Durante varios años, gracias al éxito de las vacunas, los sanitaristas solían afirmar que estábamos en medio de una “transición epidemiológica”, en la que prevalecerían las enfermedades no transmisibles (como las cardiopatías, la diabetes y la hipertensión), pero la persistencia de patologías para las que hay tratamiento, el crecimiento de las enfermedades de transmisión sexual y, por supuesto, esta última pandemia sumada al sorpresivo brote de viruela símica que ya alcanzó los 500 casos (entre confirmados y sospechosos) en más de 20 países muestran que los microorganismos patógenos siguen “vivitos y coleando”.
Estos dos últimos episodios se originaron en virus que saltaron de animales a humanos, como se estima que ocurrió previamente con el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH). La FAO estima que el 75% de las enfermedades infecciosas (causadas por virus, bacterias, parásitos y hongos) son de origen animal.
Según diferentes especialistas, las zoonosis representan un problema global de salud pública cada vez más recurrente. No es algo nuevo: en el Siglo XIV, la llamada “peste negra”, causada por la bacteria Yersinia pestis, que habita en pequeños mamíferos y en las pulgas que los parasitan, causó la muerte de una cifra calculada en 50 millones de personas. Y sigue afectando a casi 3.000 personas en el mundo y se considera endémica en países como Madagascar, República Democrática del Congo y Perú, afirma la Agencia SINC de noticias científicas.
Las aves, en peligro
Mientras la viruela del mono ocupa los titulares, por estos días muchos investigadores están preocupados por la gripe aviar, provocada por subtipos del virus Influenza A que afectan a las aves y algunas de cuyas cepas pueden infectar a los humanos. “Entre 2004 y 2006 el virus se propagó entre las aves de corral de Asia a Europa y la Organización Mundial de la Salud advirtió que tenía potencial para convertirse en una pandemia –afirma la agencia de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología–. Si bien todavía no hay una mutación del virus que facilite la transmisión entre las personas, siguen apareciendo noticias de contagios en humanos a través de nuevas variantes”.
Según destaca Btitney Miller, en Nature (https://doi.org/10.1038/d41586-022-01338-2), “Una cepa altamente infecciosa y mortal del virus de la influenza aviar infectó a decenas de millones de aves de corral en Europa, Asia, África y América del Norte. Pero los científicos están particularmente preocupados por su propagación sin precedente en las aves silvestres: los brotes representan un riesgo significativo para las especies vulnerables, son difíciles de contener y aumentan la oportunidad de que el virus se propague a las personas”.
Miller también menciona que desde octubre la cepa H5N1, altamente patógena, causó casi 3000 brotes en aves de corral en docenas de países. Se sacrificaron más de 77 millones para frenar su propagación, que casi siempre causa enfermedades graves o la muerte en los pollos. Otras 400.000 aves silvestres también murieron en 2600 brotes, el doble del número informado durante la última gran ola, en 2016-17. Para los científicos, el virus parece estar propagándose en las aves silvestres más fácilmente que nunca, lo que hace que los brotes sean difíciles de contener. Por fortuna, aunque las personas pueden adquirirlo, es poco habitual. “Solo se informaron dos casos desde octubre, uno en el Reino Unido y otro en los Estados Unidos –agrega–. Pero a los científicos les preocupa que sus altos niveles circulación en las poblaciones de aves impliquen más oportunidades de contagio para las personas”.
La barrera de las especies
Para Pilar Fernández, investigadora en la Escuela de Salud Global Paul Allen de la Universidad de Washington, “la influenza aviar ‘altamente patogénica’ presenta bajo riesgo para la población humana por el momento; aunque hubo casos, por ahora se contuvieron bastante bien y no es eficiente la transmisión humano a humano”.
Además del nuevo coronavirus, del que se sospecha que saltó del murciélago a algún animal de un “mercado húmedo” de Wuhan, desde el 7 de este mes un brote inusual de viruela del mono tomó por sorpresa a los infectólogos. Aunque la enfermedad en sí era bien conocida y no es la primera vez que sale de África, donde es endémico, el tamaño y la dispersión territorial de los casos tiene perplejos a los especialistas.
“En los últimos cinco años, los científicos confirmaron solo ocho oportunidades en las que viajeros llevaron el virus de la viruela del mono fuera de África (…) Cada una se vinculó con una persona que había pasado algún tiempo en Nigeria, país que experimentó una reemergencia de la enfermedad en 2017. En esos casos, la transmisión humano a humano fue limitada. En una oportunidad se contagiaron dos familiares, según la OMS, y en otra, un trabajador de la salud que tuvo contacto con sábanas, de acuerdo con un reporte del CDC en Emerging Infectious Diseases, consigna Emily Harris en JAMA (doi:10.1001/jama.2022.9499).
De acuerdo con Harris, en esta oportunidad la presentación es algo diferente: casi no presenta síntomas tempranos (como fiebre, escalofríos y ganglios inflamados). En algunos pacientes, la aparición de manchas rojas en la piel (rash) que luego se convierten en ampollas o pústulas fue la primera indicación de que estaban enfermos. Además, en lugar de empezar en la cabeza, brazos y piernas, las erupciones comenzaron en la zona genital o perianal. Por ahora, sin embargo, no hay evidencias de que el virus haya mutado.
Según SINC, la interacción cada vez más intensa con animales, la alteración de los ecosistemas, la deforestación, la agricultura intensiva y la pérdida de biodiversidad debilita el sistema inmunitario de los animales y aumenta el riesgo de que aparezcan nuevos virus o variantes. El comercio de animales exóticos también influye en el surgimiento de zoonosis. Y este cóctel se potencia con los viajes en avión, que permiten que un agente infeccioso llegue a cualquier parte del mundo en 24 hs.
Además de la vigilancia activa y las medidas preventivas, los especialistas subrayan que en los últimos años se impuso el concepto de “Una salud”, que reconoce que la salud de las personas está conectada con la de los animales y la del ambiente compartido. “Cuando protegemos a uno, protegemos a todos”, afirma el CDC. “La salud humana y la salud animal son interdependientes y ambas dependen del ambiente”, destaca Javier Farina, infectólogo y ex director del Comité de Infectología Crítica de la Sociedad Argentina de Terapia Intensiva.
Una salud
Según SINC, se piensa que hay unos 300.000 virus desconocidos, solo en mamíferos, susceptibles de saltar al ser humano. Mario Lozano, bioquímico, miembro de la Sociedad Argentina de Virología y actualmente rector de la Universidad de Quilmes, afirma que, si bien no puede arriesgar un número preciso, “es una especulación verosímil”.
”Conocemos muy poco de la diversidad de los virus –explica–. Para dar una idea, los organismos más numerosos de la Tierra son las bacterias. Se calcula que en un gramo de tierra fértil (una cucharadita) o en un mililitro (una gotita) de agua de mar tomada cerca de la costa, hay unos 10 millones de bacterias... y más de 70 millones de virus. La virósfera es enorme y la conocemos poco. Claro que conocemos más de virus de mamíferos que de virus de bacterias, pero ese número es probable”.
El periodista británico especializado en ambiente John Vidal publicó en los últimos días un artículo de opinión en The Guardian en el que menciona datos inquietantes: “En las últimas tres semanas hubo casi 100 casos y 18 muertes humanas por una rara enfermedad transmitida por garrapatas en Irak; se detectó un cuarto caso del virus del Ébola y más de 100 casos de peste bubónica en la República Democrática del Congo; y solo dos años después de que África fuera declarada libre de poliomielitis salvaje, aparecieron nuevos casos en Malawi y Mozambique. Una peligrosa cepa de tifus circula en Nepal, India y China. Hay brotes alarmantes en varios continentes de enfermedades causadas por mosquitos, como la malaria, el dengue y el virus del Nilo Occidental (…) Veterinarios y ecologistas advirtieron este mes sobre misteriosas enfermedades fúngicas que se encuentran en los peces en Australia y países de Medio Oriente, así como enfermedades letales para perros y otras mascotas”.
Y más adelante agrega: “Vivimos con muchos miles de virus potencialmente fatales circulando en otras especies, pero lo notable es que la mayoría de los que afectan a los humanos en la actualidad eran desconocidos hace solo 70 años. No solo los nuevos patógenos saltan de los animales a los humanos con mayor frecuencia, sino que un número cada vez mayor está relacionado con los cambios en los entornos global y local. No es casualidad que desde 1940 hayan surgido en todo el mundo 335 enfermedades nuevas y potencialmente mortales, durante un período en el que la población humana se ha triplicado, el clima cambió y se come más carne”.
Afortunadamente, en el caso de la viruela del mono, ya hay vacunas que pueden protegernos, incluso posexposición. Pero en los últimos dos años ya vimos lo que puede suceder si nos toman desprevenidos…