(Por Ana Clara Pérez Cotten) Con cuatro historias de aire distópico pero verosímiles donde falta el agua, las altas temperaturas impactan en el corazón de la vida familiar y la sombra es una salvación, la autora chilena Malú Furche edifica "Islas de calor" (La pollera), su primer libro en el que logró darles voz y cauce literario a una de las mayores preocupaciones de su generación, la crisis climática.
De visita en Buenos Aires en el marco de la Feria del Libro de Buenos Aires, Furche (Temuco, 1988) es directora audiovisual y guionista pero sintió la necesidad de cambiar de formato al momento de dar cuenta de la dimensión privada de un fenómeno tan magnánimo como el calentamiento global.
"Los cuentos nacieron juntos a fines de 2017, durante una ola de calor muy intensa en Chile. Empecé a mirar a mi alrededor a la gente que caminaba agotada, cargando paquetes. Y entonces me puse a pensar en qué pasaría si esa sensación de calor intenso, que nos pesaba sobre la cabeza, de pronto no se acabara más. Me acuerdo del momento exacto: estaba andando en bicicleta y pensé: ¿Y qué tal si esto solo empeora?", cuenta Furche, durante una charla con Télam, sobre el puntapié de esas cuatro historias editadas -que en algún punto dialogan- y que al lector argentino también le resonarán muy cercanas después del último verano agobiante.
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"Soy guionista, pero el formato en el que se me aparecieron estas historias fue el de relatos breves, pequeñas ventanitas de este universo de calor. Con eso en mente, me lancé a escribir muy de a poco pero siempre con una cabeza literaria y no audiovisual", recuerda la autora. Furche trabajó aquellos textos en el marco del máster de Escritura Creativa que cursó entre 2018 y 2020 junto a compañeros del resto de América Latina y cree que esa lectura colectiva aportó muchísimo: "Es muy valioso poder mirar con la crítica aguda y certera de un montón de escritores, fue un lujo poder trabajar el libro en ese espacio".
Escritos antes de la pandemia pero con una atmósfera impregnada por lo apocalíptico, "Vivir así", "La Atacama (o los que no vuelven)", "Animales de calor" y "La viuda y la virgen" exploran un mundo agónico, donde las diferencias sociales, el amor y los lazos familiares se tramitan en medio de la sed, el hastío y el toque de queda. Y si bien son cuentos, guardan un vínculo y alimentan una misma conversación que permiten que el lector pueda también considerarlos como parte de un gran relato. Furche, además, trabaja en la adaptación de los textos para un cortometraje.
Télam: En "Vivir así", el relato que abre el libro, la ola de calor se da en forma paralela a una crisis familiar que cambia el estado de cosas. ¿La crisis climática detona nuestras biografías?
Malú Furche: Si, en el relato ambas crisis convergen y originan un orden nuevo. Creo que es muy interesante pensar el clima como algo más cercano, del día a día. Si lo pensamos como algo que nos excede, difícilmente podamos accionar sobre la realidad.
T.: Integrás el grupo de escritores chilenos que llegaron a Buenos Aires para celebrar a Santiago de Chile como ciudad invitada a la Feria del Libro. ¿Cuál es tu relación con la literatura latinoamericana?
M.F: Me interesa la literatura escrita por mujeres. Me encantan Mariana Enriquez, Margarita García Robayo y Eliana Hernández. Y en Chile es muy interesante lo que pasa con las autoras: Arelis Uribe o Paulina Flores. Creo que es un gran momento para la literatura que hacen las mujeres: no porque no existieran antes, sino porque ahora es importante la visibilidad de voces jóvenes y contemporáneas. Siento que es un privilegio emocionante poder ser contemporánea a eso, verlo en vivo. Después de mi paso por Estados Unidos me di cuenta de hasta qué punto me gusta leer en mi idioma: hay algo en la sutileza del lenguaje que siempre se pierde en la traducción. Y como escritora, aprendo mucho leyendo en castellano, y también descubriendo las distintas sutilezas que hay en cada una de las escrituras. No sé, de repente ver cómo se hizo una cosa en un lugar y luego en otra. Es una manera fascinante descubrir esa marca de una nacionalidad en la literatura.
T.: Después del rechazo a una reforma de la Constitución que legislaba mucho en materia de recursos naturales, Chile lanzó esta semana un plan estratégico para la explotación del litio. ¿Tu generación tiene una preocupación por temas como la ecología que trasciende la esfera de lo político?
M.F.: Es muy compleja la situación de Chile en materia de recursos naturales. Por un lado, el texto constitucional que se rechazó en septiembre del año pasado era sin duda un texto con miras a futuro, un texto en el que lo verde importaba, que tenía una propuesta ecológica de primera línea, increíble. Es más, creo que era una de las mejores cosas que tenía el texto. Se rechazó y bueno, lo que se está haciendo ahora no le llega a los talones. No se está pensando realmente en la ecología.
En Chile, lógicamente, siempre hay una tensión fuerte porque es un país extractivista. Vivimos de la minería y de la pesca y la contracara de eso son las grandes empresas. Si no dejamos de atacar el lugar en el que nos tocó vivir, vamos a arruinar la fiesta. A veces es hasta doloroso entender qué tan poco es lo que uno puede hacer en términos individuales, la diferencia que marcamos es mínima. La cuestión, lo que va a definir cómo vivan las nuevas generaciones, está en manos de los gobiernos y de los dueños del capital. A pesar de eso, encuentro buenas iniciativas: en Hacienda, crearon un departamento de economía verde para medir todo tipo de decisiones en función del impacto en los recursos naturales. Pero mi sensación final es que en América Latina vamos un paso adelante y ocho para atrás.
Con información de Télam