Al mismo tiempo que avanza aceleradamente en el desarrollo de complejas tecnologías para enfrentar trastornos que hasta ahora no tenían tratamiento, la medicina también recupera prácticas ancestrales. En el parto, por ejemplo, la literatura científica abunda en ejemplos que muestran que el nacimiento en el hospital debería ser cada vez más parecido al que se hacía en casa, con menos procedimientos quirúrgicos, y más intervención del padre y de la familia.
Hace tiempo se viene insistiendo en que los primeros sesenta a noventa minutos después del nacimiento son una “hora sagrada” durante la cual hay que postergar todas las intervenciones de rutina (como la higiene, la administración de hierro y vitaminas, o las mediciones) para que madre/padre e hijo/hija se comuniquen sin intermediarios, “piel con piel”.
Se sabe que, al colocar al recién nacido a término sobre el torso de la madre, el contacto piel con piel ayuda a estabilizar su respiración y oxigenación, sus niveles de glucemia y su presión arterial, reduce las hormonas del estrés, disminuye el llanto, promueve el inicio precoz de la lactancia materna y evita la hipotermia. Pero ahora una revisión sistemática publicada en BMJ Global Health (https://gh.bmj.com/content/8/6/e010728?rss=1), que incluye el análisis de 31 investigaciones, concluye que este método (también conocido como “madres canguro”) puede resultar también muy beneficioso en prematuros o bebés con bajo peso al nacer: disminuye hasta en un 32% el riesgo de mortalidad y en un 15% el de infecciones graves. El trabajo fue financiado por la Organización Mundial de la Salud.
“Este artículo se refiere a ‘madres canguro’. Los canguros son marsupiales que tiene a sus hijos prematuros, nacen pequeños y van a la bolsa frontal. Allí tienen glándulas mamarias especiales para alimentarse. Cuando llegan a término, las crías salen de la bolsa y siguen alimentándose con glándulas externas –explica Miguel Larguía, presidente de la fundación que lleva su nombre y ex jefe de la División Neonatología de la maternidad Sardá–. El ser humano no es un marsupial. Por lo tanto, es incorrecto llamarlo así. Pero todo lo demás que dice es cierto. El contacto piel con piel es muy positivo. Efectivamente, disminuye la mortalidad, aumenta el porcentaje de lactancia materna y, por supuesto, fortalece el vínculo entre madre/padre e hijo/a prematuro. Además estando piel con piel, la madre segrega más prolactina y por lo tanto produce más leche, que es importante para un prematuro. Y por si esto fuera poco, cuando una madre o el padre tienen contacto piel con piel con su hijo, aumenta la síntesis de oxitocina, que es la hormona del placer. Además, disminuye la hormona del estrés, el cortisol. De manera que el contacto piel con piel madre/hijo prematuro o madre/hijo a término no solamente es positivo, sino que debiera ser un standard en los servicios de neonatología. Para los prematuros, siempre que no requieran otro procedimiento complejo; para los recién nacidos a término, siempre”.
Ya hace casi una década la Fundación Neonatológica Miguel Larguía realizó, junto con Unicef y el Ministerio de Salud, una campaña para preservar la "hora sagrada” y difundir esa conducta en las cien principales maternidades del país. “En la maternidad Sardá todos los recién nacidos van a piel con piel –destaca Larguía–. La primera hora de vida, los recién nacidos a término la pasan siempre con la mamá. Los prematuros que van a terapia intensiva salen de la incubadora para estar ‘piel con piel’ con la madre o el padre, aún estando en asistencia respiratoria”.
Según los especialistas, si el parto no tuvo complicaciones, no es necesario bañarlo, medirle la circunferencia craneana, pesarlo, tomarle la temperatura ni vacunarlo durante esos primeros minutos. “Las mediciones pueden hacerse más tarde; son ‘estrategias postergables’ –agrega el neonatólogo–. No hay ningún apuro. La talla, el peso y la circunferencia del cráneo no van a cambiar, de manera que no hay que hacer eso en forma inmediata, lo que sí debe ser inmediato es ponerlo piel con piel con la madre. El recién nacido sano a término realiza nueve movimientos sobre el pecho materno; llega el pezón e inicia por sí solo la succión y la alimentación a pecho, que es lo que Unicef quiere que se inicie en la primera hora de vida”.
El contacto piel con piel también tiene efectos benéficos sobre la microbiota intestinal del recién nacido. “La leche humana tiene bacterias positivas en cantidades millonarias, de manera que si un prematuro recibe leche humana, está recibiendo lo mejores probióticos –ilustra Larguía–. Además recibe prebióticos [ingredientes no digeribles que son utilizados por la microbiota intestinal] y las bacterias de la madre, que contribuyen a fortalecer su inmunidad. Por eso disminuye las infecciones”.
Dentro de este modelo también se aconseja postergar el "clampeo" o pinzamiento del cordón umbilical hasta que deje de latir, porque parte de la sangre del bebe está en la placenta y fluye perfectamente si se lo pone sobre el pecho de su mamá impulsada por las contracciones del útero.
Adolfo Gómez Papí, neonatólogo y médico adjunto del servicio de Pediatría, Unidad Neonatal y UCI en el Hospital Joan XXIII de Tarragona, dijo a SMC España que este tipo de cuidados se conocen desde 1978. “Existen evidencias sólidas respecto de sus ventajas sobre los tradicionales (incubadora) en cuanto a reducción de la mortalidad, de las infecciones nosocomiales, de las apneas (episodios de pausas respiratorias), de la hipotermia (reducción de la temperatura corporal) y en el aumento de la lactancia materna –afirmó–. Este estudio confirma la reducción de la mortalidad, en un porcentaje muy alto (32 %). Otra novedad es que comprueban que cuanto antes se inician los ‘cuidados canguro’ y cuantas más horas al día se disfrutan, mejores resultados. Pero reconocen que no pueden generalizar estos resultados a los prematuros extremos, que son los más frágiles”.
Larguía aclara que donde más se demostró que disminuye la mortalidad es en países de bajos recursos, como la India o los países africanos. “En nuestro servicio de neonatología, el impacto sobre la mortalidad no va a ser importante, pero sí sus efectos en los aspectos vinculares, psicológicos y en la producción de leche materna”, destaca.
Durante esa "hora sagrada”, el bebé llora cuando los pulmones se expanden por primera vez, se despierta, y empieza a mover la cara, sacar la lengua y mirar a la madre. Más o menos a los 35 minutos, se mueve sobre el pecho buscando la mama. Y alrededor de una hora después del nacimiento puede prenderse al pezón y comenzar a succionar. Aproximadamente a la hora y media del parto, el bebé y también la madre pueden caer en un sueño de descanso.
"Estamos acostumbrados a hacer, pero en ese momento tenemos que resignarnos a ‘no hacer’”, aconseja Larguía.