La obra Consagrada cuenta la historia de una gimnasta, una atleta de alta competencia. Durante 60 minutos Gabi Parigi , la protagonista, atraviesa diferentes momentos, comparte recuerdos y vivencias, que son constitutivos y dejaron huella en su vida e identidad. Si bien es evidente que hay allí trazos de su experiencia biográfica, la pieza tiene potencial de relato universal y consigue tocar fibras profundas, privadas.
A través de una puesta escénica minimalista y contundente, los focos y el punto álgido se trasladan en la oscuridad junto al cuerpo. Se transforma, se dobla, se amalgama. Es imposible dejar de mirarla. Los movimientos, las pruebas y acrobacias se apropian de cada centímetro de esa pista del Galpón de Guevara. Hay lugar y momentos para todo: el dolor, los sueños, las heridas, el éxito, el sacrificio, las risas, la amistad, el placer, la culpa, la tristeza, la violencia. Pero sobre todo hay lugar para las preguntas.
Gabi Parigi tiene 38 años y es ex gimnasta de la selección Argentina: “Hice gimnasia de los 4 a los 19 años, y empecé a competir muy chica. No recuerdo el primer día que pisé un gimnasio. Pero sí recuerdo cuando me empecé a hacer algunas preguntas desde adentro a medida que fui creciendo. Me hacían ruido cosas como el sacrificio y la lógica de los podios, y las lógicas de competencia que nos lastiman, nos estructuran, nos oprimen, a todes, pero sobre todo en la infancia que es el momento donde une esta forjando su personalidad y las bases”. Hoy se desarrolla en el mundo de la experimentación física y acrobática, y laboratorio escénico de circo contemporáneo, y es directora pedagógica de la Formación Profesional “EUREKA”.
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Consagrada tiene muchas imágenes de tu vida. ¿Es una obra auto biográfica?
Nosotros no queríamos que fuera un biodrama o auto biografía, aunque todo parte de un lugar híper personal, de lugares vívidos, recuerdos personales. Queríamos que se ficcione un poco, para que lo singular se vuelva colectivo. Sí tiene la potencia de la verosimilitud porque tiene verdad. Hay algo de la obra que nace muy desde la entraña, el corazón, la piel, y se va manifestando afuera. Consagrada no es más mía. El gran desafío es que el material quede abierto, accesible, popular. Qué cada uno imagine con lo que trae de su historia.
¿Cómo nació la idea, las imágenes, la puesta en escena?
Hace muchos años que elijo trabajar en colectivos. Pero que me dio curiosidad generar una obra sola en escena. Me puse a armarla a fines de 2019 y se la propongo a Flor Micha para que me dirija. Nos juntamos y yo no tenía claro que quería trabajar mi lugar de gimnasta, pero sí tenía temáticas y urgencias que me atravesaban como la meritocracia, el sacrificio, la lógica de los podios, la competencia, la exacerbación asquerosa del éxito. Y tenía imágenes y objetos que yo venía guardando hace años y quería que se transformen en material escénico como medallas y trofeos. En 2020 empezamos a ponerle el cuerpo con improvisaciones y fue evidente que era a través de la vida de una gimnasta porque aparecía ahí mucho la mujer, el cuerpo, la adolescencia.
¿Y con la pandemia cómo hicieron?
Durante la fase 1 de la pandemia mantuvimos el proyecto vivo con las herramientas a disposición de la vida doméstica. Hicimos un streaming de 20 minutos desde la habitación de mi casa, como si fuera la de mi adolescencia, con lo que habíamos encontrado del universo de la obra, y ahí ya apareció el ADN de Consagrada. Ensayábamos via zoom. En mayo del 2021 estuvimos a punto de estrenar y 10 días antes se cerraron los teatros. Fue muy duro para les artistas y trabajadores de la cultura. El grupo se mantuvo con mucho amor y trabajo. Finalmente se empezó a abrir todo y estrenamos el 5 de septiembre de 2021. Y justo un mes antes fueron las Olimpíadas entonces la difusión de la obra, sin querer por casualidad, se fundió con los Juegos.
¿Qué sentiste al reencontrarte con tus experiencias de niña desde la adultez?
Yo cuando estaba dejando gimnasia quise estudiar para ser entrenadora, quería ocupar ese rol de docencia intentando hacer cosas diferentes. Trabajé de entrenadora en diferentes niveles y edades, y en un momento que había empezado a dar clases de circo y acrobacia, y veía otro mundo pedagógicamente hablando, me di cuenta que en el mundo de la gimnasia había un montón de cosas que se podían hacer diferente y otras que no, y que no dependían de mí. Eran cuestiones de la lógica del deporte y la competencia. Y cuando me di cuenta de eso, a los 20 años, me fui. No podía ser de otra forma.
¿Y ese límite te sirvió de aprendizaje?
Yo siempre tuve algo de la pulsión recicladora, preguntándome qué hacemos en los roles de poder, de la docencia, asumir esos lugares y utilizarlos para reciclar. A medida que fui creciendo fue duro y hermosamente necesario visualizarme, concientizar , abrazarme como niña en ese momento. El ambiente de la gimnasia alimenta mucho una imagen de adultez que es irreal. Yo me iba de viaje sola un mes y medio, extrañaba y me la bancaba. Había algo de la puesta en valor de la auto exigencia, la disciplina. Ahora lo miro con ojos de adulta, y como madre de un hijo de 5 años. Es una concientización necesaria, y cuando dejé gimnasia me ocupé de generar buenos estímulos y de quedarme en espacios con la tierra fértil para construir otras realidades.
¿Qué tipo de relación con el cuerpo crean los modelos de alta competencia?
La lógica de los súper héroes, y cuerpos con mucha sangre fría, anulando la sensorialidad, la sensibilidad, la auto percepción. Cuerpos sistémicos, en serie, la lógica capitalista que repite mecánicamente, y cuerpos acostumbrados a anular el dolor, el miedo, los síntomas. Si sentís demasiado se caen la estructuras. Yo recuerdo ser chica y levantarme todas las mañanas cansada, estar acostumbrada a entrenar con contracturas, con dolores, distenciones. Para frenar tenía que estallarme el hueso, que era al evidencia empírica de que el cuerpo no puede más. Se trabaja la meritocracia, se me entrenó mucho el umbral del dolor y hay algo de una especie de resignación de algunas cosas. ¿Qué estamos dispuestos a ofrendar para lograr ese éxito? Hay un montón de cosas que en el deporte están naturalizadas, para el alto rendimiento, y es así. La exigencia, la presión, son personas que dejan su cuerpo, su salud mental, es algo que esta naturalizado. Esta frase que dice que el deporte es salud que esta re contra trillada. ¿De qué salud está hablando? ¿Cómo está el deportista físicamente y emocionalmente? ¿Cómo está Del Potro? ¿Cómo están la rodillas de una gimnasta?
Se hacen varias referencias y mensajes ligados al miedo a la balanza y el trauma del peso. ¿Cómo lo viviste? ¿Qué función cumple la balanza en el deporte?
La balanza es un mecanismo de control, el temido momento del peso. Lo recuerdo como un momento de mucha exposición, de bullying, de felicitación o guillotina. Si subías de peso te ibas a correr. En los últimos años me pesaban todos los días y tenía que bajar 100 gramo por días. Nunca me mandaron a un nutricionista, pero si no bajaba me mandaban a correr a la cancha de atletismo, y eso tenía un grado de condena social horrenda.
Así empecé con anorexia y bulimia. Porque me pedían que baje de peso sin ayuda profesional. Recuerdo que cuando me iba a pesar me sacaba las hebillas de la cabeza, las colitas, todo para pesar menos. Volvía a mi casa y pensaba si le ponía aceite a la ensalada o no, empecé a mentirle a mi familia y me iba a entrenar sin desayunar para no tener comida en la panza. Después me comía el desayuno en el baño escondida para tener fuerza. Un grado de violencia tremendo. Mi familia me acompañó, siempre se ocuparon. El de la balanza era el momento del examen, de la evaluación de tu cuerpo de manera tercerizada. No era “cómo te sentís” o “como te percibís”, era cuánto pesas. De ahí viene la frase de la obra “en un mes bajé 9 kilo pero igual nunca alcanzaba”.
¿Qué lugar había para las emociones, las vulnerabilidades o el fracaso?
Yo siento que en el alto rendimiento no está armada la estructura para que sea importante la emoción o la vulnerabilidad. Todos sabemos que existe pero cuando el fracaso viene tiene una connotación muy mala. Y yo siento que cuando me empecé a alejar, esas vivencias y fragilidades se fueron abriendo y plasmando en el teatro, el circo, la danza. Y me di cuenta que no solo no había que inhibirlo, sino que es parte de la esencia de cada uno, lo que no implica quedarse en el lugar endogámico o enfrascado. Hay que romper con ese pensamiento binario súper patriarcal. No sos fuerte o débil, no es una cosa u otra. Hay miles de cruces y mutabilidades.
¿Cómo cambió la relación con tu cuerpo (y con tus experiencias, exigencias, dolores) con los años?
Cambió mucho. Cuando empecé a hacer circo, empecé a tener registro de los movimientos en el aire, de lo que sentía, de cómo estaba. Yo no tenía una imagen propia de mi cuerpo, porque siempre, hasta los 19 años, esa imagen había estado tercerizada por lxs entrenadores que te decían si estabas gorda o flaca, o si hacías las cosas mal, o si lo hacías prolijo o desprolijo. La palabra legalizada estaba afuera. Además existe un prototipo de cuerpo hegemónico en la gimnasia, que es contradictorio porque tenías que ser muy flaca y al mismo tiempo muy potente. Los movimiento tienen códigos y puntajes, y la singularidad de cada una no entra, una se tiene que adaptar.
Pasé toda mi primaria y secundaria escondiéndome el cuerpo y los músculos, iba a la playa en el verano y me sentía muy incómoda, y eso que en la práctica vivía en malla. Me acuerdo de personas preguntándole a mi mamá si yo hacía físico culturismo, a los 10 años. Me avergonzaba. Y cuando empecé a hacer circo descubrí que cuánto más singular y distinta fuera, mejor. Empecé un proceso de deformación y descascare a todo lo que me pasaba y de disfrute. Hoy dolores casi no tengo. Tengo escucha de mi cuerpo, freno, reciclo.
¿Crees que con las nuevas generaciones ha cambiado el vínculo con el cuerpo de las mujeres o las formas de construcción del cuerpo?
Algo que me paree muy importante de esta época es cómo se visibilizaron un montón de cosas que estaban ocultas dentro del cuerpo o los abusos, de lo que no se podía hablar o estaba naturalizado. Hay un montón de situaciones que antes estaban invisibilizadas. Pero no se si cambió la lógica de construcción del cuerpo, creo que no. Hay algo del sistema capitalista y patriarcal que se va adaptando todo el tiempo, entonces ahí es donde la cosa se pone compleja. El patriarcado es camaleónico, siempre se mete en los nuevos discursos.
¿Y en la competencia profesional ha cambiado algo?
Creo que hay muchas cosas que se aggiornaron, pero por lo que está pasando socialmente. No es lo mismo el lugar de la mujer hoy que en los 90’s. Pero hay algo del deporte que sigue siempre atrasado en lo patriarcal. Sí esta bueno señalar las cosas que pasaron por ejemplo en los últimos Juegos Olímpicos donde se visibilizaron cosas que siempre estuvieron ocultas. El caso de la gimnasta Simon Biles, que se retiró siendo la candidata, nos tocó muy de cerca. Es una genialidad que haya podido hacer lo que sentía, que haya escuchado su cuerpo y sus síntomas. Por otro lado pienso en lo importante de los espacios de poder y cómo los habitamos, lo importante de que una piba como ella, Campeona Olímpica, negra, tome su voz y diga ‘no voy a jugar la final porque la estoy pasando mal’, y que haya compartido ese mensaje a todas las personas que hacen gimnasia u otras cosas.
Obviamente lo puede hacer porque es Simone y ganó cientos de torneos, y ganó porque nació en EUA. Si hubiera nacido en Paraguay no era Simone Biles. Ahí se cruzan un montón de elementos de la lógica injusta que opera en el deporte y en otros ambientes. No todos tenemos voz, lo que sufre Simone los sufren miles de gimnasta y millones de mujeres pero no son escuchadas porque no tienen ese lugar de poder.
¿Crees que de a poco se empieza a hablar de salud mental en el deporte profesional?
Si, como se van hablando de otros temas como los cuerpos, los sacrificios, los deportistas como personas, los abusos en todo sentido. En el deporte pasa lo mismo que en la sociedad: o se deconstruye o se sigue replicando la lógica capitalista patriarcal.
Pero creo que hay un gran problema que sigue vigente que es incitar a competir en todo. Hay una frase instalada que es que ‘competir es algo natural del ser humano’, y yo no acuerdo. Ese imaginario le viene como anillo al dedo al sistema y hay algo ahí del macho alfa que se nos mezcla. El medirse con el otro, ser mejor, y la evaluación y la numerología, fortalecen las lógicas del cueste lo que cueste o la lógica del otrx como contrincante, que se replica en la escuela y en los trabajos. Hay olor a competencia. Tenemos mucho miedo a no existir. La lógica del podio no hace siempre bien, y en el deporte esta naturalizado, legalizado, premiado, y se hace espectáculo con eso.
FICHA TÉCNICO ARTÍSTICA
Autoría: Flor Micha, Gabi Parigi
Intérpretes: Gabi Parigi
Piano: Santiago Martínez
Vestuario: Sharon Luscher
Iluminación: Laura Saban
Objetos: Sharon Luscher, Flor Micha, Gabi Parigi
Redes Sociales: Liza Isaak
Video: Fernando Sánchez
Música: Juan Barone
Fotografía: Macarena De Noia
Comunicación: Liza Isaak
Diseño gráfico: Lima Laimagendelosartistas
Entrenamiento vocal: Silvina Garcia
Mezcla: Juan Barone, Julián Scarinci
Producción: Emilia Cortelletti, Florencia Montaldo
Dirección: Flor Micha
Duración: 60 minutos
Clasificaciones: Teatro, Presencial, Adultos
Próxima función: lunes 28 de febrero a las 20 hs. en el Galpón de Guevara
Podés sacar tus entradas aquí