En Argentina, todos los años son pródigos en eventos financieros, aunque sólo uno pocos logran convertirse en bisagra de la estructura económica. Tanto el pago anticipado de la deuda al Fondo Monetario Internacional en 2006, independizando a la economía doméstica de las recetas del establishment, como la vuelta al endeudamiento y a los condicionantes en 2018, son ejemplos, contrapuestos, de esos momentos de quiebre. El 2020 será recordado en materia financiera como el año en que se reestructuró una deuda heredada en cesación de pagos, la cual había sido tomada a un ritmo vertiginosamente inédito. El canje se convirtió en un hecho necesario, aunque no suficiente, para la reconfiguración de la política económica y financiera de los próximos años.
El alivio financiero que consiguió el equipo económico con el acuerdo con privados alcanzado despejara el horizonte financiero de los próximos años, lo que será clave en materia de recursos para el proceso de recuperación de la actividad económica. Pero también fue estratégico para estabilizar la presión sobre el tipo de cambio, dado que esos mismos bonos que nacieron con el canje sirvieron para calmar los momentos de especulación con el dólar financiero y evitar convalidar una mayor devaluación de la moneda.
En un año en que la pandemia de COVID-19 generó el peor shock de volatilidad de los mercados globales de la historia moderna, la estrategia oficial por cerrar el capítulo de la deuda se mantuvo inmutable. Tras nueve meses de negociación, desde que comenzaron los primeros contactos con los acreedores, el gobierno cerró en agosto el canje de deuda pública en dólares; bajo ley extranjera primero, y luego bajo ley local, por un monto superior a 100.000 millones de dólares. Así logró reducir una parte de capital adeudado y extender vencimientos hasta 2046, que recién comenzarán a pagarse a partir del mediados del 2024.
De esta manera, se pasó de un esquema de desendeudamiento, tras un canje exitoso en 2005-2010, a un proceso de endeudamiento vertiginoso (en monto y velocidad) en dos años para llevar al país a necesitar al fin de mandato macrista un nuevo "reperfilamiento". También se encarrilaron las negociaciones para reprogramar vencimientos por otros 44.000 millones de dólares con el FMI, como parte de un plan de sostenibilidad, que aún tiene varias aristas por resolver en 2021.
El proceso tuvo todos los condimentos de lo que podría convertirse en un thriller financiero, en el que hubo aprietes, lobby mediático, marchas y contramarchas y apoyos de casi toda la comunidad financiera, incluyendo al FMI. Cada paso fue de acuerdo a lo previsto por el equipo negociador argentino, tal como dejaron por escrito desde abril. Hubo algunas demoras propias del cambio de lógica en la negociación durante la crisis sanitaria global. Fue la primera reestructuración con reuniones por Zoom. La operación de canje logró reducir el costo crediticio, aunque todavía se mantiene alto en un contexto de baja liquidez por la pandemia.
Lo riesgoso y lo seguro
Tras la resolución del canje con acreedores privados locales y extranjeros, la cual tuvo su cierre formal en agosto último, el riesgo país argentino se desplomó a la mitad, a partir de la incorporación a la composición de la medición de ese riesgo de los nuevos bonos que surgieron tras el canje de la deuda y que empezaron a transarse en la primera quincena de septiembre.
Si bien el nivel continúa siendo elevado, casi de 1.500 puntos básicos, el riesgo país es considerablemente inferior a los 3.800 puntos básicos con los que cerró en marzo. Con estos niveles de riesgo y el cambio de composición de la deuda a una mayor participación de emisiones en pesos en el mercado local, el esquema financiero alcanzaba a mostrar cierto alivio. Sin embargo, la crisis internacional y las presiones internas por capturar mayores niveles de renta extraordinaria impidieron que la estabilización de la economía comenzara desde el "Mojón Cero" del desendeudamiento.
A mediados de año se inició una nueva pulseada de las corporaciones contra el Gobierno para forzar una devaluación de la moneda y así licuar, una vez más, los salarios. También influyeron en este proceso las proyecciones sobre una mayor inflación en el segundo semestre y la menor liquidación de dólares por parte de los exportadores.
Frente a las maniobras desestabilizadoras, el Gobierno lanzó un paquete de medidas que redujo la brecha, en lo que pareció un acuerdo tácito entre las principales cabezas del equipo económico, el ministro Guzmán, y el presidente del Banco Central, Miguel Pesce, para finalizar con los conflictos internos. Las acciones sin coordinación o la imposición de premisas por carriles divergentes habían sumado un condimento autodestructivo a la hora frenar la escalada del billete verde.
Financiero sí, pero no real
El termómetro de los medios de comunicación para mostrar la situación de la economía dejó de ser el riesgo país y pasó a ser el dólar informal (o blue). Ante el fracaso de ese paquete de medidas, que incluía decisiones en el plano de la economía real (como las retenciones) y en el financiero (como la intervención del precio bursátil del dólar), el equipo económico liderado por el ministro Martín Guzmán decidió jugar fuerte en el mercado para torcerles la muñeca a los grupos de poder.
Seguros de que la presión cambiaria no respondía a un problema de atraso en el tipo de cambio del dólar con el peso, la estrategia oficial se enfocó en intervenir en la compra venta de bonos que tenían como destino conseguir y, posteriormente fugar, divisas. Con una abultada tenencia de bonos producto del canje, el Gobierno inundó el mercado y redujo el precio de lo que se denomina el contado con liquidación (un dólar al que acceden fondos de inversión y grandes empresas).
La brecha respecto al oficial, que llegó a superar el cien por ciento, se redujo a un nivel del 75 por ciento. Cabe tener en cuenta que, si bien el dólar oficial se ubica en los 88 pesos, el precio del Solidario cuenta con un 65 por ciento de impuestos que lleva su valor en torno a los 145 pesos. De tal manera, si se considera el precio al que realmente acceden las personas físicas, el paralelo se encuentra actualmente alineado a casi los mismos valores. De hecho, el contado con liquidación en estos momentos está por debajo de ese valor. En el año el dólar blue más que duplicó su valor, pasó de 72,50 a 151 pesos.
La apuesta a subsanar la brecha y no ceder a reacomodar la cotización oficial buscó evitar el traslado directo de la devaluación en los precios internos, dado que el precio de la divisa al que se accede para la importación sigue siendo el oficial. Aún así hubo impacto de la brecha en los precios por el medio de las expectativas de devaluación y eso causó remarcaciones en canales comerciales menos regulados y problemas de abastecimiento.
Llenar las arcas de papelitos
Como resultado a una mayor calma cambiaria, y luego de semanas consecutivas con ventas en el mercado para sostener las cotizaciones, el Central cierra el año recuperando su posición de comprador neto de divisas. En lo que va de diciembre pudo sumó 350 millones de dólares en reservas. Será un camino a emprender de cara al 2021 la recuperación de reservas para fortalecer la idea de que la reactivación será un hecho.
En el año el saldo de reservas del BCRA se redujo en unos 5000 millones de dólares para cerrar en 39.800 millones. El organismo renovó los acuerdos de intercambio, como el swap con el Banco Popular de China, para blindar las reservas en medio de fuerte salida de dólares del sistema.
La regulación sobre el mercado agroexportador fue la pata corta de la mesa, especialmente luego de la fuerte flexibilización macrista sobre el sector, el principal proveedor de divisas. Esta ventaja sobre el resto les permitió presionar sobre el tipo de cambio, forzando mayores devaluaciones de las que la economía doméstica es capaz de absorber, afectando el poder de compra de las familias.
Sin embargo, el Gobierno no avanzó hacia una mayor regulación sino que eligió fomentar la generación de divisas a partir de incentivos a los sectores exportadores con mayor agregación de valor. Pero en pandemia, primó la especulación. Pese a los mejores precios en los principales granos que exporta la Argentina en niveles históricamente altos, la retención especulativa de las cosechas en silo-bolsas se hizo sentir en la oferta habitual en el mercado oficial de cambios. Aunque habían conseguido una reducción temporal en los derechos de exportación pero el sector liquidó en promedio un 15 por ciento por debajo de los niveles de 2019.
El Gobierno encontró además un nivel de tasas de interés exorbitantemente altas, las cuales había fijado el macrismo para contener la fuga sobre el final de su mandato. El BCRA logró estabilizarla en línea con la inflación, con la mirada puesta en estimular el ahorro en pesos. La tasa de interés de la economía era en enero de 55 por ciento anual. Cierra el año, después de dos ajustes en la segunda mitad del 2020, en el 38 por ciento anual.
El resultado fue que los depósitos a plazo crecieron, según las estadísticas del BCRA, un 71,4% hasta ubicarse en los 1,8 billones de pesos. Una masa de ahorro que podría ser la clave para motorizar la demanda interna en la post pandemia.