harris ha vuelto a poner a su partido en una dirección en la que se encuentra la clase media estadounidense”, escribió. Según su punto de vista, el Partido Demócrata es menos diverso racial y étnicamente hoy que en cualquier otro momento desde la ley de derechos civiles de 1964. “Ya no es el partido de la clase trabajadora. Los miembros de los sindicatos se están volviendo más republicanos. Los demócratas tienen que decidir si quieren volver a ser un partido de la clase trabajadora y hacerlo en serio, o si quieren ser la versión de este siglo de los republicanos Rockefeller”, afirmó.
Como la mayor parte de su partido, Obama persistió en una estrategia fallida, aunque no ignoraba el fenómeno por completo. En 2023, estrenó en Netflix la serie documental “Working”, que retrata la vida de trabajadores a lo largo de 4 episodios. Realizada por la productora que comparte con su esposa, Higher Ground, el último gran líder demócrata fue su productor ejecutivo, protagonista y narrador.