“Isabelita” se mueve anárquicamente por toda la casa juntando pelusas, pelos y migas del suelo. Llega hasta los rincones más difíciles del hogar, como esquinas y recovecos, y lo hace sin chocarse con paredes ni muebles. Gracias a una serie de sensores que controlan lo que tienen a su alrededor, tampoco se cae por las escaleras y, cuando termina su tarea, vuelve a su enchufe para cargarse y seguir limpiando la casa. “Isabelita”, como la apoda su dueña, es un robot aspiradora que se convirtió, casi, en un integrante más de la familia. Algo impensable hace apenas unas decenas de años.
Los robots parecen cosa de películas futuristas pero lo cierto es que, en la vida cotidiana, el ser humano está rodeado de ellos. Desde el lavarropas, la heladera, el freezer y pequeños electrodomésticos, hasta modernos artilugios que invaden los hogares, como los robots aspiradores, la tecnología está presente en la vida cotidiana, a través de dispositivos que crean un edén de gratificaciones instantáneas y estímulos permanentes.
Es un hecho que las casas inteligentes son ya una realidad y prácticamente cualquiera podría convertir su morada en un hogar a la vanguardia de la domótica y el Internet de las cosas.
En esa sintonía, es una realidad que las relaciones, la información, el conocimiento y el trabajo siguen cada día más un patrón determinado por las máquinas y la inteligencia artificial. Pero, ¿qué consecuencia le trae al ser humano la aplicación constante de los avances tecnológicos en su vida cotidiana?
“La importancia de lo tecnológico se ve cada vez más a acrecentada: ya no podemos concebir una vida separada de estas mediaciones, de nuestra necesidad de acudir a la digitalización, a los celulares y a los dispositivos, porque todo tiende a convertirse en un sistema digital, de servicios, de tramites. En ese sentido, la digitalización continua de la vida es una primera forma inmediata del ejemplo del impacto tecnológico que modifica nuestra cotidianeidad”, señala el escritor y filósofo de la Universidad de Buenos Aires, Esteban Lerardo.
Algoritmos, consumo cultural y relaciones sociales
En diálogo con la Agencia de Noticias Científicas de la UNQ, Lerardo explica que dentro de ese impacto de lo digital, el espacio es de suma importancia: “La posibilidad de comunicarse de forma instantánea con una persona potencialmente en cualquier parte del mundo, a una gran distancia física, es un ejemplo de cómo la tecnología modifica nuestra relación con el espacio”, dice. Y agrega: “El espacio más importante para nosotros es el espacio digitalizado, el espacio de la comunicación digital en el cual la comunicación puede ser rápida e inmediata, a diferencia del espacio físico donde las distancias son verdaderas y son posibles obstáculos para la comunicación instantánea”.
Según Lerardo, dado que avanza la digitalización dentro del mundo online, el acceso, por ejemplo a las noticias o al entretenimiento, está cada vez más mediado por las huellas que se dejan en el ciberespacio, mostrando ciertas preferencias. Y los algoritmos reconstruyen esas huellas para tratar de guiar, tentar o manipular a las personas para seguir consumiendo noticias o imágenes o contenidos, que vienen a confirmar un deseo ya manifestado, e inhibiendo, quizá, la posibilidad de consumir cosas distintas. “Los algoritmos son una manifestación de la inteligencia artificial que, de alguna manera, tienden a fijarnos en un deseo; son una fuerza de conservación de una forma del deseo, para que de esa forma consumamos aquello que se nos quiere proponer”.
Hacia la hibridación del ser humano
La combinación de tecnologías, canales y contextos, y de sentimientos, emociones y lenguajes que conforman una nueva experiencia vital, hacen que la propia esencia humana ya sea híbrida. Cada vez más, las relaciones, la información, el conocimiento, el trabajo siguen un patrón determinado por las máquinas y la inteligencia artificial. Y lo que está fuera de esa realidad virtual resulta cada vez más extraño, exótico, e incluso, superfluo.
Para explicar esto, Lerardo acude al ejemplo de cómo funcionan la Realidad Aumentada y la Realidad Virtual. “Hay una forma de la construcción de la cultura digitalizada ,que es la Realidad Aumentada, donde puede haber un encuentro entre la realidad virtual y la realidad física, en el cual lo virtual está superpuesto sobre lo físico para darnos más información sobre la realidad de lo que estamos viendo”. Según detalla, con esta tecnología, lo virtual interactúa con lo real, no lo sustituye, aumentando, así, la posible relación con la realidad. Sería, entonces, un ejemplo de integración entre la realidad física y lo virtual. Sin embargo, asegura que hay otra tendencia en la cual lo virtual tiende a sustituir la realidad: la Realidad Virtual. “El ejemplo extremo de eso es el de la película Matrix, donde lo virtual se pone en lugar de lo físico”, dice. Y subraya que esa es una tendencia que está presente, en cuanto a que, dado que el acceso a las cosas está cada vez más mediado por el uso de los dispositivos. “Esa tendencia muchas veces tiende a mostrar que el estar en el mundo físico es innecesario, es una pérdida de tiempo y se va convirtiendo en algo obsoleto. Aquí hay un desequilibrio”.
Sin embargo, existe una tercera postura que advierte que lo virtual tiene que interactuar con lo físico, que no son cosas opuestas. “Siempre que lo virtual contribuya a que tengamos una relación de mayor información y conocimiento del mundo físico, puede resultar algo bueno”, concluye el especialista.
Cómo sea, la virtualidad como característica tecnológica de la comunicación contemporánea está cada vez más enmarañada con las estructuras sociales. Y, en ese sentido, debe seguir siendo un vértice de reflexión para pensar y construir los nuevos espacios físicos y virtuales que condicionan la existencia humana.
Con información de la Agencia de Noticias Científicas