(Por Leila Torres) "Antivisita. Formas de entrar y salir de la Esma" es una performance que explora formas alternativas de interactuar con un espacio tan emblemático de horror y de memoria como es la ex Escuela de Mecánica de la Armada que se presenta en el Centro Cultural Paco Urondo a partir de la creación de Mariana Eva Peréz (autora de "Diario de una princesa montonera") y su prima, la coreógrafa Laura Kalauz.
La obra empezó en la entrada del Centro Cultural Paco Urondo (25 de Mayo 201) con la voz de Kalauz: "Si está fuera una visita normal, la directora del museo presentaría una biografía muy breve de las invitadas especiales", dijo. Pero, como se trata de una "antivisita", se presentó a si misma y a Pérez con verbos condicionales.
Además situó el escenario imaginario donde transita la obra: el ex centro clandestino de detención de la Escuela de la Armada, donde se estima que estuvieron secuestradas más de 5 mil personas.
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Kalauz (Buenos Aires ,1975) es coreógrafa y performer. En 1998 emigró a Europa, donde estudió danza e improvisación y Pérez (Buenos Aires, 1977) es graduada en Ciencia Política y se formó como investigadora en el marco del proyecto "Reconstrucción de la identidad de los desaparecidos. Archivo Biográfico Familiar de Abuelas de Plaza de Mayo". Por la desaparición de sus padres, es querellante en la causa en la que se investiga la actuación de la RIBA (Regional de Inteligencia Buenos Aires de la Fuerza Aérea).
Luego de la presentación, las artistas invitaron al público a ingresar al centro cultural. La escritora de "Diario de una princesa montonera" enunció, como si se tratara de una lista: "Entrar por primera vez con compañeras de cautiverio de tu mamá. Hacer las visitas con amigas. Asistir a congresos en el Centro Cultural Haroldo Conti. Hacer la visita guiada con el chico que me gusta, tener una cita en la ESMA. Soñar con la ESMA".
La obra performática se sirve de la palabra, de la actuación, de imágenes y de la utilización de distintos espacios que sirven de escenario. En la sala "contexto histórico" que pertenecería a la ESMA, Pérez expresó: "Acá les pasaríamos un video con mucha gorra. Mucho bigote. Sangre". Pero, como se trata de una anti visita, la escritora y Kalauz pasaron a relatar anécdotas de sucesos extraños y otros sobrenaturales que tienen como escenario al ex centro clandestino de detención.
Entre las historias que contaron resaltaron la de una mujer vestida de blanco que aparece y desaparece en el jardín. "Hay niños que sin conocer la historia del lugar sienten mucho miedo. O a veces lloran de repente, se marean o incluso levantan fiebre", narró Pérez.
Luego, las guías de la anti visita condujeron al público por un pasillo hasta una escalera desde donde Pérez contó: "En esta escalera van a poder observar unas marcas que fueron realizadas por los grilletes de las personas que bajaban y volvían a subir los militares". Con estos relatos a lo largo de la obra, se recuerda cómo alcanza con el poder de la palabra para invocar lugares, sensaciones y hacer memoria.
Al subir las escaleras, el nuevo escenario se trató de un entrepiso de paredes rojas donde las personas que integraron el público debieron acercarse unas a otras para escuchar mejor. En este punto, Pérez pegó en las paredes unas fotografías en blanco y negro que sacó una amiga de la militancia de su mamá, de apodo Buchi, con la que recorrió la ESMA años después junto a otra amiga, Adriana.
Las fotografías evocaron recuerdos. Por un lado cómo "las personas que estaban acá secuestradas pasaban sus noches, con los ojos vendados, en silencio, días, semanas y en algunos casos, meses" pero, también, cómo es posible encontrar recuerdos de alivio en el horror a partir de "un abrazo muy fuerte, muy largo, muy apretado" que se dieron las amigas de su madre.
"Yo había fantaseado un montón de cosas, todas horribles, que me iba a dar miedo, y sin embargo, no recuerdo sentir miedo. Lo que más recuerdo es ese abrazo", contó la investigadora y autora con voz temblorosa.
Después el público ingresó a la sala llamada "Pañol", donde los marinos guardaban todas las pertenencias que robaban de las casas que allanaban. Allí, las personas se ubicaron en unas sillas de escuela y cuando todos terminaron de ingresar, Kalauz y Pérez repasaron la historia familiar a través de fotos en un proyector. Y, como si se tratara de un encuentro íntimo un domingo por la tarde donde se miran fotos antiguas, las primas recordaron anécdotas de sus parientes.
Recorrieron también cómo había sido la vida de cada uno, quién se había casado con quién, cómo era la convivencia, y quienes fueron las personas que dejaron sus datos en el banco genético para poder identificar posteriormente al hermano de Perez.
Dentro de estas historias familiares, apareció un secreto: el interés por el espiritismo, la creencia de que el alma perdura después de la muerte. "Tengo relatos un poco esotéricos de mi mamá, que tienen que ver con la parte de su militancia en el PRT-ERP. Aparentemente no podría ser más contradictorio, con todo el materialismo histórico, pero ella era capaz de interrumpir una reunión de ámbito para definir alguna cuestión tirando el I Ching", dijo con tono irónico Pérez.
Al salir de esta sala, el público se trasladó a un pasillo oscuro. Kalauz y Perez se situaron en extremos opuestos. Kalauz contó cómo fue el parto de Patricia Roisinblit, madre de Pérez, en un espacio que tenía una puerta abierta y tuvo acompañamiento de sus compañeras.
"En los juicios de lesa humanidad que se están haciendo en este momento en todo el país para juzgar los crímenes de la dictadura se puede convocar no solamente un testigo que vio algo, que puede contar su experiencia directa, sino un testigo de contexto: una persona que es experta en determinado campo y que, a partir de ese saber, puede dar una explicación contextual", relató la también autora de "El pasado inasequible" para presentar a Miguel Algranti, que es antropólogo y que trabajó con religiosidades alternativas.
La práctica de invocar espíritus tomó protagonismo en la obra performática luego de que el público ingresara a una sala y se ubicara alrededor de una mesa larga rectangular. Algunos integrantes se sentaron y otros permanecieron parados.
Algranti explicó cómo en 1847 nació el fenómeno del espiritismo, no solo como método de investigación sino como un fenómeno mediático. "El espiritismo nace de cómo pensar el mundo espiritual desde una sustancia y pensar a las personas como telégrafo", detalló Algranti y la "Antivisita" cobró la forma de una charla académica.
El público aprendió que, para los espiristas, "no son algo sobrenatural los fantasmas" sino que "toda persona vive en la vecindad que son afines a su propio espíritu". "Si esto fuera una mesa espiritista, los espíritus invocados serían ustedes, que vinieron por sus propias ganas acá", acotó Algranti dirigiéndose al público.
Después de la charla, se apagó la luz. Algranti pidió tomarse de las manos entre todos y "sentir la energía" porque "el cuerpo se vuelve una superficie de inscripción". La sala se llenó de oscuridad, silencio, y respiraciones profundas.
Un sonido de "tic tac", que venía de un grabador, rompió el trance y Kalauz guio al público con este dispositivo a la planta baja. En una nueva sala, Pérez vació sobre una mesa un bolso repleto de objetos. Apoyó -con manos temblorosas- un libro de Shantala, una edición de "Rayuela", cartas, un pañal, una petaca, un sonajero. De fondo, sonaba el testimonio de Pérez sobre la desaparición de su mamá.
Cuando la mesa estuvo repleta de objetos y se transformó en santuario, Algranti y Kalauz la llevaron a la sala principal del centro cultural, donde comenzó el recorrido. Pérez propuso escuchar una canción de "Géminis", una banda de rock que su padre José Manuel Pérez Rojo había tenido antes de ser montonero.
Con el tono irónico que la caracteriza, la escritora invitó al público a "tratar de identificar qué es lo que toca su papá". Las personas asintieron cómplices y se dejaron llevar poco a poco por el ritmo torpe pero divertido de la canción. Pérez bailó mientras Kalauz encendió un palo santo, incienso conocido por ayudar a generar armonía. En los últimos acordes de la canción, Pérez tiró el micrófono como una estrella de rock. El show había terminado pero la memoria quedó encendida.
Con información de Télam