Cecilia Pavón: "La poesía es un lugar donde puedo amigarme con lo sombrío"

15 de agosto, 2023 | 13.54

(Por Claudia Lorenzón) En una alquimia que conjuga belleza y palabra, Cecilia Pavón reúne en "Diario de una persona inventada" toda su obra poética donde aparecen formas extrañadas de habitar lo cotidiano, reflexiones sobre el amor y el desamor, sus ideas acerca de Dios y las formas más sencillas de la felicidad, en una práctica literaria definida como "un estado de gracia" que le permiten "amigarse con lo sombrío" luego de atravesar distintas manifestaciones de la vulnerabilidad, según dice la autora.

En esta obra, que Pavón compuso desde el 2001 al 2023, su vida transita por el tamiz creativo y lúcido de la poesía: las extravagantes calles de Once, donde vive; los nombres, la muerte, el jardín de su departamento, sus viajes al exterior, su condición de traductora, su deseo de ser otra; los pasillos de un supermercado donde imagina encuentros eróticos en plena pandemia; el amor por la poesía y sus revelaciones en las que se filtran una mirada ingenua, a veces, irónica otras, con remates contundentes.

El hacer literario impregna su vida y su obra, y lo expresa en muchos de sus poemas que "nacen del dolor" como sucede en "La primavera, el renacimiento de todas las cosas" donde dice: La idea del suicidio me resulta tan extraña y absurda como/ la idea de cortarse un brazo, o como la de vaciar mi/ placard y regalarle toda mi ropa a los pobres/ Tener colgado en la habitación el disfraz de la muerte no/ ayuda a nadie. Y sin embargo aún no me decido.../ Enfrentarse con la escritura es algo doloroso y/problemático, es muy fácil caer en la confusión de/ dudar por qué le escribí ese poema a él, si tendrá el/ efecto que deseo, si ese poema lo podrá hacer feliz o si/ solo lo dejará indiferente/ pero después/ cuando las cosas parecen no tener salida ni fin, vienen los hombres que me buscan/ ....Y no se trata de sexo, es pura cortesía./ Su amabilidad es infinita y llega a lo profundo de mi Ser/ Como la primavera que ya está tocando con su varita/ mágica algunos de los árboles de Palermo Sensible.

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Creadora de la editorial y espacio de arte independiente Belleza y Felicidad, junto a Fernanda Laguna, Pavón es autora de libros de cuentos y relatos "Los sueños no tienen copyright", "Once Sur" y "Todos los cuadros que tiré". En diálogo con Télam rescata la costumbre de escribir en los bares, como ámbito de trabajo, donde mantuvo esta entrevista para dialogar sobre la obra editada por Blatt y Ríos, que reúne doce libros de poesía.

- Télam: En el prólogo del libro la escritora norteamericana Dorothea Lasky te define como una poeta sanadora. ¿Cómo te sentís con esa definición?

- Cecilia Pavón: Si bien desde la intelectualidad hay una especie de prejuicio, de sospecha con respecto a esa idea de lo sanador, me identifico con la idea de que hay algo terapéutico en la poesía, y eso no descalifica a la poesía. Para mí en la poesía, en la literatura y en el arte, además de muchas otras cosas, hay algo terapéutico.

- T: Y cómo impactó esa idea en tu obra, que está atravesada por tus vivencias, reflexiones, amores?

- C.P: Creo que la poesía fue un camino para poder mostrar mi vulnerabilidad y poder mostrarse vulnerable es sanador, porque expresarse es mostrarse vulnerable también. Creo que la poseía nace del dolor, del sufrimiento, de buscar algo distinto de esa condición humana que es ser vulnerable, sufrir, exponerse. Y la poesía fue un camino relacionado con eso y a la vez un lugar para poder pensar nuevas formas de existir en mi propia vida, como usar mi propia vida para moldear otra vida posible.

- T:La vulnerabilidad va bastante a contrapelo con los mandatos y exigencias sociales de lo exitoso y del no sufrimiento.

- C.P: Y hoy está potenciado por las redes donde todo es éxito, belleza, juventud. Pero para mí la poesía es un lugar donde poder amigarme con lo sombrío, lo que no es espectacular, sino, la vida cotidiana con sus lugares buenos y malos.

- T: En tu obra hablás de tu amor por la vida y de la felicidad.

- C.P: Sí, totalmente, la poesía es como ese intento de buscar un estado de gracia, es como estar en paz con el mundo tal como es, y en ese sentido sería lo contrario a lo espectacular, porque la felicidad puede estar en tomar un café a las 10 de la mañana, como lo hacemos ahora, y encontrar algo de esa iluminación en la vida cotidiana, y amar la vida tal como es, aquí y ahora. Es una idea budista, según me dijeron, a pesar de que no soy budista.

Pero si la poesía no te sirve para transformarte entonces para qué sirve. Concibo la poesía como un trance, pero sin droga: la droga de todos los días que es tratar de mirar la realidad desde otro lugar, no como evasión, sino alterando la conciencia de alguna manera.

- T: ¿Cuándo se te reveló esa idea?

- C.P: En la infancia descubrí que en la literatura hay una especie de droga que hace que todo sea diferente y a la que te volvés un poco adicto, porque si te ponés a pensar: por qué leer poesía a los 11 años y sentir que ahí pasa algo. Eso es algo que lo descubrís de muy chico y te acompaña toda la vida. Que lo más importante sea encontrar un poema bello o estar todo el tiempo leyendo y que ese placer no tenga finalidad ni un objetivo, hace que nazca el amor por la literatura. Es un placer inmediato de belleza que pasa por algo inmaterial, incorpóreo y abstracto como es una obra literaria.

- T: Tu libro "La libertad de los bares" surgió a partir de la rutina de trabajar en los bares. ¿Cómo surgió ese hábito?

- C.P: Apareció cuando mi hijo era chiquito y lo dejaba en el jardín y sentía la libertad de poder ir a un espacio público como para salir del encierro de la casa, porque cuando una es madre, hay una claustrofobia al estar encerrada en el espacio doméstico. Adopté ese hábito y además descubrí que siempre hay algo lindo en estar atenta y escuchar lo que dice la gente. Yo estaba escribiendo un libro sobre los talleres de poesía y cada vez que terminaba un taller iba a un bar y escribía lo que la gente había dicho en los talleres y lo mezclaba con lo que decía la gente en los bares. Fue como un ejercicio de escucha de las conversaciones que muchas veces son delirantes. Yo estaba en el bar tipeando automáticamente lo que decía la gente porque me parece muy fantasioso, literario y surrealista lo que se habla en la calle, las cosas que se dicen y escuchan.

- T: ¿Esa práctica se relaciona con tu idea de la creación artística desde lo colectivo?

- C.P: Desde que creamos Belleza y Felicidad, siempre el diálogo y el intercambio fue muy importante, y pensé el arte como algo colectivo, creo que toda obra de arte es colectiva, solamente hay nombres que terminan representando en este sistema que vivimos a la persona creadora, pero en el fondo una obra está compuesta de ideas, procesos y afectos que son colectivos, y todo lo que se escribió antes es parte de lo que uno escribe también. Ir a un café y escuchar lo que se dice también tiene que ver con algo del trance creativo.

- T: La figura de Dios aparece en distintas menciones, qué idea de la divinidad te acompaña en la creación literaria?

- C.P: Son distintos momentos de conexión con la divinidad. Leí mucho budismo zen, fui criada en la religión católica, pero desde chica tenía eso de creer y no creer en Dios, pero sí creo en el enigma de dios, algo de lo divino, lo mágico. En los últimos tiempos estoy muy interesada por las religiones de América porque yo nací en Mendoza, que había sido tierra de los Incas, y para los incas, Inti, el sol, era el dios máximo.

- T:El barrio de Once y sus características poco glamorosas también están presentes.

- C.P: Pienso que cualquier lugar en el que viva, estuviera donde estuviera, trataría de quererlo. Vine a vivir a los 18 años a Buenos Aires y para mí es todo un logro poder estar bien donde estoy, pienso en mi abuela inmigrante que tuvo su desarraigo, mis padres que vivían en una provincia y después se fueron a otra. Está el mandato, sobre todo en la clase media, de irse a Europa o a Estados Unidos y para mí poder estar bien donde uno está es un logro espiritual. Creo que cada uno de los lugares tiene su magia, en el caso de Once la historia del tango.

- T: Los hombres aparecen en tu poesía, a veces unidos al amor, al odio, al resentimiento, a lo erótico. ¿Cómo te llevas con ese vínculo?

- C.P: Siento que hay un replanteo de los vínculos sexo afectivos del heteropatriarcado. Se empezaron a cuestionar ideas del romance, de la pasividad o no de la mujer. Traté de ser franca con esa idea de cómo era el romance, el amor, buscar un lugar propio ahí porque siento que a las mujeres nos dieron un guión y hubo que reescribir ese guión, es un momento de crisis. La relación con el otre es de lo mas difícil de la condición humana, y el amor, el odio, el resentimiento y el conflicto es parte de la vida de una mujer, como yo que quiero escribir de lo que le pasa. Siento que las mujeres, en lo erótico, pasamos de ser objeto a sujeto, y entonces me pregunto qué pasa cuando el hombre pasa a ser el objeto de amor. Yo digo que quiero escribir de amor y no solo ser escrita. Sobre el amor escribieron siempre los hombres hasta hace 100 años o 50, pero ahora lo hacemos las mujeres. Por ejemplo, Shakira dice en su canción "ahora las mujeres facturan" y para mí hay un género nuevo que lo llamo tecnología del despecho, y es parte de esto. Ahora que las mujeres tienen la palabra y pueden hablar de su lugar en los vínculos afectivos salen canciones como esa y me parece fantástico porque sacan a la mujer de ese lugar de víctima del desamor.

Con información de Télam

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