Pandemia por COVID y genocidio al revés: el discurso que intenta instalar la oposición

01 de mayo, 2021 | 19.00

Desde el inicio de la pandemia por coronavirus, el Gobierno Nacional se propuso encarar la gestión anticipándose a los acontecimientos trágicos que se veían en otras latitudes. Así fue que en marzo de 2020 se dispuso el Aislamiento Social Obligatorio con el fin de minimizar los contagios y ganar tiempo para rearmar y reforzar un sistema de salud que estaba desjerarquizado, desfinanciado y deteriorado luego del paso de Mauricio Macri por la Casa Rosada. También en el marco de la emergencia sanitaria, que se extendió durante varios meses, se crearon ayudas económicas como el Ingreso familiar de Emergencia o asignaciones compensatoria al salario enfocadas en los sectores de menores recursos y las áreas de la economía inactivas. Mientras tanto desde la oposición se puso en marcha una estrategia mancomunada de crítica y deslegitimación permanente del Plan oficial que incluía la convocatoria a marchas anti cuarentena, banderazos por la libertad, quema de barbijos, y actitudes negacionistas como la reproducción de fake news, información falsa sobre las vacunas, y el cuestionamiento al trabajo de lxs especialistas, médicxs y epidemiólogxs.

De la cuarentena más larga del mundo a la denuncia de genocidio

La actitud de trasgresión a lo que denominaron la “cuarentena más larga del mundo” se convirtió, para un sector de la oposición, en un posicionamiento ideológico político y una parte central del repertorio performático para enturbar un clima marcado por el agotamiento generalizado, la necesidad de trabajar de las mayorías sociales y la incertidumbre. Dirigentes como Patricia Bullrich, Fernando Iglesias, Waldo Wolff, y Hernán Lombardi, impulsaron diversas acciones y  construyeron un relato paralelo al oficial, exacerbado por un sector del ecosistema de medios, que fomentaba el incumplimiento de las medidas sanitarias. “Yo, Patricia Bullrich, el 12 de octubre estoy ahí, por nuestra libertad y por nuestra República. ¿Vamos?”, convocaba la Presidenta del Pro. Elisa Carrió llegó a denunciar penalmente a Alberto Fernández por envenenamiento con las vacunas Sputnik V, y el ex Presidente Mauricio Macri sugirió “que se mueran los que tengan que morirse”.

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Paradójicamente en medio de la segunda ola que no nos da respiro, estos mismos personajes, que hablaban de “dictadura” y se cansaron de fomentar los contagios, se han complotado para instalar en la conversación social un relato que califica a la gestión de Fernández como un “Genocidio”. Esta semana trascendió que la porción más radicalizada del macrismo, cercana a Bullrich, especula con la posibilidad de que Argentina alcance los 100 mil muertos para iniciar acciones judiciales contra el Gobierno Nacional, con el acuerdo del procurador interino Eduardo Casal. En este sentido el periodista Eduardo Feinmann, en un editorial de su programa en La Nación +, sostuvo "acá está ocurriendo en genocidio, un delito de lesa humanidad, porque parece que hay un plan sistemático para... Qué se yo para qué. Realmente, es una cosa muy impresionante". Alfredo Leuco por su parte calificó a la gestión como “un verdadero desastre” y agregó “¿Si esto no es delito de lesa humanidad… que es?”.

Esta clarísimo que la jugada se trata de un nuevo armado político, mediático y judicial que busca desestabilizar. Tal como hace quince días el debate público se movió en torno a la presencialidad en CABA y un supuesto avasallamiento contra el derecho a la educación, las próximas semanas girarán en torno a este nuevo foco que posiblemente genere un posterior embate judicial y, naturalmente, la necesidad del oficialismo de tener que salir a responder. Así funciona la máquina de hacer daño, como una zaga articulada de operaciones continuas que se superponen y buscan corroer ininterrumpidamente  las bases de sustentación del gobierno y su legitimidad política. Como en el Reino del Revés, de María Elena Walsh, nada importa que quienes denuncien sean lxs que accionaron explícitamente para que no se cumplan las medidas de aislamiento social y el plan de Vacunación. La gimnasia política de la oposición es un borrón y cuenta nueva constante, como si no asumieran responsanbilidad por sus actos y  las consecuencias.

Genocidio y la reorganización de las relaciones sociales

Pasando a un análisis más profundo, la incorporación del término “Genocidio” en su léxico para llevarlo al panelismo no es casual. Es una palabra cuya carga emocional e histórica es sumamente provocadora. De emociones y de reacciones políticas. Por supuesto que resulta desafortunado calificar así al Gobierno de Alberto Fernández, particularmente. Pero no sería la primera vez que la derecha oportunista corre los límites de la cordura. Estos últimos meses pudimos corroborar cómo la balanza termina inclinándose casi siempre hacia el lado de las acciones más bajas y despreciables de la política. Pero en el marco actual es importante subrayar el equivoco y dejar en claro que no puede vincularse en ningún caso una Pandemia a un Genocidio. Incluso si el caso en cuestión es el de Brasil donde Jair Bolsonaro explícitamente optó por dejar al virus hacer su trabajo y hoy las cifras se acercan a los 400 mil muertos.

Un genocidio no se trata de un momento histórico con un gran volumen de fallecimientos. Tampoco se trata de una excepcionalidad o un arrebato de irracionalidad. El término surgió en el Siglo XX, en la modernidad, con motivo del aniquilamiento de la población armenia llevada a cabo por el Estado Ittihadista turco y pasó al ámbito de la discusión internacional luego de la conmoción producida por el nazismo. Según el sociólogo Daniel Feierstein un Genocidio en términos jurídicos se caracteriza por varias cuestiones: el modo peculiar en que es llevado a cabo; los tipos de legitimación que produce a través de lograr cierto consenso social y obediencia; la puesta en marcha de tecnologías específica de destrucción y reorganización de relaciones sociales; y la focalización de su práctica sobre grupos sociales determinados construido desde la imagen de un otrx negativizado que debe ser eliminado

Feierstein, al mismo tiempo, se detiene a analizar lo que denomina “las prácticas genocidas” que no finalizan con la muerte, sino que se inician allí e intentan capitalizar lo acontecido en el ámbito simbólico e ideológico, en los momentos de representar y narrar los hechos. Justamente la idea de hablar de ‘prácticas’ evita la cosificación del  Genocidio y la equiparación errónea con fenómenos climáticos o naturales como puede ser una Pandemia. Las prácticas implican un proceso pensado, articulado y legitimado por seres humanos que se inicia mucho antes del aniquilamiento. Estas características se hacen muy evidentes si analizamos por ejemplo las prácticas genocidas de la última dictadura cívico militar que luego de la desaparición de 30 mil personas generaron nuevos modos sociales que se fueron construyendo como hegemónicos y se consolidaron a partir de la negación de las víctimas, el discurso de la “Guerra Sucia”, la Teoría de los dos Demonios, o incluso la defensa de los valores sociales y económico neoliberales que representaban los militares.

Los sentidos sobre la Pandemia, el gran tema a ser elaborado   

Partimos de la base que para poder resolver un problema, primero hay que definirlo bien y marcar sus límites y ámbitos de debate. En su libro “Pandemia”, recientemente publicado, Feierstein explica que “una pandemia no solo no es un genocidio sino que tampoco constituye, en sí misma, una práctica social, porque implica la irrupción de elementos naturales en la organización social. Se trata de un interjuego complejo entre fenómenos de la naturaleza y prácticas sociales”. Una pandemia es un evento complejo, cuyas repercusiones  resultan similares a lo que produce una catástrofe natural, un terremoto, una inundación o un tsunami. Cuando se produce alguno de estos sucesos mueren miles de personas, se ve afectada la vida cotidiana, se detiene la actividad económica y se alteran las prioridades de manera absoluta. Todos los recursos y las políticas sociales son enfocados en generar las mejores condiciones para salvar vidas y volver lo antes posible a una cierta normalización. Eso es lo que moviliza la gestión política estatal .

Como su nombre mismo lo indica la Pandemia se trata de un fenómeno global que afecta toda la dinámica social. Pero el tratamiento que se hace de ella, las cuestiones ligadas a la producción de sentido, la gestión gubernamental, y los entramados políticos que van creándose alrededor, son diferentes  y responden a las particularidades de cada región y país. Como indica Feierstein en su flamante obra la Pandemia “tiene la potencialidad de constituirse en algo que debe ser elaborado. Es un suceso que puede producir profundas transformaciones de nuestra identidad y que, tal como otras catástrofes o hechos sociales significativos, seguramente desempeñe un papel en la disputa por las representaciones de la realidad y en la correlación de fuerzas.” En Argentina la llegada del coronavirus funciona como un catalizador de prácticas y problemáticas estructurales. Me refiero al aumento de la pobreza y la concentración de la riqueza, a la consolidación de un mapa político híper polarizado, y también a una matriz discursiva donde los hechos fueron reemplazados por meros relatos e interpretaciones pre formateadas.

La discusión sobre “Genocidio” pasará rápidamente y quedará en el olvido. Básicamente porque el peso de la historia reciente es muy fuerte y además el tema no pasa la prueba de ningún debate serio que implique poner a jugar evidencias. No pasará lo mismo con el debate la Pandemia y cómo se gestionó que será el eje de las próximas dos campañas y la base de reestructuración de la economía en los próximos años que la oposición usará además para tapar las cuentas y asuntos que dejó calientes Mauricio Macri. La rapidez de la oposición para correr los límites del sentido es cada día más asombrada. El mayor peligro es la negación misma la política como la principal dimensión que genera un espacio de maniobra para realizar algunos cambios en la vida cotidiana de las personas.

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Fabiana Solano

Mi nombre es Fabiana Solano y tengo 34 años. Soy socióloga egresada de la UBA y casi Magister en Comunicación y Cultura (UBA). Digo ‘casi’ porque me falta entregar la bendita/maldita Tesis, situación que trato de estirar con elegancia. Nunca me sentí del todo cómoda con los caminos que me ofrecía el mundo estrictamente académico. Por eso estudié periodismo, y la convergencia de ambas disciplinas me dio algunas herramientas para analizar, transmitir, y explicar la crisis del 2001 en 180 caracteres. Me especializo en culturas y prácticas sociales, desde la perspectiva teórica de los Estudios Culturales. Afortunadamente tengo otras pasiones. Me considero una melómana millennial que aprovecha los beneficios de las múltiples plataformas de streaming pero si tiene que elegir prefiere el ritual del vinilo. Tengo un especial vínculo con el rock británico (siempre Team Beatles, antes de que me pregunten), que se remonta a mis primeros recuerdos sonoros, cuando en mi casa los domingos se escuchaba “Magical Mistery Tour” o “Let It Be”. Además soy arquera del equipo de Futsal Femenino de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA), rol que me define mejor y más genuinamente que todo lo que desarrollé hasta acá. Por supuesto que la política ocupa gran parte de mi vida y mis pensamientos. Por eso para mi info de WhatsApp elegí una frase que pedí prestada al gran pensador contemporáneo Álvaro García Linera: “Luchar, vencer, caerse, levantarse, luchar, vencer, caerse, levantarse. Hasta que se acabe la vida, ese es nuestro destino”.