(Por Emilia Racciatti) En sus películas, Paula de Luque logra construir universos íntimos al posar su mirada sobre los instantes que pueden determinar una vida y en su primera novela, "Ficción", esa impronta se renueva, ya que los personajes están en tránsito, se mueven entre sus deseos, sus fracasos, sus miedos pero también sus ganas de volver a empezar aunque el desamor, la muerte y la pérdida avancen.
"Y Ana sabe dos cosas: que no hay ninguna posibilidad de salir indemne de la escritura y que no hay nada que le guste más", se lee en la novela editada por Letras del Sur que De Luque, directora de filmes como "Juan y Eva" o "El vestido", trabajó durante los meses de mayor aislamiento de la pandemia.
En "Ficción" predominan los desplazamientos y todos parecen ir reconociendo esos movimientos a medida que avanza la trama: hay parejas que se terminan, hermanos que se reencuentran y amantes que se dejan atrapar por el deseo.
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"No se sale indemne de ningún proceso creativo", dice la autora, también bailarina, guionista y cineasta, en diálogo con Télam y esa premisa se cumple en las vidas de sus personajes porque cada uno con su proceso creativo a cuestas, ya sea una escritora, una actriz o un médico, no salen indemnes tampoco de sus encuentros con el otro.
-Télam: ¿Cómo fue escribir sabiendo que no había rodaje posterior?
-Paula de Luque: Es imposible contar ese nivel de profundidad subjetiva que los personajes de ficción manejan respecto de sus contradicciones, sus culpas, sus recuerdos, sus sentimientos. "Ficción" surfea ahí, en la fragilidad de los personajes. Además está inspirada en una película mía: "La forma de las horas". Después de transitar el proceso de construcción de esa película me quedaron cosas por decir acerca del olvido. Porque el olvido tiene buena prensa y una vez que olvidaste, genial pero el tránsito hacia el olvido, ese proceso de duelo, es muy doloroso. De eso habla "La forma de las horas", de un duelo. Pero "Ficción" habla del deseo. Me pasa que siento que las palabras nunca alcanzan, que escribir es casi una quimera. La novela trata sobre escribir y sobre el deseo, dos cosas que son por demás inasibles.
-T: En la novela aparece la cita del ensayista y sociólogo Zygmunt Bauman que dice que el amor, mientras está vivo, está al borde de su propia derrota y los personajes parecen estar en ese estado: dejándose atravesar por un otro.
-P.D.L.: Es un hallazgo esa frase porque hay una especie de idea de que el amor tiene que ser felicidad, productividad y si estás enamorada todo tiene que ser lindo y la verdad es que el amor es algo muy complejo, cada quien lo vive como sabe, como le parece. Inclusive cada uno lo vive de diferentes modos con diferentes personas a lo largo de su vida. Toda esa idea de que el amor es todo felicidad, emoticón, es una gran bobada. Cuando uno ama es interesante convivir con la derrota del amor porque lo que lo vuelve atractivo es el desafío de no caerse por la cornisa. Hay algo de deseo que vuelve al amor un impulso vital, al igual que la pulsión creativa de escribir. Los personajes están en plena pulsión de vida con todo lo que eso implica. ¿Uno acaso no es el resultado de un vínculo también? ¿Uno no entra a un vínculo con toda la mochila anterior? Tanto la idea de "tóxico" como de "soltar" son conceptos neoliberales, rozan lo que dice Bauman de las relaciones líquidas. Hay cosas que hay que soltar pero no todo como si fuese un mandato religioso. Hay cosas que sí hay que soltar y otras que no suelto ni loca.
-T: En el personaje de Ana está la idea de que nadie sale indemne de la escritura. ¿Cómo te modificó a vos la escritura de la novela? ¿Por qué no saliste indemne de ese proceso?
-P.D.L.: No se sale indemne de ningún proceso creativo porque es un proceso de reflexión íntima muy grande. En el caso de la novela no salí indemne porque me metí con asuntos profundamente íntimos que tocan fibras emocionales muy internas, entonces cuando reflexionás sobre eso hay una especie de retorcijón emocional donde te preguntás cosas como en todo proceso creativo. Es una novela profunda que toca fibras. Todos los personajes tienen el alma rota y el alma entera, están en el camino de la vida y ese camino no es ni de soltar ni de decir "fuera lo tóxico", no es light. La vida es compleja y tiene momentos donde podés sentir que estás en un barco, en un mar a oscuras y hay otros de enorme luminosidad. "Ficción" pasa por ese abanico, las historias cruzadas de los hilos del amor y el destino. Hay mucha sala de espera, hay mucho al borde de la vida. Todos los personajes tienen algo mío porque hago con lo que han hecho de mí, yo también en lo artístico hago con lo que han hecho de mí, la experiencia pero también el arte que uno consume: los libros que leí, las películas que vi.
-T: Las personajes de las mujeres son las que hacen más movimientos en la novela, están más atentas a replantearse su deseo. Los varones parecen estar en otro registro. ¿Coincidís?
-P.D.L-: No lo pensé. No creo que solo las mujeres motoricemos la vida pero, por lo menos en mi experiencia, como mujer soy más motorizadora de deseo respecto al deseo de los hombres que me rodean, me rodearon y me rodearán. Las mujeres de este tiempo somos motorizadoras del deseo porque hemos tenido tantos siglos el deseo prohibido que es probable que ahora esté sucediendo algo así socialmente. De todos modos, tengo una mirada compasiva con los personajes de "Ficción", todos tienen su parte brava y su parte profundamente sensible. "Ficción" juega mucho con la pulsión de vida y el deseo no solamente sexual, amoroso y de vida sino respecto de la profesión. Hay una reflexión sobre la arquitectura, la medicina, la escritura, el cine, la actuación. Están aquellas imágenes que proyectamos en los demás y cómo un personaje mira mal a otro, lo denigra tanto con su mirada que ella empieza a estar en caída libre hasta que una mano reparadora se posa sobre su espalda de un modo deseante y ya de eso no puede volver. Podés querer mucho a alguien pero en el momento en el que aparece el deseo es irrefrenable, es un tsunami, irresistible.
-T: Tanto en la novela como en tus películas lográs un universo íntimo. ¿Cómo fue construir eso desde la escritura?
-P.D.L.: Lo que más me gusta es el universo de los vínculos, inclusive las historias que cobran una épica publica también empiezan ahí. Cuando uno hace una película no es nadie sin el equipo, un director o directora de cine sin los otros no es nada y también una película es un hecho colectivo en el momento en el que se termina y la ve mucha gente junta. Ahora aparecieron las plataformas y te ves una peli en el teléfono pero la podés ver con un otro, sentada en el living de tu casa. El libro es algo profundamente íntimo, de persona a persona, y en ese sentido tuve muy presente que era algo que yo escribía para alguien desconocido. Me gustaba saber que esto iba a ser leído en silencio al igual que yo lo escribía en silencio y por unidad, una persona, un ser. Es tan íntimo que es casi del orden de la confesión. Al mismo tiempo como es un desconocido le puedo confesar lo que quiera porque no tengo un vínculo que sostener con ese lector o lectora. Hay algo ahí de mucha libertad. Es una confesión al oído de un desconocido. Es como cuando bailás con un desconocido en la oscuridad, se juegan cosas del otro y lo viví así durante el proceso de escritura porque además fue durante la primera etapa de la pandemia, en 2020.
-T: ¿Cómo influyó ese tiempo de la pandemia en la escritura?
-P.D.L.: Sentía que tenía mucho tiempo para reflexionar, estaba atravesando una situación muy dolorosa y fue un modo de abrir una ventana a la ficción todas las noches, saber que mientras no hubiera nada escrito no había desconocidos posibles a quienes confesarles nada pero una vez que estuviera escrito iban a aparecer y eso me gusta mucho. También me gusta eso del cine porque es un modo de vincularse de un modo más libre.
-T: ¿Reconocés libros, películas que te hayan ayudado durante la escritura?
-P-D.L.: No, la verdad es que me pasa lo mismo que cuando hago una película: mientras la hago no estoy viendo otras. No necesité ir a leer cosas. Soy muy lectora y veedora de películas y vinieron a mí películas y lecturas inspiradoras. Por supuesto Borges, también una película danesa que se llama "Reconstrucción de un amor", que es la historia de un hombre que pierde la cabeza por amor, es extraordinaria. Lo mismo "Hiroshima mon amour" o Marguerite Duras. Son material de cabecera. El deseo por definición uno nunca termina de alcanzarlo y cuando uno lo alcanza deja de convertirse en tal. Hay que volver a construir una quimera y eso es lo que tracciona la vida hacia adelante.
-T: ¿Cómo fue la recepción de la novela en este tiempo?
-P.D.L.: Está siendo. Uno ya tiró botellas al mar. Como decimos los cineastas: está hecha. Creo que el libro en su estructura interna cierra y la historia está terminada o lo suficientemente incompleta para ir por la segunda y estoy conforme con lo que escribí. Me gusta mucho una frase de Marcel Proust que dice que un libro es un dispositivo para leerse a sí mismo. Los amigos que lo están leyendo son un poco el termómetro pero hay gente tan diversa, tantas almas por ahí.
-T: Siempre lo pensaste como una novela. Acá hubo una película que dejó ecos y se transformó en una novela pero ¿fantaseás con llevarla al cine?
-P.D.L.: No sé si es tan adaptable al cine. En la adaptación sufriría mucho todo el asunto de la subjetividad. Ana escribiendo en el bosque también forma parte de una película mía que podría tomar y reeditar. Es muy lindo jugar con el propio material. Pero hoy no lo sé.
Con información de Télam