“No mientan más, porque generan ansiedad y preocupan a la gente", dijo el presidente Alberto Fernández al anunciar la extensión de la cuarentena. El rol de la comunicación durante la pandemia se convirtió en uno de los ejes fundamentales del análisis social, político y sanitario. Las oleadas de fake news, campañas contra el Gobierno, operaciones políticas y los mensajes oficiales son algunos de los factores que irrumpieron en un contexto de extrema sensibilidad e incertidumbre ciudadana. Por eso, la frase del jefe de Estado no debe pasar desapercibida y requiere una mirada profunda de parte de todos.
Santiago Levín*, médico psiquiatra y presidente de la Asociación de Psiquiatras Argentinos (APSA), explicó a El Destape que la comunicación durante la pandemia no atañe solamente al Gobierno nacional, sino que también juegan un rol fundamental los medios masivos de comunicación al elegir qué palabras o metáforas usar durante la emergencia sanitaria, lo que impacta en el estado de ánimo de sus receptores, y qué valores sociales resaltar. El foco debe estar en el fortalecimiento de la comunidad por sobre el individualismo, bajo la premisa de que la cuarentena es para proteger al otro, para que todos salgamos lo mejor posible de esta situación. Algo que no se ve en todas las pantallas, no se escucha en todas las radios ni se lee en todos los portales o diarios. Un mensaje que es complejo, un proceso que lleva tiempo y que, encima, se topa con un Estado debilitado por los años de neoliberalismo. Un Estado que empezó a aparecer y mostrar su rol central para enfrentar las crisis y cualquier otra situación.
¿Cómo se puede hacer una buena comunicación durante la pandemia?
Es muy importante seleccionar con cuidado las metáforas y palabras que se utilizan para hacer referencia a la pandemia. Advertíamos sobre lo inapropiado de referirse a ella como si fuera una guerra porque la guerra es con un par, no con una partícula inanimada. El virus no tiene ninguna intención, de por sí, de venir a hacernos daño. La elección de esa palabra tiene una serie de representaciones en el receptor que no juegan a favor, algo que depende de la edad de quien recibe el mensaje y la experiencia. Acá hemos tenido la represión, el terrorismo de Estado, los secuestros, las picanas, la Guerra de Malvinas, todavía está viva toda una generación que padeció la Segunda Guerra Mundial, el nazismo, los campos de concentración, etcétera.
Es necesario aclarar que una guerra se refiere a dos contendientes que son pares, que son seres humanos y cada uno quiere sacarle algo a otro. El virus es una partícula inanimada, ni siquiera está considerado un ser vivo porque necesita de una célula viva para poder replicarse y, aunque todos estemos en estado de alerta esperando que venga la vacuna o algún tratamiento, la metáfora de la guerra es incorrecta desde el punto de vista conceptual pero también desde el punto de vista estratégico, porque genera una alarma que trae zozobra, angustia y uno de los valores más importantes en este momento es mantener la capacidad de pensar. Para eso es necesario tener serenidad y contar con los elementos que permitan hacer un análisis crítico de la información que se recibe.
Algunos medios de comunicación, no todos, los hegemónicos, han reemplazado la ética editorial por una lógica comercial. Les conviene la metáfora de la guerra, la alarma, la zozobra, las cacerolas y un receptor que no tiene la capacidad de análisis crítico de lo que recibe. Por ejemplo, hay que pensar en si corresponde o no contar los números de muertos todos los días. Si suma o no suma, a qué está contribuyendo eso.
¿El pánico genera mayor atención de parte de la audiencia?
El pánico genera atención pero también ruptura de los lazos colectivos. Antes de la pandemia, se rompió el pacto social. Éste considera que cada uno hace su esfuerzo porque sabe que hay un representante del bien común, que es el Estado, que se ocupa de distribuir y cuidar que todos estemos bien. Eso se rompió. La consecuencia lógica es el sálvese quien pueda. Hemos visto los actos de discriminación contra los médicos, trabajadores de la salud con carteles en los edificios o que no los dejaron entrar a los barrios privados y también con las personas pobres en las calles.
Esta es una de las cosas más terribles que ha dejado el neoliberalismo. Esa idea de que somos parte de un conjunto, en gran medida, se ha perdido. No es lo mismo convocar a una cuarentena a una sociedad formada por individuos separados que piensan que se van a salvar cada uno por su lado, que convocar a la cuarentena a un tejido social íntimamente conectado que piensa que somos una comunidad.
En su mensaje, el Gobierno busca generar esa comunidad
Se intentó sobre la base de una confianza muy debilitada en las instituciones estatales, porque no de casualidad fueron los cuatro años anteriores (en referencia al gobierno de Cambiemos). Cuando el Estado defraudada sistemáticamente, el Estado se devalúa en la subjetividad ciudadana. Seguramente eso se está recuperando, pero al Gobierno le tocó un instrumento desafilado, por decirlo de algún modo.
Una pandemia lo que hace es resucitar el concepto de Estado, pero el Estado se encuentra con que la confianza de la población en sus instituciones está muy baja, eso también es un problema de comunicación. ¿Cómo comunicar un mensaje a una ciudadanía que fue defraudada por ese Estado? Un mensaje que sea eficaz para cumplir con las medidas sanitarias necesarias. La única respuesta posible es tener en cuenta que estás hablando con un interlocutor que no confía en tu palabra como en el pasado. Pese a ello, el Gobierno logró un cumplimiento y acatamiento de las medidas como en pocos lugares en el mundo.
¿Estuvo bien, hasta ahora, la comunicación del Gobierno? Al principio, los anuncios de la cuarentena se dieron muy sobre la fecha y esta vez se contaron dos días antes.
Todo el entramado fino de la comunicación es un tema sumamente delicado porque hay fake news, mentiras, mentiras a propósito, campañas, trolls, y un Gobierno nacional al que le vino ésto de regalo y está tratando de gestionar la crisis lo mejor que puede. Lo que está haciendo, en mi opinión, está muy bien. Agregaría dos o tres cosas, entre ellas algunas voces distintas dentro de la mesa chica que asesora al Presidente para poder contar las cosas de otra manera. Por ejemplo, yo no renovaría la cuarentena cada dos semanas sino que daría una idea un poco más prolongada del asunto, porque sino parece que todo se termina y vuelve a empezar. Como que te corren el arco para adelante. Sin embargo, no me pararía a criticar la política de comunicación del Gobierno en este momento, creo que es algo que vamos a hacer el año que viene.
De todos modos, se aprendieron muchas cosas. Estamos viendo cómo ya no hay un solo vocero oficial y aparecieron otras voces autorizadas para cuidar al Presidente. Los cambios se dieron un poco por aprendizaje y un poco por haber entendido cosas que antes no. Los voceros ahora están hablando de plazos más certeros. El ministro de Educación, Nicolás Trotta, ya dijo que hasta que no haya vacuna, no va a haber clases como antes.
¿Cómo impacta en la sociedad ese “te corren el arco todo el tiempo”, en relación a las extensiones de la cuarentena?
Es importante hacer una lectura dividida por atravesamientos sociales, porque no es lo mismo la persona que tiene un departamento de 300 metros cuadrados, la heladera llena, wifi, Netflix y calefacción que el cartonero. No unificaría. Hay algunos medios que se han especializado en dirigirse a la clase media, buscan notas del insomnio, los dolores de espalda, las expectativas, los chicos y el colegio virtual. Todos son temas importantes, pero si uno cree que tocando esos temas está cubriendo la totalidad de lo que le pasa a la población, está muy equivocado. Además de esa clase media que tiene una prepaga que le manda e-mails de yoga, mindfulness y streaching, también hay un sector que se quedó sin ingresos, sin laburo, con el negocio cerrado o directamente despedido.
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¿Cómo ves el estado de ánimo de los argentinos ante esta situación?
Es importante no convertir en patológico todo lo que a uno le pasa en la cuarentena, como los sentimientos de bronca, de no aguantar más, de estar agotado, de no rendir como se rendía antes, de no estar disfrutando. Son sentimientos totalmente comprensibles en este momento. No sería correcto ni justo asignarles un valor patológico. Es necesario bajar la exigencia de rendir más que antes, porque es una situación complicada para todos y pintarla de rosa no sirve de nada. Es un duelo y es importante saber que por más que a uno le digan que tenés que hacer gimnasia, la tarea, vestirse o ponerse el pijama, vamos rendir menos.
Pero es importante remarcar que todos la pasamos mal ante esta situación de estrés y sufrimiento, en conjunto. Éste es un sufrimiento que sólo se puede atravesar comprendiendo que es un esfuerzo colectivo, que sólo se entiende desde el concepto de comunidad, desde el yo me cuido para cuidarte a vos. Ahí es cuando la comunicación se divide en si estás promoviendo comunidad o ruptura del lazo y el Gobierno está promoviendo comunidad.
Por eso, lo más difícil y delicado para la comunicación y la política es cómo construir comunidad, cómo construir lazos de solidaridad que permitan sacar algo bueno de esta crisis, recordarnos que somos un tejido de seres humanos que debería estar colaborando para que no se rompa el planeta y para no desaparecer. Está todo tan a la vista en su imperfección que es una buena oportunidad para tomar una foto y empezar a planificar cómo reconstruir.
¿Cómo será la nueva normalidad? ¿Sos de los que creen que será un mundo mejor o que todo seguirá igual?
No compro ni la versión pesimista de que todo será un desastre, ni que después de ésto viene el socialismo y la justicia social. Creo que va a costar muchísimo pero ésta es una oportunidad. El mundo se paró y es un momento en el que se ve dónde están las grietas, las fallas del sistema de salud y el sistema económico. Por ejemplo,el coronavirus encuentra al sistema sanitario argentino en un estado lamentable, producto de décadas de desiversión pero, sobre todo, lo que pasó en los últimos cuatro años. Es una buena oportunidad para tomar conciencia, después vemos qué es lo que se hace con eso.
* Santiago A. Levín. Médico psiquiatra MN 97686. Presidente de la Asociación de Psiquiatras Argentinos (APSA).