La baja productividad de la estructura económica argentina y su impacto en empleo

Este fenómeno lo explican la concentración económica, la política de apertura comercial y de primarización de exportaciones, como también la proliferación de emprendimientos informales

23 de junio, 2022 | 21.25

La concentración económica, la apertura comercial y la primarización de las exportaciones del lustro pasado y la proliferación de emprendimientos de subsistencia e informales en los tejidos productivos explican la baja productividad que refleja el empleo y otros factores productivos en la Argentina y la región. El Informe Regional de Productividad realizado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) da cuenta que Argentina "exhibe un vuelco desde una contribución positiva tanto del balance (de productividad) entre sectores como entre empresas en el periodo pre-crisis financiera (2003-2008) hacia una contribución negativa de ambos factores en el periodo post-crisis (2013-2018)". Una mejora en la productividad (no entendida como reducción de salarios para "abaratar costos"; sino como mejora por la incorporación de tecnología) repercute en la prosperidad compartida de la mano de más y mejores empleos".

El documento destaca la mayor inversión del Estado argentino en Investigación y Desarrollo (I+D), casi el doble de la media regional, pero remarca que todavía es baja la adopción de nuevas tecnologías en la actividad económica. También se detalla el impacto de la pandemia y las nuevas condiciones laborales (home office) en la productividad y el bajo desempeño económico. Distintos organismos internacionales como la OCDE y el Banco Mundial señalan que la evolución de la productividad ha sido, durante las últimas décadas, uno de los aspectos más problemáticos del desempeño económico de América Latina y el Caribe. "La productividad laboral a nivel regional decreció persistentemente en términos comparativos con respecto al resto del mundo durante los últimos cuarenta años", sostiene el informe de la OIT.

El estancamiento de la productividad en América Latina respecto de otras regiones se explica en parte por aumentos de productividad intra-empresas significativamente menores a los observados en economías más dinámicas como las de Asia Pacífico. También inciden las marcadas ineficiencias en la dinámica de reasignación de recursos desde sectores declinantes, en términos de absorción de nuevos empleos, hacia sectores emergentes más productivos; a diferencia de lo observado en países que experimentaron procesos significativos de transformación productiva.

Este contenido se hizo gracias al apoyo de la comunidad de El Destape. Sumate. Sigamos haciendo historia.

SUSCRIBITE A EL DESTAPE

Un factor clave de esa declinación es la primarización de las exportaciones. "El predominio relativo en la región de sectores exportadores intensivos en recursos naturales, commodities intensivos en ellos y/o industrias capital-intensivas, no favorece la inserción de empresas pequeñas, tanto por sus limitaciones para realizar inversiones, como por el bajo nivel de encadenamientos que muchas de esas actividades exportadoras generan", señala el informe de la OIT. El escenario global post-pandemia impone asimismo la necesidad de replantear las cadenas de suministro global, abriendo la posibilidad de poner en marcha procesos de relocalización y acercamiento de los proveedores de insumos, abriendo espacios para explorar acuerdos de cooperación regional con potenciales implicancias en la geografía y complejidad económica de la región.

Uno de los efectos más evidentes de la pandemia ha sido la masificación del teletrabajo, en prácticamente todas aquellas labores en donde la presencialidad no constituye una condición esencial. "Estudios recientes identifican dos posibles efectos negativos relevantes a largo plazo del teletrabajo desde la perspectiva de la productividad: primero, la falta de interacciones presenciales "cara a cara" podría llevar a la pérdida de un terreno fértil para las ideas creativas y proceso de innovación; y segundo, la pérdida de las conexiones sociales y la oportunidad de intercambiar ideas de manera informal podría dar lugar a una pérdida de capital social en las organizaciones", explica el documento.

El derrotero por sector y país

Al comparar los procesos de transformación productiva de economías latinoamericanas con mayor desarrollo industrial relativo, tales como Argentina, México, Brasil y Chile, con lo ocurrido en Asia Pacífico y otros países desarrollados, se evidencia que "la apertura comercial indujo prematuramente en América Latina un proceso de desindustrialización". "Algunos de los principales rasgos estructurales que determinan ineficiencias en la reasignación inter-sectorial de recursos en la región (países como Argentina, Brasil, Chile y Colombia), procesos de desindustrialización prematura en comparación a economías de más temprano y mayor desarrollo industrial; baja complejidad de matrices productivas; débiles procesos de diversificación productiva hacia actividades más complejas desde el punto de vista de conocimientos y capacidades y débil articulación e integración local en cadenas de suministro, con escasa especialización", resume la OIT.

En cuanto a esfuerzos, el gasto promedio en I+D relativo al PIB en América Latina y el Caribe pasó de 0,25 a 0,34 por ciento entre comienzos de los 2000 y fines de la pasada década. Solo Brasil gasta más del 1 por ciento y otros tres países están en torno al 0,5 por ciento (Argentina, México y Uruguay). La Argentina se ubica en el puesto 26 entre las 37 economías evaluadas por la OIT en su preparación para la transformación tecnológica, tomando en cuenta actualización de contenidos educativos e inversión en capacitación laboral. 

Agricultura. También es muy relevante el peso de la agricultura en el empleo. Si bien estuvo en declinación en las últimas décadas, la agricultura representa actualmente el 14,2 por ciento de los empleos en América Latina. En países como Paraguay, Perú, Nicaragua, Honduras, Ecuador y Bolivia esa cifra supera el 20 por ciento, reflejo de estructuras productivas con fuerte peso de micro productores y de la agricultura familiar.

En los casos de Brasil y Colombia los niveles de adopción son aún menores que en Argentina, aun cuando su adopción creció sostenidamente durante los últimos años en ambos países. De acuerdo con el informe de la OIT, el tamaño de las explotaciones puede ser un factor limitante, ya que dichas tecnologías son más útiles en los campos de mayor tamaño, a la vez que los productores más grandes tienen mayores posibilidades de invertir en su adquisición. En general, la pequeña agricultura es mucho más diversificada en términos de cultivos, en tanto que muchas tecnologías de agricultura de precisión están focalizadas en los cultivos comerciales más importantes que predominan en las explotaciones de mayor tamaño.

Minería. El sector es relevante para muchas economías de la región. Representa el 4 por ciento del valor agregado de América Latina y el 6,5 por ciento de El Caribe, pero con grandes matices entre países: concentra el 15 por ciento de la actividad de Guyana, el 13 por ciento en Trinidad y Tobago, el 12 por ciento en Bolivia, el 10 por ciento en Chile y Perú y entre 4 y 7 por ciento en Surinam, Colombia, Ecuador, México y Argentina. Por otro lado, la minería es responsable del 23 por ciento de las exportaciones de América Latina y de una proporción importante de la recaudación fiscal de los gobiernos nacionales y locales.

"El nivel de digitalización del sector está clasificado como 'bajo' para los tres países latinoamericanos relevados (Colombia, Brasil y Argentina). La Encuesta sobre Adopción Tecnológica, Empleo y Comercio Internacional del Banco Interamericano de Desarrollo, que abarca a empresas de Argentina, Brasil, Chile, Colombia y México, revela que, sobre una muestra de 160 empresas mineras encuestadas, apenas un 12 por ciento declara realizar inversiones en investigación y desarrollo. 

Industria. Estudios recientes de BID-INTAL permiten realizar una caracterización para tres economías que cuentan con estructuras industriales relativamente dinámicas: Argentina, Brasil y Uruguay. En los tres países la difusión de la cuarta generación, también llamada Industria 4.0, es mucho menor que en las economías avanzadas: mientras en Estados Unidos o Alemania alcanza al 10-15 por ciento de las empresas manufactureras, el uso de tecnologías de cuarta generación promedio en las áreas funcionales es del 2 por ciento en Argentina, 1,6 por ciento en Brasil y 1,2 por ciento en Uruguay. "Así, la penetración de la Industria 4.0 es todavía muy incipiente en estos tres países", destaca el documento sobre tecnología y productividad.

"Apenas una o dos de cada diez firmas está actuando activamente para promover la transformación digital, y nuevamente, el porcentaje de empresas que están tomando acciones correctivas es tres veces mayor en Brasil que en Argentina y Uruguay, al considerar el promedio de las áreas funcionales", agrega la OIT. La mayoría de las empresas manufactureras rezagadas son micro y pequeñas empresas (85 por ciento en el caso de Argentina), que operan en sectores de baja productividad e invierten muy poco en particular en actividades relacionadas con su desarrollo tecnológico. "Cuando se les pregunta sobre los obstáculos que enfrentan para la transformación digital, además del financiamiento y la dificultad para encontrar los recursos humanos apropiados, encuentran freno en factores internos a la empresa, como el desconocimiento de las nuevas tecnologías o incluso la cultura empresarial", concluye la organización.

MÁS INFO
Cristian Carrillo

Es licenciado en Economía (UBA). Integró el Centro de Estudios para la Planificación del Desarrollo de la Economía. Escribe de Economía y Finanzas desde 2004 y trabajó en Página/12, Ámbito Financiero y la agencia de noticias Télam, radio América, AM750, Radio Palermo y El Mundo. Melómano empedernido, rozando lo histérico.