En nuestro país viven más de 7 millones de jóvenes que estudian, trabajan y cuidan aunque no lo hacen en las mismas condiciones que la población de mayor edad. Al mirar la inserción en el mundo del trabajo formal de las y los jóvenes argentinos sobresale una menor estabilidad laboral y un peor nivel de ingresos, lo que además genera mayores dificultades para el acceso a la vivienda. De esta manera, se trata de un sector que tiene tasas de actividad y de empleo que se ubican entre 10 y 20 puntos por debajo del promedio general, en tanto que más de la mitad (57%) trabaja en la informalidad, y llegan a duplicar la tasa de desocupación general, lo que afecta la calidad de vida y configura un panorama de clara desigualdad con relación al resto de la población.
Los datos se desprenden de un informe del Ministerio de Economía nacional que reconoce y analiza las brechas que existen en la economía argentina dando cuenta de que, lejos de los supuestos que sostienen que la mayoría de las y los jóvenes no estudia ni trabaja, al menos 4 de cada 10 se dedican a estudiar, 3 de cada 10 a trabajar de manera remunerada, 1 de cada 10 hace las dos cosas. Sin embargo, también se puso el foco en las diferentes realidades laborales que muestran que los jóvenes trabajan, en promedio, casi las mismas horas que la población general pero tienen ingresos un 30% inferiores, diferencia que se agrava aún más en el caso de las mujeres, y de esa manera están sobrerrepresentados en los deciles de menores ingresos -donde casi la mitad tiene entre 14 y 29 años- y son sólo el 7% de las personas del decil de mayores ingresos de la población.
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No se trata de una problemática solo de nuestro país, a nivel global si bien el 41% de los jóvenes trabaja tiene muchas dificultades para su inserción laboral. De acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la tasa de desocupación global de esta franja etaria en 2022 fue de 14%, lo que implica casi el triple de la tasa del total de la población (15 años y más) que fue de 5,8%. En particular en Argentina, según datos del CEP XXI, la generación de 18 a 33 años tiene una media de 3 empleos en 2023, vinculados a actividades administrativas, comerciales y de la construcción, en tanto que casi 4 de cada 10 jóvenes en el país tenía responsabilidades de cuidado, sobre todo quienes viven en hogares de menores ingresos.
Estos datos permiten conocer la realidad económica y laboral de este sector de la población, desmitificar algunos prejuicios que recaen sobre la juventud, analizar el impacto de las políticas implementadas y los desafíos futuros para “profundizar las líneas de acción para generar oportunidades laborales y de educación”, según destacaron desde Economía.
Trabajo e ingresos de los jóvenes argentinos
Las y los jóvenes en nuestro país (considerando la franja de 14 a 29 años que toman las mediciones oficiales) superan los 7 millones de personas, llegando a ser casi el 25% de la población relevada en la Encuesta de Hogares que realiza el Indec. En detalle, 2,4 millones tienen entre 14 y 18 años, 2,2 millones entre 19 y 23, y 2,5 millones se ubican entre los 24 y 29 años.
En cuanto a las características de este grupo etario y a diferencia de las ideas que buscan instalar el predominio del llamado fenómeno “ni-ni” que plantea que la mayoría de los jóvenes ni estudia ni trabaja, datos nacionales dan cuenta de que el mayor porcentaje se encuentra cursando estudios y/o trabajando para subsistir. Tal es así que el 40,7% estudia, el 30,6% tiene un trabajo remunerado y el 10,4% estudia y trabaja, en tanto que menos de 2 de cada 10 jóvenes no estudia ni tiene ingreso a través de un empleo pago. Sobre este último grupo el informe “Jóvenes en movimiento” del Ministerio de Economía nacional explicó igualmente que se trata en un 59% de mujeres de las cuales 5 de cada 10 es ama de casa, es decir que un tercio de los “nini” son mujeres que están realizando tareas de cuidado de otras personas.
Respecto de la situación que atraviesan en el mundo del trabajo, este grupo etario registra históricamente tasas de actividad y empleo más bajas que las de la población total. Por un lado la tasa de actividad de las y los jóvenes de 14 y 29 años fue en el primer trimestre de 2023 del 54,3% entre los varones y del 43,9% entre las mujeres, ubicándose 16,6 puntos y 8,3 puntos por debajo de las tasas totales para varones y mujeres, respectivamente. En cuanto al empleo, las tasas de 36,5% (varones) y 47,4% (mujeres) si bien muestran cifras récord para este grupo etario, todavía están 19,1 puntos y 11,6 puntos por debajo de la población total. La menor estabilidad laboral va de la mano de mayores niveles de desocupación que tanto en mujeres como en varones jóvenes llega a duplicar a la población general. Así, la tasa de desempleo de las mujeres fue del 16,9% en el primer trimestre de este año, quedando 9 puntos por arriba de la desocupación total, y la de los varones jóvenes fue de 12,8%, unos 6,7 puntos más alta que la general.
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Se agrega también la informalidad laboral como una de las problemáticas que más atraviesa a la juventud: el 57,2% de las mujeres y el 56,9% de los varones jóvenes no percibieron aportes jubilatorios por su trabajo en el tercer trimestre del 2022, según información oficial. “Esto se debe a que se insertan en mayor proporción en las ramas más precarizadas de la actividad económica por lo que de cada 5 trabajadores informales, 2 son jóvenes”, explicó el documento sobre el estado de situación y desafíos para este sector de la población. En relación, sobre las actividades en las que logran insertarse laboralmente, la principal tanto para mujeres como varones jóvenes es el comercio (emplea a un cuarto del total), y de entre los jóvenes que trabajan de forma asalariada en este rubro, el 66,4% lo hace informalmente. Otros sectores con fuerte presencia joven son la industria manufacturera (50,7% de informalidad entre asalariados jóvenes), los servicios financieros, de alquiler y empresariales (38,9% de jóvenes asalariados informales), la construcción (82,9% de jóvenes informales), los servicios comunitarios (73,3%), y hoteles y restaurantes (62,8% de asalariados informales).
Lo anterior repercute además en que las y los jóvenes tienen ingresos inferiores a los del conjunto de la población en el mercado de trabajo. Perciben, en promedio, ingresos totales un 30,5% inferiores al promedio de la población total, y en el caso de la ocupación principal (es decir la que demanda más cantidad de horas), ya sea por un empleo asalariado o independiente, los ingresos de las y los jóvenes son, en promedio, un 27,6% más bajos que los de la población total.
Otro aspecto clave para entender las realidades económicas de este grupo poblacional tiene que ver con aquellos jóvenes que son cabeza de familia. Según el relevamiento de Economía, “la proporción de jefes de hogares jóvenes es del 14,4% para los varones y el 12,5% para las mujeres” en tanto que casi la mitad del total (46,2%) alquila la vivienda donde vive. Lo anterior no es menor si se considera que ese porcentaje más que duplica al de la población total, en torno al 20%, dando cuenta de mayores dificultades para el acceso a un techo donde vivir. Por su parte cuando se trata de hogares con niños a cargo, sobresale la presencia de mujeres jóvenes: el tercer trimestre de 2022 hubo 1.160.000 mujeres a cargo de hogares con niños y sin presencia de cónyuge, de las cuales el 14,4% eran jóvenes, y en el mismo periodo el 40% de las titulares de AUH fueron mujeres jóvenes.
Brechas de género y desigualdad
Al igual que lo que ocurre en el conjunto de la economía, las brechas de género laborales, por ingresos y por tiempos de cuidados también se reproducen en la población juvenil, y “presentan una intensidad casi idéntica a la que se observa en la población total”, según la Dirección Nacional de Economía, Igualdad y Género. De esta manera, “pese a presentar la población joven en su conjunto una tasa de actividad menor a la general, al abrir la evolución por sexo se constata que los varones jóvenes registran, con la excepción de unos pocos trimestres, una tasa superior a la del total de mujeres de la población”, a tal punto se sostiene la desigualdad de género laboral que “aún los varones jóvenes se insertan más en el mercado laboral que la suma de las mujeres de todas las edades”. Es interesante considerar que, si se incorporaran las tareas domésticas en la medición de la tasa de actividad, “la brecha prácticamente desaparece en la población joven”.
Sobre lo anterior, la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo de 2021 reflejó que las mujeres jóvenes destinan 5:23 horas diarias al trabajo no remunerado, mientras que los varones jóvenes destinan sólo 3:06 horas al día a estas actividades. Además de dedicarle una mayor intensidad horaria, las mujeres jóvenes participan en mayor proporción: 83% frente al 67% de los varones.
En relación, como ya se ha mencionado en otras notas sobre el tema en este portal, un factor que juega un papel central son los estereotipos de género que asocian a las mujeres con los cuidados tanto en el plano doméstico como en el mercado laboral, mientras que los varones se emplean en ramas de actividad más dinámicas y estratégicas, y esto se repite también entre la población joven. Según los datos del informe de Economía, al menos 4 de cada 10 mujeres trabajaron en actividades relacionadas con los cuidados (trabajo en casas particulares, enseñanza y servicios sociales y de salud), sin embargo, y a diferencia del conjunto de las mujeres ocupadas, el grupo que va de 14 a 29 años también se empleó en actividades como servicios financieros, de alquiler y empresariales, y la industria manufacturera, lo que “puede dar cuenta de ciertos cambios en torno a la inserción laboral de las nuevas generaciones”.
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En materia de ingresos, las brechas entre las y los jóvenes son aún mayores. Si en el conjunto de la economía se ubican en torno al 27%, en este grupo poblacional suben hasta un 34,2%, y descienden, en parte, al mirar a jóvenes informales, ubicándose en 30,6%. Uno de los efectos a largo plazo de la informalidad laboral en general, pero en especial para las mujeres, es que que cuentan luego con menos años de aportes que los varones. Esto se ve reflejado en las estadísticas: el 85,3% de las mujeres jubiladas en 2022 accedió a la jubilación a través de una moratoria previsional, mientras que para los varones este número disminuye al 49,8%.
Políticas públicas y desafíos
La investigación a la que accedió El Destape relevó también las medidas que se tomaron en este último tiempo para “promover oportunidades para los y las jóvenes”. En ese sentido se destacó el programa Potenciar Inclusión Joven que busca asistir financieramente proyectos impulsados por jóvenes del país de entre 18 a 29 años en situación de vulnerabilidad, así como el Fomentar Empleo que contempla a jóvenes de 18 a 24 años que estén desempleadas y tengan los estudios secundarios completos brindando orientación laboral, complementando así el Programa Progresar que incentiva la finalización de los estudios, y extiende su cobertura hasta los 35 años para las personas a cargo de hogares monoparentales. Según los datos oficiales, en la convocatoria de 2022 este programa alcanzó a 1.369.825 estudiantes, la mayor tasa de cobertura desde que se creó en 2014 y el 65% de las beneficiarias fueron mujeres.
Se suman el programa Potenciar Nuestra Innovación (PONI) que apunta a fomentar proyectos con soluciones innovadoras de carácter tecnológico, social y ambiental que lleven adelante jóvenes de entre 18 a 29 años y PyMEs o cooperativas cuya composición societaria esté integrada en al menos un 50% por esa franja etaria. Así como la línea Procrear II Destino Joven, que ofrece la posibilidad, para jóvenes de 18 a 35 años, de acceder a un crédito hipotecario con tasa fija para la compra de una vivienda.
“Si bien los cambios comienzan a evidenciarse, aún quedan deudas pendientes con los y las jóvenes de nuestro país como profundizar las líneas de acción para generar oportunidades laborales y de educación”, destacó el informe de la cartera que conduce Sergio Massa y sumó la necesidad de “potenciar el mayor acceso de mujeres y jóvenes a puestos de empleo en los sectores que impulsan el crecimiento económico, como la industria y la economía del conocimiento, para avanzar en la reducción de las desigualdades”.