La obispa Mariann Edgar Budde miró a los ojos a Donald Trump y usó una pregunta retórica para pedirle permiso para una última plegaria: "En el nombre de nuestro Dios le pido tenga piedad por las personas de nuestro país que tienen miedo", le dijo y le pidió por las infancias gays, lesbianas y trans y por los inmigrantes que viven en Estados Unidos. El flamante presidente, que estaba junto con el resto de su gabinete en el tradicional servicio de oración inaugural de la episcopal protestante en la Catedral Nacional de Washington, prácticamente no se inmutó. "No creo que haya sido un buen servicio", dijo a la salida a la prensa.
El discurso de Budde duró unos 15 minutos: habló de unidad, de inclusión y de diferencia y, tal vez, por eso, Trump no movió muchos músculos de la cara en el momento en el que la mujer le hizo un pedido directo en nombre del Dios que comparten. "Millones confiaron en usted. Como le dijo a la nación ayer, usted ha sentido la gracia de un Dios amoroso", le dijo, sobre las palabras que el mandatario usó en su ceremonia de asunción en donde dijo que se sintió salvado por Dios en el intento de asesinato en Pensilvania.
El primer pedido lo hizo sobre las personas de la comunidad LGBT+, en alusión a las declaraciones de Trump en las que afirmó que, de ahora en más, sólo habrá "dos géneros" en su país. "En el nombre de nuestro Dios le pido que tenga piedad por las personas de nuestro país que ahora tienen miedo, por las infancias de familias demócratas, republicanas e independientes, algunos temen por sus vidas", sostuvo.
Los inmigrantes, otro sector golpeado
El segundo fue por las personas migrantes, que ya empezaron a sentir las políticas expulsivas del mandatario -que llegó con la promesa de llevar adelante "la mayor deportación de la historia"- con el bloqueo de la aplicación CBPOne, usada para solicitar turnos para regularizar su situación en el país del norte.
"Las personas que recogen nuestras cosechas y limpian nuestras oficinas, que trabajam en granjas avícolas y en plantas empacadoras de carne, que lava los platos después de que comemos en restaurantes y que trabaja en turnos nocturnos en hospitales, puede que no sean ciudadanos o no tengan la documentación adecuada, pero la gran mayoría de los inmigrantes no son criminales, pagan impuestos y son buenos vecinos, son miembros fieles de nuestras iglesias y mezquitas, sinagogas, vadaras y templos", sostuvo mientras el vicepresidente JD Vance, también un reconocido conservador nacionalista, murmuraba algo al oído de su esposa Usha, una mujer negra con raíces hindúes.
MÁS INFO
"Le pido que tenga misericordia, señor Presidente, de aquellos en nuestras comunidades cuyos hijos temen que se lleven a sus padres y que ayude a quienes huyen de las zonas de guerra y las persecuciones en sus propias tierras para encontrar compasión y bienvenida aquí. Nuestro Dios nos enseña que debemos ser misericordiosos con el extranjero porque todos fuimos extranjeros en esta tierra", sostuvo la mujer, casi sin inmutarse, en un discurso que cerró con un "amén" y nadie le respondió.