Ser afroargentino: racismo solapado e invisibilización

"No hay negrxs en Argentina" es una de las frases racistas reinantes en nuestro país. Cómo es ser afroargentino y vivir en carne propia la discriminación. 

08 de noviembre, 2020 | 00.05

El 8 de noviembre se celebra, desde 2013, el “Día Nacional de los y las afroargentinos y de la cultura afro”, en homenaje a María Remedios del Valle quien falleció un día como hoy pero en 1847 y es reconocida como la “madre de la patria” por el lugar central que ocupó en la Guerra de la Independencia . Afrodescendiente, nacida en Buenos Aires entre 1766 y 1767, Remedios formó parte de “Las Niñas de Ayohúma”, un grupo de mujeres que acompañaba al ejército y realizaban tareas varias, y se convirtió en la única mujer a quien Belgrano le permitía permanecer en el frente de batalla. Sin embargo también padeció el abandono del estado, la indigencia y murió sin el reconocimiento que merecía.

La historia de Remedios es el fiel reflejo de lxs afrodescendiente de nuestro país, una comunidad que fue protagonista de la historia, de las guerras, de las conquistas sociales, de la riqueza cultural, y al mismo tiempo permanece invisivilizada e inferiorizada. Durante el proceso de creación del Estado Nación el modelo cultural y político de la Argentina civilizada, blanca, occidental y cristiana, “libre del mestizaje”, se construyó sobre el mito de origen de la desaparición de los negros. Las representaciones alrededor de esta idea, que persiste hasta el día de hoy, y la construcción de un sentido común ligado a la blanquitud nacional han condicionado por completo la vida de los afrodescendientes en Argentina. Desde la falta de acceso a derechos básicos, la discriminación racial, y la persecución policial, hasta cierta dificultad para los vínculos y la integración social por ser portadores de una imagen de alteridad negativizada.

“En Argentina no hay negrxs”: mito u otra forma de racismo

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En la escuela nos enseñan que “lo afro” eran los vendedores de mazamorra, y que su presencia en nuestra historia desapareció a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Sin embargo existe una enorme comunidad de afro descendientes viviendo en Argentina. Según cifras del Censo del Bicentenario de 2010, al menos 150 mil personas se auto reconocen afrodescendientes, y se calcula , en base a ese número, que alrededor de 1,5 millones de argentinos e inmigrantes en el país son de origen afro. Aunque parezca mentira 1 de cada 20 argentinxs tiene esa ascendencia.  El 68% se ubica en el rango etario de 15 a 64 años, lo que significa que el grueso de la población está en edad de trabajar.  En términos de ubicación geográfica casi la mitad resida en la Ciudad y Provincia de Buenos Aires, y también un gran porcentaje en metrópolis urbanas como Córdoba, Entre Ríos y Santa Fe. Más del 90% de la población afrodescendiente nació en Argentina, mientras que sólo un 8 % declaró haber nacido en otro país.

Es importante advertir que dicha información no está actualizada al 2020 y que estos estudios generalmente no están pensados para el trabajo con grupos poblacionales específicos. Por esta razón recientemente se lanzó la primera Encuesta Nacional de Migrantes en Argentina, que estará abierta hasta el 15 de noviembre, impulsada por un equipo de 50 investigadorxs e investigadores del Eje Migración & Asilo del CONICET, de todo el país, en colaboración con algunas organizaciones sociales y de migrantes de todo el país.  

Las cifras contrastan con el imaginario que dice que en Argentina no hay negrxs y que, en consecuencia, asocia al afrodescendiente exclusivamente con lo extranjero o lo otrx. Lxs argentinxs nos convencimos a nosotrxs mismxs, y convencimos al mundo, de que como acá no había negrxs tampoco había racismo. Afirmación que es doblemente falsa y peligrosa. No solo se invisibiliza a una población que ha formado parte del entramado social y cultural desde hace siglos, sino que además niega una modalidad de racismo propia que es la que homogeiniza la diversidad y la diferencia. La primera expresión racista es que “en Argentina no hay negrxs”, frase que fue derivando en “negrxs de mierda” o “cabecitxs negras” que asocia la negritud ya no a rasgos fenotípicos africanos, sino a atribuciones sociales y políticas: pobreza, peronismo, mestizaje,  militancia, sindicalismo, delincuencia, indigencia, etc. La peculiaridad del racismo local y la invisibilización de la diversidad fueron las bases durante gran parte del siglo XX de las maniobras políticas de la oligarquía y el anti peronismo.

Ser afrodescendiente en Argentina

Malu Capello, es brasilera pero vive en Buenos Aires hace 10 años. Es fotógrafa y socióloga, y estuvo trabajando, antes de la pandemia, en el proyecto artístico colectivo “Topo da Pirámide” con otras mujeres afro. “Decidí juntar esas dos carreras que estudié porque soy negra, pero tardé dos décadas en darme cuenta de mi negritud. Fui adoptada por padres blancos, estudié en las mejores universidades, pude viajar, pero siempre sentí que estaba como desubicada, que la gente me veía fuera de lugar. En la facultad me di cuenta de la estructura del racismo y que lo que sentía era porque era negra”, relata. Además identifica que el racismo en Argentina es diferente al de Brasil. Al llegar a la Capital se daba cuenta que en las escuelas e instituciones no se enseñaba que había negros argentinos: “Cuando le preguntaba  a la gente  me decían que todxs habían muerto en las guerras. Acá hay un problema aún más grande que el racismo, que es que al afrodescendiente no se lo ve como posible argentino. Los negrxs podemos ser bienvenidxs, pero para el común de la gente no somos de acá, somos siempre de otros países”.

 “Los afrodescendientes estamos tan acostumbrados a sufrir traumas que a veces lo relativizamos o lo olvidamos para no sufrir. Volver a conectarme con mi negritud a través de otras mujeres me ayudó a entender vivencias”. La negritud es una construcción social cargada de valores y prejuicios. Malu cuenta que desde chica lo primero que te dice la sociedad es que si sos negrx sos fex y vales menos: “Yo crecí pensando que mi pelo era feo. Desde casa, en la escuela, en los medios, vivimos y escuchamos cosas que nos inferiorizaban en relación al modelo occidental y blanco”. Recuerda que hasta los 25 tuvo el pelo lacio. “Yo tenía 5 años y mi mamá me metía química en la cabeza para plancharme el pelo. Me dolían los ojos, la nariz, y para mí era normal, era estar ordenada, limpia”. Ahora a sus 39 años luce sus rulos con orgullo y hasta consigue productos de perfumería para cuidarlo pero cada vez que sale de una tienda o negocio, tiene que hacerlo “con las manos a la vista y bien despacio” para que todos sepan que no se está llevando nada. Micro violencias como estas son moneda corriente en la vida de Malu.

Con su trabajo fotográfico se propuso retratar a otras mujeres, explorar sus cuerpos, contar sus historias, sus profesiones y experiencias, y de esa manera visibilizar la belleza no solamente física sino simbólico de lo afro. “Lo principal que me di cuenta es el valor de lo colectivo, cuando nos damos cuenta quiénes somos y a dónde podemos llegar. El día que abrimos la muestra las chicas lloraban, no podían creer lo que veían. Eran de todas nacionalidades y orígenes, dándose apoyo. En las fotos crecían de tamaño, porque veían a la otra y se veían a sí mismas, uno se va reconociendo y se da cuenta que una puede ser linda con todo eso -expresa Malu - Yo quiero llegar al MOMA, quiero poder emplear a muchas mujeres negras. Si mi objetivo es ese, tengo que subir escalón por escalón, pero todas juntas. Mi idea es esa poder mostrar al mundo la belleza que somos por fuera y por dentro,  y hacer entender a los argentinos que acá estamos”.

Sandra Chagas, es activista lésbica e integrante del Movimiento Afrocultural y del grupo Matambas, de mujeres negras y afrodescendientes de Buenos Aires. Subraya que a pesar de que estamos en 2020,  y ya no es un secreto la invisibilizacion de la arfroargeninidad y de lxs afrodescendientes, “aun así cuesta desenmascararla totalmente”, cuestión que se observa muy buen cuando en los medios de comunicación se habla de racismo solamente si sucede en EUA o matan a alguien en otro continente.  El asesinato de José Delfín Acosta Martínez en manos de las fuerzas de seguridad a principio de los 90s es representativa de la vulnerabilidad a la que lxs afrodescendientes están expuestxs y no es parte de la agenda. El Estado reconoció su responsabilidad en el crimen recién 24 años después y la Corte Interamericana de Derechos Humanos condenó a la Argentina por la detención "ilegal, arbitraria, discriminatoria".  “Se vive todo el tiempo soportando al racismo solapado, y explicito en las calles y en las redes sociales, se vive a las corridas de la policía ”, relata.

Acerca de la Ley N° 26.852, que da nombre al  “Día Nacional de los/as afroargentinos/as y de la cultura afro”, la activista rescata que es el primer paso en el reconocimiento de lxs afroargentinxs y la cultura afro: “Esta ley es muy necesaria para visibilizar y revalorizar aquellxs que fueron parte de los ejércitos y una de las patas de la construcción de esta Nación. Esto da sentido a los Derechos Humanos negados que hoy son estandartes en la construcción de nuestra identidad afrodescendiente”. En su artículo 3º la norma además encomienda al Ministerio de Educación de la Nación la incorporación de contenidos curriculares del sistema educativo, en sus distintos niveles y modalidades, la conmemoración de dicho día y la promoción de la cultura afro.

Sin embargo Sandra advierte que las personas afro están en peligro en las calles todos los días: el artesano, el músico, el capoerista, el vendedor/a callejerx, el ejecutante de tambor, el comerciante. “Una de las mayores deudas pendientes del Estado es el trabajo genuino y de calidad, lugares de autogestión y distribución, comercialización de libre circulación donde unx no tenga que negociar con esta maldita policía por ser negrx”, repasa Sandra. Ser negrx te aleja de la posibilidad de tener una vivienda, salud, trabajo, que “son cosas básicas para una vida digna”.  Además la militante cuenta que el espacio Movimiento Afrocultural al cual pertenece está clausurado desde el 27 de noviembre de 2017 : “en dos años no se logró regresar al espacio y hoy  en plena pandemia, no tenemos nada qué o hacer”.

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Fabiana Solano

Mi nombre es Fabiana Solano y tengo 34 años. Soy socióloga egresada de la UBA y casi Magister en Comunicación y Cultura (UBA). Digo ‘casi’ porque me falta entregar la bendita/maldita Tesis, situación que trato de estirar con elegancia. Nunca me sentí del todo cómoda con los caminos que me ofrecía el mundo estrictamente académico. Por eso estudié periodismo, y la convergencia de ambas disciplinas me dio algunas herramientas para analizar, transmitir, y explicar la crisis del 2001 en 180 caracteres. Me especializo en culturas y prácticas sociales, desde la perspectiva teórica de los Estudios Culturales. Afortunadamente tengo otras pasiones. Me considero una melómana millennial que aprovecha los beneficios de las múltiples plataformas de streaming pero si tiene que elegir prefiere el ritual del vinilo. Tengo un especial vínculo con el rock británico (siempre Team Beatles, antes de que me pregunten), que se remonta a mis primeros recuerdos sonoros, cuando en mi casa los domingos se escuchaba “Magical Mistery Tour” o “Let It Be”. Además soy arquera del equipo de Futsal Femenino de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA), rol que me define mejor y más genuinamente que todo lo que desarrollé hasta acá. Por supuesto que la política ocupa gran parte de mi vida y mis pensamientos. Por eso para mi info de WhatsApp elegí una frase que pedí prestada al gran pensador contemporáneo Álvaro García Linera: “Luchar, vencer, caerse, levantarse, luchar, vencer, caerse, levantarse. Hasta que se acabe la vida, ese es nuestro destino”.