La llegada de Luis Caputo a la titularidad del Ente Rector monetario y cambiario consolida, junto a Nicolás Dujovne, un equipo económico de financistas orientado exclusivamente a conseguir fondeo para sostener un Gobierno extremadamente vulnerable en su sector externo.
La Argentina, a consecuencia de una salida de capitales por distintos factores de u$s63.000 millones en dos años como resultado de una política económica voraz en lo rentístico pero ideológicamente mesiánica en lo político-social, ha quedado expuesta al impacto de lleno del cambio de escenario mundial impulsado por Estados Unidos. Nacionalismo económico y suba de la tasa de interés internacional embisten frontalmente a un gobierno que ha elegido la apertura comercial y financiera como eje de su política económica. Así las cosas, la dupla de “hombres del mercado” se aboca a un día a día de obtención de dólares para tratar de reparar el rumbo que ha abierto en el casco de la nave del gobierno el choque con el iceberg internacional.
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Esa vigilia diaria tiene fechas que marcan decisiones. El martes 19 de junio, día de vencimiento de $ 520.000 millones de letras del Banco Central es uno de esos días de vigilia y rezos. El otro lo constituye el viernes 22 de junio, en donde se supone que el FMI desembolsará u$s 15.000 millones o, al menos, una parte de dicha promesa. Se desconoce, sin embargo, el posible destino de dicha erogación.
La semana que viene augura movimiento y la pregunta es hacia dónde. El gobierno se ha embarcado en un conjunto de promesas incumplibles con el FMI en lo que se ha dado a llamar “la carta de intención” o “memorándum de entendimiento”. Allí se observa que, a cambio de obtener algunos dólares para sortear las presiones de corto plazo, liquida patrimonio estatal como el Fondo de Garantía Sustentable y aumenta exponencialmente las obligaciones del Estado a largo plazo. Sobre esto último, versan el compromiso de privatizar y entregar el mercado financiero bajo la forma de bonos negociables, la deuda intra-Estado entre el Banco Central y la Tesorería, que asumió la forma de “letras intransferibles”.
Este intrincado compromiso con el FMI encubre una solución para cancelar la enorme cantidad de pasivos acumulados por el BCRA a causa de la emisión de letras, canjeando las letras del Banco Central (LeBaC), en pesos y de corto plazo, por bonos de la Tesorería, en dólares y a largo plazo. Este hecho tiene características de extrema complejidad para el Estado y los ahorristas del sistema financiero.
En primer lugar, un pasivo del Estado nacional deja de tener como acreedor al Banco Central para ser traspasado al sector privado. En segundo lugar, los tenedores de las letras del Banco Central, que recibirán un bono en dólares a cambio de un título en pesos, se encontrarán con un problema de liquidez: no es lo mismo disponer de los fondos a los treinta días que escalonados en el tiempo. Si decidieran hacerse de liquidez inmediata vendiéndolos en el mercado, su precio se desplomaría. Por ende, alguien tiene que sostener su financiamiento a plazos más largos. Para ello están los bancos, que poseen un 47% del stock de LeBaC.
Ahora bien, los bancos pueden mantener en sus carteras esos títulos de largo plazo en base a la confianza de sus depositantes, los ahorristas en pesos y en dólares. En definitiva, los que perderían liquidez debido a que sus depósitos se aplicarían a bonos de largo plazo son los depositantes que, si quisieran no renovarlos al vencimiento, el sistema bancario le plantearía dificultades para efectivizarlos.
El gobierno, a través de este canje de LeBaC por bonos del Tesoro, puede sortear con éxito el vencimiento del 19 de junio y el presidente del Banco Central se convertiría en un gran decisor. De él dependería a quienes les entrega dólares diferidos en el tiempo bajo la forma de bonos del Tesoro, y a quiénes dólares de contado con el financiamiento del FMI. Este esquema de arbitraje acerca de quién pasa (y quién no) por la demanda de divisas, evitando los apretujones de una corrida, funciona sostenido en la confianza y también en la renta de los ahorristas depositantes en los bancos.
Al mes de mayo, de acuerdo al último informe monetario del BCRA, los depósitos a plazo fijo en pesos ascienden a $ 999.040 millones y los depósitos en dólares a u$s 30.017 millones. Aplicar la capacidad de préstamo líquida del sistema a bonos del Tesoro a largo plazo en una magnitud de u$s 15.000 millones es un esfuerzo muy grande para nuestros ahorristas.