El amor es ciego... por lo menos, en las moscas de la fruta

Cuando están cerca de aparearse, los machos no ven las amenazas; lograron descifrar los mecanismos moleculares que provocan una virtual ceguera que los hace ignorar estímulos externos.

28 de agosto, 2024 | 12.04

“El amor es ciego y los amantes no pueden ver las bellas locuras que hacen”, le hace decir Shakespeare a Lorenzo, uno de los personajes de El Mercader de Venecia.

La ceguera del amor, una suerte de “locura” que puede llevar a olvidarse hasta de la propia preservación es un tema recurrente en la literatura… y en la vida. Abelardo y Eloísa pagaron muy caro su romance: él, con la castración y ella, con la reclusión de por vida en un convento. Romeo y Julieta eligen el suicidio antes que vivir separados. Este estado excepcional que comprobamos en tantas parejas hace que resulte aún más curioso y sugestivo el descubrimiento que hoy publica nada menos que la revista Nature.

Un equipo liderado por la bióloga argentina Carolina Rezaval, investigadora de la Universidad de Birmingham, Reino Unido, comprobó que cuando están próximos a copular, los machos de la mosca de la fruta (Drosophila melanogaster) sufren una virtual ceguera que los hace ignorar estímulos externos, como las amenazas de depredación. No solo lo observaron, sino que además explicaron los engranajes moleculares detrás de semejante comportamiento que pone en riesgo la propia vida. "Cuando la mosca está cerca de aparearse, si se presenta una amenaza, simplemente no la ve”, cuenta.

La científica, nacida en General Roca, Río Negro, egresada de la UBA, doctorada en la Fundación Instituto Leloir y posdoctorada en la Universidad de Oxford, dirige desde 2018 un laboratorio que estudia cómo el cerebro prioriza ciertas acciones en lugar de otras. “La toma de decisiones es la clave de todo: de quiénes somos, qué hacemos, cómo navegamos el mundo”, afirma en el ingreso a su página digital. Y agrega: “Los animales hacen elecciones conductuales minuto a minuto para sobrevivir en un ambiente cambiante. Un enigma de larga data es cómo evalúan las opciones alternativas en el cerebro y priorizan acciones específicas”. En su trabajo, intenta responder esta pregunta usando como modelo la mosca de la fruta, Drosophila, cuyas neuronas son fáciles de observar y manipular, y pueden revelar principios fundamentales que tal vez estén presentes en otras especies.

“Estábamos estudiando cómo los animales expuestos a motivaciones opuestas deciden entre cortejar (es decir, reproducirse) y escaparse de una amenaza (sobrevivir) –cuenta la investigadora–. ¿A qué le dan prioridad? Lo primero que vimos es que, al principio, si exponíamos a los machos a una amenaza visual (luces y sombras para simular el efecto de un predador volando cerca), se escapaban. Es decir, priorizaban su supervivencia por sobre la reproducción. Pero a medida que iba avanzando en el cortejo y se acercaba al objetivo de la cópula, dejaba de percibir la amenaza y seguía cortejando a la hembra, a pesar del peligro. Esto es interesante, porque de alguna forma el animal cambia su percepción del riesgo, dependiendo de si ya invirtió mucho en el cortejo. Cuando empieza, trata de priorizar su seguridad, pero después se centra en copular e ignora la amenaza visual”. 

La investigadora argentina Carolina Rezaval

Este comportamiento antiintuitivo no hizo más que incentivar la curiosidad de los científicos. De modo que decidieron emplear las fenomenales herramientas desarrolladas para estudiar estos insectos, cuyo cerebro tiene el tamaño de una semilla de amapola, y está compuesto por unas 100.000 neuronas y decenas de millones de conexiones entre ellas, pero que les permiten tener comportamientos complejos. 

“Quisimos entender desde las moléculas a las neuronas, a los circuitos, cómo toman esta decisión –explica Rezaval–. Y lo que encontramos es que ciertas neuronas visuales activan circuitos serotoninérgicos [de la serotonina, un neurotransmisor; es decir, una sustancia química que transporta señales entre las células nerviosas] que a su vez inhiben la función de las neuronas que inician el cortejo en el macho. Pero después vimos que a medida que el animal corteja a la hembra, hay un aumento de la señal de dopamina que inhibe las neuronas que normalmente responden a la amenaza visual. Se podría decir que, de alguna manera, vuelven al animal ‘ciego de amor’. Lo llamamos love blind; es decir, cuando está cerca del apareamiento, es incapaz de ver las amenazas. Esta escalada de dopamina va reflejando minuto a minuto cómo la mosca va avanzando en el cortejo. La ceguera a la amenaza se establece cuando el animal ya está cerca del apareamiento, que es cuando empieza a mover el abdomen para copular con la hembra”.

En otros contextos, este mismo aumento de dopamina se observó en mamíferos. “Por ejemplo, en el laboratorio, se asocia con la expectativa de una recompensa –destaca la científica–. Cuando uno pone ratas que saben dónde está la comida y el agua en un laberinto porque fueron entrenadas previamente para encontrarlas, la dopamina empieza a aumentar cuando se van acercando a la recompensa. Es como un reflejo de la cercanía al objetivo”.

El cerebro de la mosca de la fruta

Rezaval y su equipo creen haber descubierto un nuevo mecanismo, una suerte de filtro (modulado por el aumento de la dopamina) que suprime “ruido” e interferencias distractivas a medida que el animal se va a acercando a una meta importante, como es la cópula. Simplemente, deja de verlos. “Esta escalada de la dopamina no solamente refleja la expectativa de la recompensa a la que se va acercando, sino que además hace que pueda focalizarse en eso suprimiendo los estímulos sensoriales que están distrayéndolo –subraya–. Aumenta la atención en lo que está haciendo mediante la supresión de otros estímulos en un contexto conflictivo”.

También consideran que este mecanismo mediado por la dopamina no solo es importante para priorizar entre sexo y peligro, sino que puede llegar a regir en otras situaciones de conflicto. Podría explicar la conducta de andinistas que continúan ascendiendo aunque el clima haya cambiado y las condiciones se hayan vuelto peligrosas, porque están cerca de la cima. O la de deportistas que optan por ponerse en riesgo porque pueden marcar un récord o ganar una medalla.

Podría ser que evalúen el contexto de manera diferente porque ya invirtieron un montón en lograr ese objetivo, pero no me gusta hacer esa analogía porque hablamos de la mosca de la fruta” –subraya–. Ahora quisiéramos ver si lo mismo ocurre en mamíferos y en humanos. Por ejemplo, si existen mecanismos moleculares que nos lleven a concentrarnos más en algo en lo que estamos progresando mediante la supresión de ciertos estímulos sensoriales. El animal  ya no ve amenazas, ya no puede detectar el peligro porque está muy cerca de la cópula, y eso hace que priorice el apareamiento por sobre la supervivencia. Cuando uno está en una situación de romance, su percepción sensorial cambia y ve las cosas de otra manera. También en polillas se vio que dejan de detectar los ultrasonidos de los murciélagos, que son sus predadores, cuando están persiguiendo una hembra. En el caso del cortejo animal, pensamos que estos cambios en la percepción sensorial ayudan a que haya éxito reproductivo, que es una de las cosas más importantes desde el punto de vista evolutivo. Y puede que esta ‘ceguera de amor’ sea un principio conductual presente en todos los organismos, aunque no podemos hacer esa extrapolación”. 

Rezaval con su equipo de la Universidad de Birmingham

Lorena Franco, investigadora del Conicet en el Departamento de Física Médica del Centro Atómico Bariloche, que no participó en la investigación, considera que el trabajo es excelente. "Analiza cuáles son los circuitos neuronales que están por debajo de la toma de decisiones de un animal cuando tiene que sopesar dos variables importantes: aparearse o sobrevivir (...). Lo interesante es que ellos pudieron estudiar estos mecanismos en dos momentos. Cuando el macho empezó con el cortejo, que tiene una secuencia de pasos característicos, si ve una amenaza, decide parar, prioriza la supervivencia. Ahora, si ya está más avanzado, sigue adelante. Y lo analizaron con técnicas de punta para registrar la actividad de neuronas incluso en vivo. Así, pudieron distinguir cuáles son los dos circuitos que están operando para que se den estas decisiones. Al principio, cuando la mosca recién empieza a cortejar, si detectan una amenaza, hay unas neuronas visuales que van a desencadenar una inhibición mediada por serotonina que hace que se aborte el cortejo. Sin embargo, a medida que avanza, empieza a jugar un rol central la dopamina y eso hace que la actividad de unas neuronas visuales disminuya. Eso les permite a las moscas ignorar la amenaza y terminar de cortejar. La pregunta es muy interesante y el trabajo, excelente. Carolina [Rezaval] es una 'grosa'".