El caso María Soledad fue uno de los femicidios más resonantes en la historia de Argentina. En 1990, la joven de 17 años fue encontrada asesinada en un basural en Catamarca, con signos evidentes de haber sido violada. El asesinato, y los intentos de encubrir a los culpables, desató una serie de eventos que revelaron un entramado de poder, complicidad y corrupción entre las élites locales. La pregunta que aún resuena es quiénes fueron los responsables y cómo influyó el poder político en el encubrimiento.
El caso María Soledad Morales
El 7 de septiembre de 1990, María Soledad Morales asistió a una fiesta que llevaba el nombre de "La noche de la sorpresa", donde se realizaría la elección de la Reina de los Estudiantes. Esta fiesta tenía como objetivo recaudar fondos para el viaje de egresadas, y fue la última vez que la joven fue vista con vida. Dos días después, su cuerpo fue encontrado con signos de haber sido brutalmente agredida y violada. Este hecho conmocionó a toda la provincia y posteriormente al país entero.
El caso rápidamente tomó una relevancia nacional por la gravedad del crimen y las sospechas sobre un posible encubrimiento por parte de sectores poderosos de la sociedad catamarqueña. Las irregularidades en la investigación y los numerosos testigos falsos llevaron a muchos a cuestionar el accionar de las autoridades locales.
MÁS INFO
Los acusados y la red de poder
Uno de los factores más impactantes del caso María Soledad fue la implicación de figuras vinculadas al poder político y económico de la provincia de Catamarca. Entre los principales acusados se encontraba Guillermo Luque, hijo del entonces diputado nacional Ángel Luque. Guillermo fue señalado como el autor material del crimen, ya que habría llevado a María Soledad Morales a una fiesta donde fue abusada por varios hombres.
En dicha fiesta también estuvieron involucrados otros jóvenes con conexiones políticas importantes. Entre ellos, Pablo y Diego Jalil, sobrinos del intendente de la ciudad de Catamarca, y Arnoldito Saadi, primo del gobernador de Catamarca Ramón Saadi. Miguel Ferreyra, hijo del jefe de la policía, también fue señalado por participar en los eventos que culminaron en la muerte de la joven.
A estos hombres se les comenzó a denominar como los "hijos del poder", una expresión que se refiere a su parentesco con figuras influyentes del ámbito político de la provincia. A pesar de las pruebas y testimonios, el juicio y la condena tardaron años en llegar, y la impunidad pareció ser la norma durante gran parte del proceso.
El rol de Luis Tula en el caso
Luis Tula, quien mantenía una relación cercana con María Soledad Morales, fue otro de los acusados en el femicidio. Aunque no fue señalado como autor material del asesinato, fue acusado de haber entregado a la joven a Guillermo Luque, facilitando así su participación en la fiesta. Tula fue condenado en 1998 a nueve años de prisión por su rol en los eventos que llevaron al trágico final de la joven. Este juicio y las condenas revelaron el grado de protección que estos jóvenes habrían recibido, no solo de sus familias, sino también de instituciones claves del Gobierno, como la Policía y la Justicia.