Como si no fueran suficientes el dengue, las cardiopatías, la diabetes y la hipertensión, por citar algunas de las patologías más prevalentes, médicos y epidemiólogos tendrán que empezar a prestar atención también al impacto que está teniendo el número creciente de incendios favorecidos por el cambio climático. Estos no solo consumen bosques y pastizales, arrasan con la biodiversidad, y pueden convertir en cenizas viviendas y otros bienes materiales, sino que aumentan el riesgo de enfermedades respiratorias, cardiovasculares y neurológicas, y hasta pueden conducir a cuadros crónicos de deterioro de la salud mental.
Esto es lo que plantea un informe sobre incendios, cambio climático y salud firmado por los especialistas de la Red Clima y Salud de América Latina Tatiana Camargo, Patricia Caro Uribe, Juan José Castillo, Francisco Chesini, Sandra Cortés, Susana García, Patricia Matus, Jeni Miller, Matilde Rusticucci, Raquel Santiago, Milena Sergeeva y Damián Verzeñassi.
“Fuimos convocados por esta alianza global conformada por muchas sociedades de la región –explica la meteoróloga argentina Matilde Rusticucci, docente de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA, investigadora del Conicet, autora y coordinadora de varios reportes del IPCC–. La sinergia entre incendios y cambio climático genera gran preocupación. Este documento es una revisión de estudios para la formulación de políticas públicas”.
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De acuerdo con los autores, América Latina enfrenta una creciente crisis de salud pública alimentada por las fuerzas sinérgicas de los incendios y el cambio climático, que en los últimos años registraron un marcado aumento en su frecuencia, intensidad y alcance geográfico. Los hubo devastadores en la Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, México y Paraguay. De acuerdo con el informe de Amnistía Internacional, "Los incendios forestales en la Argentina. La situación en 2022", ese año solo en la provincia de Corrientes se incendiaron más de 330 mil hectáreas de humedales. Entre enero y octubre 23 de las 24 provincias reportaron focos. El 30 de noviembre, Tierra del Fuego vio consumirse por el fuego más de 9000 hectáreas.
Aunque los incendios no son una de las causas del cambio climático global, la contaminación y el calor que generan aumenta la temperatura de las localidades cercanas y afectan a las personas que viven cerca porque exacerban el calor.
“Los incendios no contribuyen al calentamiento global, cuya causa es el aumento de los gases de efecto invernadero –coincide la meteoróloga Carolina Vera, ex viceministra de Ciencia y Tecnología y docente de Exactas/UBA–. Pero el aumento de los gases de efecto invernadero está alterando el clima en distintas regiones y creando las condiciones meteorológicas que dan lugar a incendios; es decir, aumentando la combinación de temperaturas más cálidas, vientos y condiciones más secas”.
Por eso, según los especialistas, no solo creció mucho la cantidad de hectáreas afectadas sino que además ésta se multiplicó por dos debido al calentamiento. “El cambio climático duplicó la cantidad de hectáreas que se incendian en el planeta –subraya Rusticucci–. Esto ocurre también en la Argentina. ¿Por qué? Porque no nos preparamos, no hacemos prevención. Sabemos que hay una temporada crítica, que es cuando no hay lluvias. Durante la última gran sequía tuvimos incendios hasta en los pastizales del Delta, en el Norte, en Córdoba, en el Sur, en todo el país… Y la actividad humana los favorece al utilizar la quema como herramienta para cultivar, para despejar los campos productivos en un contexto de mucho calor que exacerba estos fenómenos descontrolados”.
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Se dan en todo tipo de biomas, pero los bosques son especialmente vulnerables; sobre todo cuando la sequía se extiende. “Cuando no está llegando la lluvia, cualquier acción humana desprevenida puede provocarlos –dice Rusticucci–. Y eso tiene impactos en la salud. En primer lugar, incrementan los problemas respiratorios, como el asma y la enfermedad obstructiva crónica. Eso se pudo medir muy claramente. La población que está más en riesgo son los niños, pero también los mayores con comorbilidades. Además, aumentan el riesgo de problemas cardiovasculares. Hasta se identificaron impactos neurológicos y en salud mental. Genera mucho estrés, trauma, algo que se llama ‘eco-ansiedad’, porque los pobladores de asentamientos cercanos o tienen que evacuar o pierden todo lo que tienen, incluso su vida…”
Las columnas de humo cargadas de contaminantes nocivos, afectan la calidad del aire y la salud poblacional en la región, y se trasladan a grandes distancias.
“Los incendios forestales producen contaminantes y material particulado que afecta muchísimo la salud, tanto en forma aguda como a largo plazo. Por ejemplo, nosotros que vivimos en San Nicolás, hay años en los que incendios de pastizales provocados pueden durar meses y ese material particulado hasta se detecta por satélite –destaca el epidemiólogo e investigador del Conicet Pablo Orellano, primer autor de una revisión de estudios sobre el efecto de la exposición de largo plazo a esas partículas y su vínculo con distintas patologías. En 2020, publicamos otra revisión para la Guía de Calidad del Aire de la OMS que habla sobre material particulado y sus efectos a corto plazo. Lógicamente, los riesgos relativos son más grandes en la exposición crónica, pero la asociación [con patologías] en el corto plazo también es significativa. Es decir que tanto en forma aguda como crónica, las partículas contaminantes tienen efectos en la morbilidad y en la mortalidad”.
Entre los consejos para tomadores de decisión, el primero es articular programas integrales de prevención. “Tenemos que entender que esto es un problema. Cuando vino la la última sequía grande, advertimos que la iba a acompañar una temporada de incendios”, dice Rusticucci. Sin embargo, no se los escuchó. “Tenemos que pensar que hay regiones propicias para estos fenómenos. Eso puede monitorearse para detectar las que tienen más riesgo. También tendría que prepararse el sistema de salud. Ahora estamos haciendo un trabajo en el Hospital El Cruce para ver qué percepción tienen los médicos sobre los eventos extremos en general y cómo afectan la salud. Íbamos pensando que mencionarían las olas de calor y lo primero que surgió fue precisamente un incendio grave que tuvieron en la zona”.
Se necesita pasar de medidas reactivas a estrategias proactivas de prevención respaldadas por pruebas científicas sólidas y una participación pública sostenida, escriben los autores del trabajo. Sin embargo, en la Subsecretaría de Ambiente y la Administración de Parques Nacionales de la Argentina sufrieron recortes de más del 40% en el primer semestre de 2024, según datos de la Oficina Nacional de Presupuesto analizados por Chequeado. En el primer trimestre no hubo ejecución presupuestaria para combatir el fuego.
“Esperemos que no ocurra ninguna tragedia –concluye Rusticucci–. Es un tema para el que hay que estar preparados. Son eventos que no se resuelven con un balde de agua ni en media hora…”
Impactos inmediatos sobre la salud
- Dificultad respiratoria
Ataques de asma, bronquitis, exacerbaciones de enfermedad pulmonar obstructiva crónica y otras infecciones respiratorias.
- Complicaciones cardiovasculares
Mayor riesgo de sufrir ataques cardíacos, accidentes cerebrovasculares y arritmias, especialmente en personas con afecciones cardíacas preexistentes.
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Impacto crónico del humo de incendios, incluso en niveles relativamente bajos
- Enfermedades respiratorias
Enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) y cáncer de pulmón, entre otras.
- Enfermedad cardiovascular
Hipertensión, insuficiencia cardíaca y otras complicaciones.
- Patologías neurológicas
Se encontraron vínculos con riesgo elevado de deterioro cognitivo, demencia y otras enfermedades neurodegenerativas.
- Enfermedades zoonóticas
A medida que los incendios alteran los paisajes y obligan a los animales a reubicarse, aumentan las oportunidades de interacción entre la vida silvestre, los animales domésticos y los humanos. Esto puede facilitar la propagación de diversos agentes patógenos.
- Salud mental
Estrés agudo y trauma. Ansiedad, ataques de pánico, insomnio y trastorno de estrés postraumático, particularmente entre aquellos que han experimentado la pérdida de vidas, propiedades o medios de vida.
Depresión, trastornos de ansiedad y abuso de sustancias pueden persistir mucho después del incendio.