Desde escritores consagrados como Jorge Luis Borges, Pedro Mairal, Gabriela Cabezón Cámara o Martín Kohan, hasta autores más experimentales como Oscar Fariña y Pablo Katchadjian, la pampa, el gaucho y la gauchesca del siglo XIX se retoman en la obra de estos exponentes del siglo XX desde aspectos conceptuales y formales en los que esa genealogía se configura como referencia tradicionalista conservadora y también como elemento de lucha ideológica.
Télam: Hay en la novela un terror gauchesco, un apocalipsis gauchesco. La tradición se reconfigura a partir de un futuro distópico. ¿Cuáles son los escritores o escritoras que trabajan en este sentido? ¿Creés que es un género explorado o que tiene aún camino por recorrer?
- Juan Pisano: "El año del desierto", de Pedro Mairal, es la novela que me llevó a pensar mi historia. Esta novela empieza en Buenos Aires y la propia escenografía se va yendo al pasado, y termina en el siglo XIX. Hay un cruce de siglo XIX y XX que me encantó. "Quema", de Ariadna Castellarnau, es una novela que me encantó también. Me parece que en Argentina están surgiendo ahora este tipo de escritores y ficciones, la literatura de género entró bastante en auge en los últimos años. El terror con Mariana Enriquez, por ejemplo. Pero históricamente la literatura argentina expulsó estos géneros. Hoy a Alberto Laiseca se lo reivindica mucho, pero hace 15 años en Puán (la carrera de Filosofía y Letras de la UBA) ni lo mencionaban. Si decías que leías a Stephen King te condenaban por "mala literatura". Te tenía que gustar Juan José Saer o Henry James: el alto modernismo. Creo que las grandes corrientes literarias del siglo XX son el realismo, por un lado, y el fantástico, por el otro, de la mano de Silvina Ocampo, Jorge Luis Borges, Julio Cortázar y Adolfo Bioy Casares. Todavía hay mucho por delante en el campo de la ciencia ficción argentina, que use el género para repensar cuestiones estructurales. El siglo XX, con sus condiciones de producción y de realización en la literatura argentina, obturó la posibilidad de usar esos géneros para trabajar cosas "serias". Y por el contrario, hay grandes clásicos de la literatura internacional que hoy se considera "seria" y están afirmados en la distopía o ciencia ficción: "1984" de George Orwell, "Farenheit 451" de Ray Bradbury, algunas novelas de Isaac Asimov. En la literatura argentina hubo cierta evolución temporal que hizo que esos géneros no avanzaran, y creo que es una situación argentina pero también latinoamericana.
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- T: Pienso en "Las aventuras de la China Iron", de Cabezón Cámara, que retoma también la imaginaria de la gauchesca. ¿Por qué se resignifican esos temas hoy? ¿Por qué es importante traerlos a la actualidad?
- J.P.: El Martín Fierro volvió a lo largo de todo el siglo XX. La literatura criollista o gauchesca tipo Juan Moreira, los folletines, duraron hasta la década del 60 más o menos, cuando se seguían publicando folletos baratos de mucha circulación. Luego tenemos a (Jorge Luis) Borges reescribiendo el "Martin Fierro" en "Biografía de Tadeo Isidoro Cruz" y "El fin"; "Divertidas aventuras del nieto de Juan Moreira", de Roberto Payró. Después llegó al cine de la mano de Pino Solanas y "Los hijos de Fierro", un documental de 1972 que no trabaja gauchesco pero toma la hipótesis de que los pobres, los cabecitas negras de aquel entonces son los herederos del gaucho del siglo XIX. "Las aventuras de la China Iron" podríamos decir que es una suerte de spin off del Martin Fierro en clave feminista. Pienso también en "El amor", el cuento de Martin Kohan que cuenta una historia de amor entre Cruz y Fierro, una relación sexual homosexual explícita que se publica en 2011. Y ese mismo año sale "El guacho Martín Fierro", de Oscar Fariña, que reescribe verso a verso toda la primera parte del "Martín Fierro" en clave tumbera. El lugar que tenía el gaucho del siglo XIX, explotado por el Estado, maltratado, asesinado o llevado al fortín, lo tienen hoy los pibes de las villas, los marginales. Y también pienso en "El Martín Fierro ordenado alfabéticamente", de Pablo Katchadjian, que es un experimento formal, una ruptura de sentido. Algo pasa en nuestra cultura que siempre volvemos a la gauchesca desde perspectivas absolutamente diferentes. El siglo XX estiró tanto lo que puede significar la gauchesca y el gaucho que hoy es un terreno de disputa para todo. Al gaucho lo reivindican personas como Ricardo Iorio, súper conservador, y en el otro extremo ideológico lo reivindica Cabezón Cámara. Es un terreno de disputa en el que se juega también algo del qué es ser argentino. La pampa aparece como referencia tradicionalista conservadora para reafirmar cierto sentido de argentinidad, y también como elemento de lucha ideológica desde el progresismo para criticar condiciones de existencia.
Con información de Télam