El ARA General Belgrano tardó menos de una hora en hundirse luego de ser impactado por un torpedo inglés, hace exactamente 40 años. En ese rato perdieron la vida 323 de sus tripulantes, la mitad de los caídos argentinos durante toda la Guerra de Malvinas.
A las 16 horas del domingo 2 de mayo de 1982, el General Belgrano todavía navegaba tranquilamente en dirección hacia las islas con 1093 tripulantes, a unos 160 km. de la isla de los Estados y fuera de la zona de exclusión que delimitaba el área sobre la que podían producirse ataques bélicos directos.
Un minuto después, el submarino nuclear HMS Conqueror, por orden directa de los mandos británicos, lanzó el primer torpedo contra el buque argentino. Carlos Acosta, integrante de la 6° división de artillería del crucero, se encontraba en ese momento de guardia en la torre 1.
"Había una tormenta tremenda y frío cuando se produjo el primer torpedo, que impactó en la sala de máquinas y cortó toda la energía", recordó Acosta en diálogo con El Destape. Instantes después se produjo una segunda explosión que destruyó unos 15 metros de la proa del barco. Hubo además un tercer tropedo que siguió de largo, remarcó el sobreviviente.
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Muchos de los 323 fallecidos se encontraban en ese momento en el comedor, a solo 10 metros del primer impacto, por lo que fueron alcanzados por la bola de fuego. "Los atravesados por ese aire abrasador sufrieron quemaduras en partes del cuerpo no cubiertas y las medias de nylon agravaron las consecuencias al derretirse sobre la piel. La reacción instintiva de cubrir la cara con las manos, evitó quemadura en los ojos. No así en el cabello, en orejas y en el dorso de las manos", recordó otro sobreviviente en un testimonio que décadas después difundió la propia Armada Argentina en su sitio oficial.
Los escombros imposibilitaron que los encargados de las tareas de mantenimiento accediesen a la sala de máquinas para reparar los daños, por lo que a las 16:10 el buque ya se había inclinado unos 10°.
A las 16:20 la inclinación ya era mayor a los 20° y se llegó al punto de no retorno: el hundimiento del barco era inevitable y evidente para todos los tripulantes que hasta ese momento habían sobrevivido.
En ese rato, "no fueron pocos los que bajaron varias veces a las cubiertas inferiores para prestar ayuda o buscar a alguien. Nadie posible de ser socorrido quedó sin asistencia. Por el contrario, algunos dieron la vida por ofrecer esa maravillosa ayuda", recuerda el testimonio de la Armada. Los médicos y enfermeros tenían la orden de atender únicamente a los heridos graves.
A las 16:23 el comandante dio por fin la orden de abandonar el buque. Los primeros en ser cargados a las balsas fueron los heridos. Cada una tenía capacidad para 20 personas, pero en muchas había varias más.
Acosta, recuerda: "Caí en el agua. Aunque el mar estaba picado un compañero me alcanzó a subir en una balsa. Salimos empetrolados y empezamos el rescate de más compañeros que caían al agua".
El comandante fue el último en saltar de la cubierta, a las 16:40. "Ya nadie fuera de las balsas quedaba con vida. Las preocupaciones y problemas comenzaron a estar confinados dentro de cada pequeño recinto. La evolución de los heridos graves pasaba a convertirse en un desafío para quienes compartirían las horas futuras", narró el testimonio de la Armada.
A las 17 horas en punto, 59 minutos después del primer impacto, el barco finalmente se hundió en el mar. "El crucero fue noble, porque en otros hundimientos los buques se llevan muchas balsas pero este no se llevó ninguna, salvo una que fue arrastrada por el ancla que se desprendió y se llevó un par de compañeros", recordó Acosta.
El marino pasó un día y medio a la deriva, hasta que el destructor Bouchard rescató a los sobrevivientes. Muchos de los fallecidos, sin embargo, perecieron por el frío y las heridas durante esas horas.
El hundimiento del ARA General Belgrano, un crimen de guerra
Mucho se ha discutido acerca de si el hundimiento del General Belgrano se trató o no de un crimen de guerra, debido a que se encontraba fuera de la zona de exclusión.
Acosta, sin embargo, ofrece otra razón por la que debe considerarse que el ataque al crucero no fue un acto bélico legítimo. "Una cosa es un torpedo en la sala de máquinas, pero tres torpedos es un crimen de guerra. Ellos (los británicos) sabían el poder de fuego".
Sin embargo, el excombatiente asegura que no tiene resentimiento para con los mandos británicos, o que, en todo caso, lo que sufrió es la injusticia de toda guerra en general: "Es una guerra, es económica y política y los que mueren son los de abajo".