La letra chica de los centros de inteligencia artificial en la Patagonia

Prometen poco o nada de trabajo para argentinos y un consumo monstruoso de energía; la trama que entreteje satélites y represas hidroeléctricas

28 de enero, 2025 | 01.07

¿Qué tienen en común la red satelital Starlink y las represas hidroeléctricas patagónicas? A primera vista, poco o nada. Pero de acuerdo con un análisis realizado por Oscar Martínez, profesor titular consulto de la Facultad de Ingeniería de la UBA e investigador superior contratado del Conicet, y Nélida Mingolo, ex profesora titular de la misma facultad, ambos cumplen un papel central en la trama anunciada con bombos y platillos para que empresas multinacionales instalen centros de datos (en particular, para inteligencia artificial (IA), pero también para otro tipo de tráfico) en el sur del país. 

El plan se presentó como si fuera un pasaje en primera clase a la modernidad, pero aunque convertirse en uno de los países que dominan lo que muchos consideran “la” tecnología del momento es tentador, por un lado no quedan claros los beneficios que tendría para el desarrollo nacional, y por el otro, basta una segunda lectura para descubrir “efectos colaterales” que no serían precisamente positivos.  

Uno de ellos es el monstruoso consumo de energía de estas instalaciones que ya vienen señalando innumerables revistas internacionales (por ejemplo Nature, en https://www.nature.com/articles/d41586-018-06610-y, y muchas otras). “A nosotros nos llamó la atención el anuncio de agosto del año pasado sobre la privatización de nuestras cuatro centrales hidroeléctricas patagónicas (Decreto 718/2024), Chocón, Alicurá, Piedra del Águila y Cerros Colorados, que habían sido concesionadas hace 30 años, y nos preguntamos a quién podía convenirle –cuenta Martínez–. Como sucede con los peajes en las autopistas, se nos cobra por el uso, pero si se rompen, las arregla el dueño, es decir el Estado, nosotros. A todas luces es más redituable”. 

Las represas patagónicas podrían suministrar la energía y el agua necesaria para la operación de los centros de inteligencia artificial

La respuesta podría estar, precisamente, en el negocio de la inteligencia artificial, que maneja un puñado de megamillonarios, todos ellos presentes en primera fila en la reciente inauguración de la nueva presidencia de Donald Trump, y que exige disponer de cantidades monstruosas de energía. Para Martínez, la explicación de esta aparente paradoja es simple: “Si en lugar de licenciar las represas, las compro, no estoy obligado a volcar la energía en el sistema interconectado. Es el esquema que tenemos desde hace 30 años. Si ahora cambiaron el modelo para las represas, es porque hay alguien interesado en quedarse con la energía y no entregarla. Los satélites los necesitan para estar conectados”. 

Un centro de datos es una infraestructura informática para almacenamiento y cálculo, que hace funcionar todas las aplicaciones de teléfonos y computadoras personales. La nube es una conexión de todos ellos, que recubren el planeta. En el mundo hay ya más de 10.000 centros de datos, el 45% de ellos, en los Estados Unidos, seguido por Alemania y Gran Bretaña con 10 veces menos. México tiene 170 y Brasil, 163.

Cientos de estudios estiman que para 2030, estos consumirán más del 20% de la electricidad producida en el planeta. Equivaldría a unos 9000 terawatts hora (TWh) al año, de los 40.000 TWh que se proyectan como consumo total. “Un TWh equivale a 1.000.000.000 kWh (mil millones de kWh), que es la unidad en la que vienen nuestras facturas de luz. Para comparar, la Argentina produce anualmente 150 TWh y, de ellos, las centrales a privatizar son responsables de más de 10 TWh”, explica el científico.

El pronóstico más optimista que figura en el reporte 2024 de la Agencia Internacional de la Energía (IEA, según sus siglas en inglés) estima que la demanda de energía de los centros de datos, inteligencia artificial y criptomonedas, se duplicará para 2026. Esto equivale al uso total de electricidad de Japón.

Uno de los factores claves del crecimiento de la demanda es la aparición de la IA. Una búsqueda en chat GPT demanda 10 veces más energía que una búsqueda en Google. Y desde su introducción en diciembre de 2022, en sólo cuatro meses el número de visitas semanales de ChatGPT-4 subió a 40 millones. Además de su utilización cotidiana, el entrenamiento de la IA también implica un consumo considerable. Por ejemplo, ChatGPT-3 consumió en un mes de entrenamiento 1,3 gigawatts hora (GWh), y ChatGPT-4, tan sólo dos años después consumió en tres meses 62 GWh. Como se requiere reentrenar más seguido, se duplica la energía consumida cada 9 meses. Y el costo de entrenamiento es una fracción menor del de operación.

Además de energía, estas instalaciones exigen disponer de grandes cantidades de agua para refrigerar las máquinas. Se hace por evaporación, porque resulta siete veces más eficiente que hacerlo con un circuito cerrado que permita recuperar el líquido. “Si yo tomo el agua refrigerada y la devuelvo caliente, elevo un poquito la temperatura del curso de agua, pero si la evaporo, la pierdo. Hay que esperar un año –destaca Martínez–. El agua del planeta disponible para uso humano es limitada. El usuario domiciliario la usa y la descarga sucia, o sea que aunque se desperdicia un poco, la mayoría se recupera y se potabiliza. Los centros de datos, en cambio, evaporan la mayor parte. Consumen miles de millones de litros por año”. 

Para hacerse una idea, se calcula que para el año que viene el consumo de energía de los data centers será de 1000 TWh. Pero se calcula que para 2030 va a estar en 9000 terawatts hora. Japón consume en total 1000. "¿Qué prometió Trump? Dejar de lado la agenda verde –subraya Martínez–. Uno de los dramas que tienen estas grandes empresas de comunicaciones (Meta, Google, X) es que se habían comprometido hace algunos años a trabajar con energía verde y se dieron cuenta de que no pueden cumplir, tienen que ensuciar el planeta. Y Trump acaba de autorizárselos. Por eso estaban todos ahí en primera fila. No son amigos entre ellos. De hecho, Elon Musk se está peleando con Sam Altman [director ejecutivo de OpenAI]. Estados Unidos no es competitivo en autos eléctricos, no puede con los chinos, pero sí en inteligencia artificial. El tema es que la IA necesita energía. Para procesar se usan placas de video similares, pero mucho más poderosas que las de los gamers. Para operar Chat GPT se necesitan 30.000 placas. En inteligencia artificial, la única ventaja tecnológica competitiva que tiene Estados Unidos respecto del resto es que tiene acceso a cualquier tipo de energía. Y ellos necesitan apropiarse de esa tecnología porque todas las demás van a depender de servicios que les provean las empresas de inteligencia artificial, todo lo van a hacer a través de eso. Así como nosotros nos comunicamos a través de Internet o de las redes sociales, que son un servicio, la IA va a ser un servicio del cual van a depender absolutamente todas las empresas y por eso es importante instalarse primero”.

El físico también descarta que los pequeños reactores nucleares modulares alcancen para abastecer los data centers, como también se anunció. “Un CAREM 25 suministra 25 gigawatts de potencia –explica–. Y Estados Unidos nunca va a permitir que eso lo provea la Argentina. No le vamos a vender cientos de reactores al mundo para que se instalen en cualquier lugar, siempre se opusieron. A lo sumo les entregaremos el diseño, pero eso no le va a dar trabajo a los argentinos ni van a ingresar divisas. Los centros de datos lo que requieren es gente de mantenimiento, muy poca, que los mantenga operando. Toda la programación se hace en forma remota. Necesitan ingenieros duros en mantenimiento de electrónica que probablemente los traerán de afuera, como cuando hicieron la instalación de la red de fibra óptica. Las empresas que licitaron trajeron ingenieros de afuera. Es más barato, ya están entrenados y saben lo que tienen que hacer. Nuestros ingenieros se están capacitando todos en software. No digo que no haya argentinos que puedan trabajar en eso, pero lo hacen aunque el data center esté en la India”.

Red Starlink

Para construir centros de datos hay que tener en cuenta cinco factores: estar bien conectado al mundo; tener espacio para crecer; velocidad de instalación; ausencia de riesgos de desastre natural; estudios de impacto ambiental, social y responsabilidad corporativa. 

Y aquí surge la otra incógnita: “¿Por qué Elon Musk estaba tan interesado en ingresar en el mercado de la internet satelital de la Argentina? –se pregunta Martínez–. Tampoco parecía un negocio que ameritase tanto alboroto, ya que Starlink está disponible en todos los países ricos y en la mayoría de los de América latina. Los planes anunciados garantizan la interconexión satelital, gran cantidad de espacio lejos de centros urbanos, con cielos despejados y unos 100 mm de precipitación anual. Construir una represa mediana lleva más de cinco años y un costo de 2.000 a 6.000 dólares por kW. Una grande como El Chocón costaría hoy más de 5.000 millones de dólares. Las nuestras ya están listas, lo que implica tiempo y dinero ahorrado. El riesgo de desastre natural ya fue evaluado por el Estado al instalarlas: la ubicación es ideal. Y el impacto ambiental no es relevante para el gobierno local. Protegidos por el RIGI, los compradores dispondrán de abundante agua, cuyo uso no puede ser limitado. Es un paquete que cierra todo junto, no por separado”.

Para Martínez, a diferencia de lo que suele pensarse, el interés del dueño de la fábrica de autos eléctricos Tesla no es el litio, al que ya accede a través de las mineras Arcadium Lithium y Ganfeng Lithium, ambas con emprendimientos en el norte argentino. 

Lo confirma el ingeniero industrial especializado en litio Eduardo Gigante: “Musk no se quiere meter en el tema minero. Él recibe el litio de una compañía que tiene operaciones en el Salar del Hombre Muerto y también de otras. Obviamente que esa materia prima es esencial [para las baterías de sus autos eléctricos], pero hay otros jugadores muy, muy grandes y poderosos que manejan la producción en gran escala”. 

De acuerdo con Martínez, si bien las centrales hidroeléctricas patagónicas solo entregan una fracción menor de la energía que consume el país, su importancia radica en que pueden responder rápidamente frente a un pico de la demanda. Si se pierden para la red interconectada, “llegarán esos veranos agobiantes con cortes de luz tan severos que ni cargar el celular podremos. Sin siquiera un ventilador, saldremos a la vereda por el calor para decir a nuestros vecinos con orgullo ¡Ahora sí estamos en el primer mundo!”, concluye.