Una crisis inesperada y de incierto futuro

Se ha creado una gruesa fisura en el régimen libertario. Se agudiza su contradicción con las demandas mayoritarias del pueblo. Es clave lo que suceda en el Congreso y las calles.

16 de febrero, 2025 | 00.05
Una crisis inesperada y de incierto futuro Una crisis inesperada y de incierto futuro

“No necesita robar porque tiene mucha plata”: así es como la vulgata de la derecha argentina estableció la marca de la diferencia política en Argentina, el principio que dividió las experiencias populares (o “populistas”) de los tiempos oligárquicos. Es un interesante ejercicio, al respecto revisar los documentos fundacionales de los golpes militares que enunciaban los motivos del levantamiento. Todos hablan del “desgobierno”, de la “corrupción”, del abuso de poder; igual en 1930 que en 1955, en 1966 y en 1976. El “populacho”, organizado políticamente por Yrigoyen y luego por Perón, “asaltaba” al Estado para aprovechar sus recursos y construir sus dispositivos políticos que no tenían otra misión y otro objetivo que los de subvertir la paz social estimulando la rebelión de masas ignorantes y crédulas. Los gobiernos populares no tenían otros objetivos que no fueran la venganza de las masas incultas y sus protectores políticos o militares.

En el lenguaje popular, el argumento que se hacía circular era el de que los ricos no necesitan al estado para aumentar sus recursos. La original (y falsa divisoria de aguas) no resultaba muy difícil de refutar dados los dramáticos balances económicos que arrojaban los gobiernos cívico-militares fundados en esa original “sociología política”. La dictadura de 1976 y la posterior larga sucesión de gobiernos democráticamente electos que siguieron hasta hoy nunca terminaron de liquidar esa mitología elitista y antipopular. 

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El triunfo electoral de Milei establece una etapa particular. Porque la ultraderecha no es una simple repetición de viejos sueños liberales. Llega al gobierno con ínfulas revolucionarias, pero aún así la construcción de la “lucha contra la casta” como razón central de su necesidad y de su triunfo establece un extraño paréntesis. Toda (o casi toda) la línea de sus cuadros principales está formada por cuadros antiguos o nuevos de la casta política tradicional. Pero su lenguaje no era el clásico mensaje conservador en forma pura: su slogan fue contra “la casta”. Y la casta eran las viejas estructuras políticas conservadoras, que, a la vez, retomaron, de modo abrumadoramente mayoritario los clásicos recursos de la derecha liberal (con o sin el prefijo “neo”). La “casta” pasó rápidamente a ser las viejas políticas redistributivas recién derrotadas electoralmente. Era una revolución de derecha. 

Y la política de las nuevas élites retomó todos los lugares comunes de las viejas castas de la derecha. Los acuerdos con los acreedores, la sumisión en política exterior de Estados Unidos, el distanciamiento de los procesos transformadores en la región. Con ese giro, no quedó en pie ninguna de las promesas que tuvieran que ver con la inclusión, con la justicia social y la independencia nacional (hay que decir que no hubo muchas promesas de ese perfil. 

Es decir, pasamos de un coqueteo heterodoxo a un alineamiento sin límites a los parámetros geopolíticos y las correspondientes alianzas propias de todos los gobiernos de la derecha. Con un agregado: la intolerancia violenta contra cualquier vocabulario político que pudiera confundirse con una “concesión” democrática o popular. El enfrentamiento con la reciente protesta favorable a la igualdad de género fue claro y de una agresividad innegable. La agenda de Milei -no queda de esto ninguna duda- es la agenda de la derecha, particularmente de los sectores más agresivos de la derecha norteamericana, europea y mundial, sin concesión en materia alguna.

Esa derecha es ultraconservadora en materia de derechos individuales, colectivos y de género e incondicionalmente seguidora de la política del imperio respecto de nuestra región y el mundo. Los acontecimientos de estas horas lo confirman, Y dibujan en el futuro inmediato de la política argentina una agudización muy fuerte de la contradicción entre el régimen mileísta (cada vez menos respetuoso de las instituciones democráticas y las grandes mayorías sociales argentinas) y las demandas mayoritarias del pueblo. Hay que ser claros: las diferencias nunca dejaron de existir: puesto que las políticas económicas y sociales del régimen no se diferenciaron en nada importante de los mandatos hemisféricos de Estados Unidos ni de las clases y sectores sociales históricamente enfrentados con la democracia argentina. 

Pero lo ocurrido no es de menor importancia. Milei, que además de ser de derecha y rabiosamente pronorteamericano es una persona torpe y absolutamente incapaz para ejercer el cargo que ganó legítimamente con el voto popular, terminó por manifestar con absoluta contundencia una grave crisis política cuyo manejo necesitará de mucha inteligencia política y manejo de los tiempos (cuestiones ambas de las que dramáticamente carece el presidente).

Estamos en un pasaje incierto de la política argentina. Cuando un grupo político entra en una gravísima crisis política, su respuesta habitual es la de ocultarla y negarla. Patricia Bullrich ya se lanzó sobre la granada tratando de presentar el caos bajo la forma de las más tranquilas y pacíficas formas de la democracia. Veremos cómo le va. Lo que hoy parece indicado considerar desde el campo de los intereses populares es que se ha creado una gruesa fisura en el régimen libertario. Y será decisivo lo que suceda en el Congreso. Pero sobre todo lo que suceda en la calle. 

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Edgardo Mocca

Periodista y politólogo.