Los políticos outsiders ganan terreno en EEUU y Europa

19 de septiembre, 2015 | 17.54
Donald Trump y Bernie Sanders en Estados Unidos, el laborista Jeremy Corbyn y los ultra nacionalistas de UKIP en Gran Bretaña, Marie Le Pen en Francia y Podemos en España, la lista podría extenderse más.

Se trata de dirigentes y fuerzas que, hasta hace muy poco, eran marginales o no existían y que hoy ocupan el centro de la política en países poco acostumbrados a los sacudones en sus sistemas de partidos.

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En el caso de Estados Unidos, país emblema del bipartidismo y la construcción de candidaturas de "centro", es notable cómo en las campañas de las primarias ganaron terreno liderazgos que se ubican claramente en los extremos ideológicos, tanto de los republicanos como los demócratas.

Las declaraciones altisonantes de Donald Trump, despreciando a los inmigrantes mexicanos, sin dudas parece haber servido para congraciarse con la minoría anglosajona del interior profundo de Estados Unidos. Pero eso no es todo: en el discurso de Trump también hay un condimento anti finanzas e incluso una propuesta de cobro de impuestos a los más ricos.

Como marcó el premio Nobel de economía Paul Krugman, ubicado en la vereda ideológica opuesta a Trump, "sus adversarios en el partido republicano lo critican por las cosas en que Trump tiene razón". Eso incluye, además, una defensa del sistema de salud gratuito, casi un anatema para la derecha norteamericana. En el mismo sentido se expresó el CEO de Goldman Sachs, Lloyd Blankfein: "que Trump tenga el dedo sobre el botón me vuelve loco", en alusión al poder nuclear que tienen los presidentes de Estados Unidos.

En definitiva, aunque por derecha, la candidatura de Trump no puede leerse como un avance conservador lineal, sino de un discurso que combina xenofobia con críticas al status quo.

En el otro extremo, Bernie Sanders, que ya se había presentado otras veces como precandidato demócrata, parece ahora con más chances de dar pelea al interior del Partido Demócrata, y poner en apuros a Hillary Clinton, a la que todos daban como número puesto.

Aunque en otras latitudes apenas calificaría como reformista, dentro de Estados Unidos Sanders es un "socialista". En su página web puede leerse algo así como la declaración de principios de su candidatura: "El pueblo estadounidense debe tomar una decisión fundamental: ¿Qué debemos seguir? ¿El descenso en los últimos 40 años de nuestra clase media y la disparidad creciente entre la clase muy rica y todos los demás? O por lo contrario, ¿deberíamos de luchar por una estrategia económica progresiva que crea nuevos trabajos, aumenta los salarios, proteja el medio ambiente y ofrezca servicios de salud para todos?"
Algo parecido sucede del otro lado del Atlántico, en la política británica. En los últimos días se produjo la victoria de Jeremy Corbyn como nuevo líder del opositor partido Laborista. El giro ideológico del partido es fenomenal si se tiene en cuenta que hasta el ascenso de Corbyn la línea del partido respondía a lo que en su momento había inventado Tony Blair: una mezcla de pragmatismo y abdicación frente a las tesis neoliberales.

Corbyn propone volver a nacionalizar los ferrocarriles, controlar los precios de alquileres y mantener el sistema de salud gratuito que aún no fue desmontado por las administraciones conservadoras. Desde ya, Corbyn también tiene una postura favorable a los inmigrantes.

La contracara de este fenómeno también existe en la isla: el partido UKIP (Partido de la Independencia del Reino Unido), ultra conservador, partidario de abandonar la Unión Europea y antiinmigrante, es desde este año el partido inglés con mayor representación en el Parlamento Europeo. En las municipales del año pasado alcanzó el 25% de los votos.

En Francia, también se tambalea el sistema de partidos tradicional. Marine Le Pen es hoy la dirigente con mayor intención de votos y ganaría con comodidad la primera vuelta en las elecciones presidenciales de 2017.

Con un histórico discurso no sólo xenófobo sino antisemita, el Frente Nacional está inmerso en una disputa familiar: Marine intenta desde hace un tiempo "desdiabolizar" a la ultra derecha francesa. Pero para eso necesita matar políticamente a su padre, Jean Marie, que es la corporización de ese discurso extremista. El padre intenta aferrarse al partido y se niega al retiro jubilatorio.

Más allá de este culebrón familiar-partidario, el Frente Nacional también expresa, desde la derecha, un descontento social profundo. En el discurso de Marine Le Pen la intolerancia cultural más básica se combina con una crítica al predominio alemán. Una semana atrás, dijo que "Alemania probablemente piense que su población está moribunda yes probable que esté buscando salarios más bajos y continúe contratando esclavos por medio de la oleada de inmigración".

Desde ya, la irrupción de Podemos en España o de Syriza en Grecia son experiencias más conocidas y comparten una matriz reformista de izquierda más clara.

Este pantallazo, aunque muy escueto, nos permite ver un momento convulsionado en la política de los países centrales, donde las certezas parecen suspendidas en el aire. Tal vez como efecto de la crisis económica y de las respuestas poco satisfactorias de los elencos estables de los partidos, los electorados decidieron correr el amperímetro ideológico y buscar en los extremos lo que los "centros" no fueron capaces de ofrecer.