Guerra en Ucrania: Trump pega un volantazo y decide hablar con Putin

El sopapazo para el gobierno ucraniano y para los europeos por la charla entre Donald Trump y Vladimir Putin por la guerra fue brutal. 

16 de febrero, 2025 | 00.05
Guerra en Ucrania: Trump pega un volantazo y decide hablar con Putin Guerra en Ucrania: Trump pega un volantazo y decide hablar con Putin

Las comunicaciones telefónicas Washington/Moscú ocuparon gran parte de las pesadillas reales y de las ficciones creativas del siglo XX. El planeta temblaba: después de eso, cualquier cosa –fatal- podía suceder. ¿Y ahora? Una réplica inesperada de aquellas llamadas, con final incierto, capturó, esta semana, la atención mundial. El 12 de febrero, a diez días de que la guerra en Ucrania cumpla su tercer año, Donald Trump llamó a su par ruso, Vladimir Putin, para conversar, durante una hora y media, sobre uno de sus planes más publicitados: la paz ucraniana.

Trump lo hizo, a su estilo, de forma expeditiva (hacía apenas 23 días que estaba en la Casa Blanca), sin intermediarios, con mucha publicidad e ignorando las reglas mínimas de la convivencia política, es decir, llamó a Putin para discutir los términos de un acuerdo de paz en Ucrania sin avisarle antes a los otros involucrados en el conflicto: ni a sus socios de la OTAN ni al gobierno ucraniano ocupado por Volodimir Zelensky.

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El mensaje implícito de Trump estaba clarísimo: “No perdamos el tiempo en apariencias; hablemos entre quienes tenemos realmente la posibilidad de decidir. Ucrania es el chivo expiatorio y Europa, le guste o no, va a hacer lo que nosotros digamos”. El sopapazo para el gobierno ucraniano y para los europeos fue brutal. 

El fin de la guerra es una ficha clave del master plan trumpista que busca arrasar con las fuerzas globalistas y reformatear el escenario internacional, no para evitar el fin de la unipolaridad (algo ya irreversible) sino para jugar fuerte en el actual proceso de transformación del sistema-mundo. Trump señala a los opositores demócratas, en especial a su antecesor Joseph Biden como los grandes culpables.

“La guerra empezó porque Biden salió y dijo que Ucrania podía entrar en la OTAN”, aseguró a los periodistas en el Salón Oval tras hablar con Putin. Eso fue una “estupidez” de un “incompetente” ya que no existe “ninguna posibilidad de que un país en la posición de Rusia permita ese ingreso”.

Ucrania no será parte de la OTAN

“Quiero dar las gracias al presidente Putin por su tiempo y esfuerzo en relación a esta llamada (…) Creo que este esfuerzo llegará a buen puerto, ¡espero que pronto!”, escribió Trump en la red Social TruthDurante las conferencias de prensa posteriores a la conversación con Putin, el presidente estadounidense no perdió oportunidad para ensalzar a su par ruso y para filtrar información clave sobre el virtual acuerdo de paz.  “Oí decir que (Moscú) no quiere una solución provisional del conflicto”, comentó a los periodistas antes de confirmar, con su típica ambigüedad, que Putin ya había conseguido dos de sus principales reivindicaciones: que Ucrania no volverá a tener el mismo territorio que antes de la guerra y que no ingresará a la OTAN.

Los hechos fueron así: en el mismo momento en que Putin y Trump dialogaban, el jefe del Pentágono, Pete Hegseth, en la sede de la OTAN en Bruselas, les informaba a los europeos sobre las nuevas reglas. “Hay que empezar a reconocer que volver a las fronteras de Ucrania anteriores a 2014 es un objetivo poco realista. Perseguir esta meta ilusoria solo prolongará la guerra y causará más sufrimiento”, afirmó. 

Los europeos miraban azorados. Luego Hegseth sumó dos tragos amargos más: 1) que la adhesión de Ucrania a la OTAN “no sería un desenlace realista de una solución negociada” y que 2) “como parte de cualquier garantía de seguridad, no habrá tropas estadounidenses desplegadas en Ucrania”. En resumen, una vez más, como sucedió en la guerra de Kosovo, serán los europeos los que tendrán que pagar los platos rotos de la fiesta.

“Salvaguardar la seguridad europea debe ser un imperativo para los miembros europeos de la OTAN”, dijo el jefe del Pentágono y de paso les aconsejó “lo que es más importante, es ser sinceros con sus ciudadanos sobre la amenaza a la que se enfrenta Europa”.

Al ser interrogado sobre el veto al ingreso de Ucrania a la OTAN, Trump no tardó en avalar los dichos de Hegseth en Bruselas: “Me parece bien. Creo que probablemente sea cierto y además (Putin) no lo permitiría”.

Rusia reiteró la importancia de eliminar las causas iniciales de la guerra como son la posible incorporación de Ucrania a la OTAN y la creciente nazificación y militarización del territorio ucraniano. A esto se suman, entre otras exigencias rusas, el fin de las sanciones económicas contra Moscú y la incorporación a la Federación Rusa de los territorios cuyos habitantes votaron a favor de ser parte de ese país.

Europa, la más humillada

La Unión Europea, que lo dio todo, se privó del gas ruso, recibió a quienes huían de Ucrania, censuró la prensa rusa, entre decenas de pruebas de fidelidad a Washington, fue rechazada en la mesa de los grandes. La reacción fue una declaración conjunta publicada por Alemania con el apoyo de sólo una parte de la UE (Francia, Polonia, Italia, España, el Reino Unido, la Comisión Europea y el Servicio Europeo de Acción Exterior). Pedían participar en las conversaciones. “Estamos deseando debatir el camino a seguir junto con nuestros aliados estadounidenses. [...] Ucrania y Europa deben formar parte de cualquier negociación”.

En cambio, dirigentes europeos opuestos a la guerra en Ucrania como el primer ministro de Hungría, Viktor Orban, criticaron el documento y la reacción de Bruselas, poniendo de manifiesto la grieta que fragmenta al bloque. “Ustedes no pueden pedir un asiento en la mesa de negociaciones. ¡Tienen que ganárselo! A través de la fuerza, el buen liderazgo y la diplomacia inteligente. La posición de Bruselas —apoyar la matanza todo el tiempo que haga falta— es moral y políticamente inaceptable. El liderazgo y las instituciones de la UE debería tomar la iniciativa y presentar propuestas en lugar de esperar como conejos cobardes a que los ataquen. No hay piedad para los débiles”, fustigó.

Un día después, el viernes 14 de febrero, en la inauguración de la Conferencia sobre Seguridad de Munich, el vicepresidente estadounidense, J.D. Vance (quien tuvo allí un breve encuentro con Zelensky del que poco se sabe) volvió a humillar a los europeos recordándoles que todo lo que ellos creían haber hecho bien, estaba mal.

“La amenaza que más me preocupa respecto a Europa no es Rusia ni China ni ningún otro actor externo. Me preocupa la amenaza desde dentro, el retroceso de Europa respecto a algunos de sus valores más fundamentales, compartidos con Estados Unidos”, castigó Vance.

De inmediato cuestionó su democracia. “Oír que las cortes europeas cancelan las elecciones en Rumania es chocante para los oídos estadounidenses. Durante años se nos ha dicho que todo lo que financiamos y apoyamos es en nombre de nuestros valores democráticos compartidos. Pero si están corriendo con miedo a sus propios votantes, no hay nada que Estados Unidos pueda hacer por ustedes y, por ende, no hay nada que puedan hacer por el pueblo estadounidense, que me eligió a mí y al presidente Trump”.

Sin dar respiro y ante una sala muda, Vance reiteró las palabras de Trump sobre las expectativas de paz en Ucrania. Una parte de la UE, sobre todos sus dos mayores potencias, Francia y Alemania, consustanciados con los lineamientos del gobierno Biden, rechazan dialogar con Moscú, al parecer ciegos sobre la catástrofe que se avecina. Ucrania no puede ganar la guerra y una derrota sería también una derrota de la OTAN.

Esto es lo que busca evitar Trump con su pragmatismo empresarial. Quiere acordar la paz con Rusia y convertir una capitulación vergonzosa en un triunfo relativo. El camino defendido por Biden y la cúpula europea iba rumbo al abismo. Los resultados ya estaban a la vista. 

La guerra en Ucrania estrechó, en una alianza poderosa, a sus dos principales rivales Rusia y China.

Las dos armas clásicas que acompañan a cualquier combate –las sanciones económicas y la guerra de propaganda (incluida la censura)- no sólo fracasaron, sino que ayudaron al enemigo ruso. La guerra le dio publicidad a los BRICS, permitió su fortalecimiento y una puerta hacia la desdolarización.

A Trump le gusta ganar. Vio que Ucrania es una ciénaga de la que Estados Unidos tiene que salir con urgencia y decidió torcer el rumbo. Reconoció la pérdida de hegemonía de su país (lo dijo el día de su asunción) y se preparó de inmediato para jugar, con otras cartas, una nueva partida.