Facundo Bogarin es actor, director y músico. Hoy su nombre aparece en el buscador como uno de los protagonistas de División Palermo, la nueva comedia de Netlfix, escrita, dirigida y protagonizada por Santiago Korovsky. La serie de 8 capítulos cuenta los pormenores de una guardia urbana inclusiva creada como una operación de marketing para mejorar la imagen de las fuerzas de seguridad. Mientras intentan entender su función, sus integrantes terminan enfrentándose con una banda criminal. En conversación con El Destape, habló sobre su carrera, sus búsquedas, sus objetivos y sobre cómo es el trabajo actoral para una persona ciega en un mundo que se rige por lo visual.
“Desde chico estoy relacionado con el arte, siempre dibujé, en la adolescencia me quedo ciego y obvio dejé de dibujar. Descubrí a los Red Hot, me metí en la música hasta los 20”, cuenta entre risas Facundo, que recién llegó de sus vacaciones, tiene una actitud relajada y distendida, que puede escucharse en su voz.
Sus primeros pasos en la actuación fue a través de Teatro Ciego, la única compañía a nivel mundial que elige la oscuridad como plataforma para desarrollar hechos artísticos. Hace 15 años que Facundo forma parte de la companía y hace 7 se desempeña como director. “Bloqueamos por completo el sentido de la vista en el espectador. El público desde que entra a la sala está todo completamente oscuro, no sabe dónde está sentado, ni cómo es la sala, ni cerca de quien está”. Con los ojos tapados y oscuridad plena, el elenco conformado por actores, ingenieros de sonido un laboratorio de perfumistas, se ocupan de estimular los otros sentidos para que una persona pueda comprender, transitar y disfrutar una obra de teatro sin la necesidad de tener que verlo.
“Hay parlantes por todos lados para que el sonido viaje por toda la sala y lo mismo los olores. Es toda Información para que el espectador pueda con su imaginación generar imágenes”, cuenta entusiasmado Facundo. Después de ese primer casting y su debut como actor, se dió cuenta que debía formarse porque “no tenía herramientas, no entendía nada" y empezó a estudiar en la escuela de Teatro de Buenos Aires de Raúl Serrano.
¿Cómo fue ese primer acercamiento al teatro?
A los 20 me entero que había un casting en Teatro Ciego, buscaban actores ciegos. Y evidentemente actor no era, pero ciego sí, así que fui y quedé. No se qué me habrán visto, pero ahí empecé a trabajar y me encantó.
Hasta que empezaste a dirigir teatro…
Sí, fue hace hace 7 años. El Teatro Ciego es una experiencia nueva para todos, no hay una forma de hacerlo. Estamos descubriendo y aprendiendo todo el tiempo. Entonces como nadie tenía experiencia de dirección en Teatro Ciego, había que hacerlo y me dieron ese espacio.
¿Cómo fue la experiencia de viajar a Nueva York con la compañía Teatro Ciego?
El Teatro Ciego se asoció con una productora de Loft de Broadway. Querían llevar a Teatro Ciego a que hagan una semana de funciones en Estados Unidos. A nosotros se nos ocurrió asociarnos y que hagan una compañía allá. Ahí se formó Peach Black. Tuvimos un primer viaje en 2020, volvimos y a las dos semanas pintó COVID, se suspendió todo hasta noviembre del año pasado. Fuimos y estuvimos 45 días trabajando con un elenco de allá. No hay experiencia en esto, la estamos haciendo nosotros.
¿Y cuándo llegó a tu vida el mundo audiovisual?
Me dieron ganas de probar, entendí que era otro lenguaje, otro código, otra forma de actuar. A mí me encanta la oscuridad como plataforma para desarrollar hechos artísticos, pero también me dieron ganas de eso y busqué castings para empezar a meterme. Me di cuenta de que tenía que fijarme en algunas cosas, que en la oscuridad no hacía falta. Por ejemplo, el color de mi pelo, que hasta ese momento era rosa. Pensé que si el mundo busca un personaje ciego, lo van a querer un poco más estándar.
Hay una cuestión estética que se modifica totalmente en el género audiovisual
En el teatro ciego todo lo que es estético pasa por otro lado. Entiendo que para una publi es distinto, o mismo para División Palermo, que incluso rompe con todos los estereotipos si se quiere de las minorías. Capaz es mucha información que caiga alguien con el pelo rosa, por ahí es mejor ir de a poco entrando en en este nuevo rubro. Así que primero fueron pintando unas publis, algunos cortos y después el año pasado se dio División Palermo.
¿Cómo vas tomando esas decisiones que tienen que ver con lo estético, haces parte a tus amigues o tu familia?
Sí, lo hablo mucho con mi novia. De hecho ella fue la primera que me lo dijo. Una vez buscaban un actor ciego que haga deportes y yo les mandé para el casting un vídeo todo editado nadando, en el gimnasio, andando un skate. Le mandé todo, estaba seguro que iba a quedar, pero no quedé. Y ahí ella me dijo: “Boludo, hacés todo, pero tal vez hay que hacer algún cambio”. Y funcionó, me vestí menos punk rock, me saqué esos pelos y empecé a quedar en casi todos los castings.
¿Cómo llegaste a División Palermo?
Fui a un casting a distancia virtual, ahí me enteré que estaban Santiago Korovsky y Garabal detrás de todo. Ahí pensé: me tiene que salir este proyecto. Y después sucedió.
¿Qué sentiste cuando leíste el guion?
Me encantó porque le saca el trato de cuidado de la discapacidad o de las minorías, no la caretean, van a fondo con todo. Hablábamos con los pibes en el rodaje y decíamos esto gusta o no gusta, algún que otro careta tal vez se va a sentir incómodo. Pero no, por suerte, al menos todas las devoluciones que fuimos teniendo en esta semana fueron buenísimas. Pegó muy bien, desde la risa que es la mejor forma de romper lo que sea, romper riéndose es el doble de satisfacción.
El humor está muy presente también para exponer el trato que existe en la sociedad a las a las personas con discapacidad, los prejuicios. ¿Qué te pareció ese abordaje?
La idea fue un delirio de Santi, después lo que pensaron bastante es cómo hacer para que ese delirio sea humor y no sea bullying. Trabajar con personas de esas minorías sé que es dificil. Además personajes como el de Pilar Gamboa, por ejemplo, la escritura del guión lo asistió Lucrecia que es una chica en silla de ruedas. Obvio que Netflix por ahí no te va a permitir que el personaje principal no lo conozca nadie. Entonces sí, es obvio que es Pilar Gamboa y es buenísimo, porque para ella como actriz es un gran desafío generar físicamente ese personaje. Todo está escrito y asesorado por Lucrecia, eso me parece una genialidad. Todos esos chistes ya los caminamos mil veces, incluso fuera del set nos permitimos irnos bien a la mierda y nos reíamos mucho.
¿Cómo la pasaste en el set?
Muy bien, tuve que incorporar un montón de cosas. El teatro empieza y termina. Sucede y chau, en el medio puede estar bien, puede estar mal. Pero acá se corta, se hace de vuelta, se corta, se hace de vuelta, se corta, se cambia el plano, se hace de vuelta. Era todo nuevo, la primera semana la pasé mal, pero después entendí que era así. Está buenísimo también llegar al resultado de otra forma. Después tuve que preguntar algunas cosas de los planos, preguntar sobre los cambios de cámara para saber qué hacer, si me toman con plano corto, americano... No es lo mismo que me enfoquen las manos, los brazos, como gesticulo.
¿Cómo te llevás con la falta de registro de otras personas, esas cuestiones que son más aprendizaje de otros que tuyo?
En este caso también fue un gran aprendizaje para mí también, me permitió estar más consciente y entrar en ese lenguaje que es distinto al del teatro. Y los pibes también aprendieron. Fue muy fluido, parece que todo el equipo estaba como permeable a esto y no solo conmigo, imaginate que la mitad del elenco era medio rara.
En un mundo que se rige por lo visual y está todo armado para eso, ¿cómo es construir desde lo artístico teniendo en cuenta la falta de referencias y el tener que construir todo de cero?
Sí, soy completamente consciente de que vivimos en un mundo donde la dinámica es visual, ver te da un montón de información al instante. Entonces termina sucediendo que la evolución del mundo se va dando hacia ese lado. Cada vez hay más pantallas, todo es muy visual y eso es lo interesante del Teatro Ciego. Que hoy exista un espacio en el que te invitan a no ver, es lo revolucionario. Toda la data estética se da con los otros sentidos y ahí también el espectador está activo, el que tenga ganas de estar y participar va a terminar generando todas esas imágenes. Como actor, como artista me da mucha libertad, porque juego desde lo que mi imaginación necesita para que las cosas sucedan. No tengo un vestuario, pero sí, cada personaje tiene un vestuario en mi imaginación.
También creo que es lo que le pasa al público, por eso el eslogan del teatro es lo que ves cuando no ves, porque vos estás ahí y no ves nada, pero termina generando la imagen en tu cabeza. Es como leer un libro. Cada persona que venga al teatro va a vivir su obra de teatro, todos van a ver la misma, pero cada cual se va a llevar sus imágenes. Eso es magia, hay 50 personas en una función y por ahí están sucediendo 50 obras distintas. También está bueno entender que somos tan visuales en esta época que hasta en la oscuridad terminamos generando imágenes. Está buenísimo, porque también te das cuenta que para generar esas imágenes no tenés que usar la vista, que la estética trasciende la vista, que hay estética olfativa y estética sonora que sucede por todos lados.