El 30 de mayo se conmemora el Día Mundial de la Esclerosis Múltiple, originado durante el año 2009 por la Federación Internacional de Esclerosis Múltiple (MSIF) para concientizar a la población sobre la enfermedad que afecta a más de dos millones de personas en todo el mundo. Se trata de una enfermedad crónica, autoinmune, que afecta al sistema nervioso central compuesto por el cerebro y la médula espinal. Fue descubierta en 1868, por el neurólogo francés Jean Martin Charcot.
La EM genera lesiones desmielinizantes y daño de la sustancia gris por degeneración. Entre sus síntomas más comunes se encuentran alteraciones en la sensibilidad, la visión y el lenguaje, y síntomas cognitivos; por lo que los especialistas advierten la importancia del diagnóstico. "La mielina es fundamental para que el nervio conduzca la información de forma eficaz, por lo que si la lesión ocurre la conducción se torna más lenta y pueden hacerse evidentes los síntomas neurológicos", dijo Verónica Tkachuk, médica neuróloga de la División de Neurología del Hospital de Clínicas.
En la misma línea, la neuróloga del Clínicas señala: "Existen varias formas de presentación de la enfermedad. La más frecuente es como ‘brotes’ o ‘recaídas’, un síntoma neurológico que dura más de 24 horas, mejora al cabo de días a semanas y en ocasiones puede dejar secuelas". Normalmente se trata con corticoides a dosis altas, para así acortar el período de los síntomas. "Existen otros subtipos en los que predomina la presentación en forma insidiosa de los síntomas en forma progresiva, no como brotes, limitando muchas veces la funcionalidad del paciente", dijo.
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Es importante resaltar que, según explica la especialista, los síntomas de la enfermedad dependen de dónde se ubiquen las “placas” desmielinizantes. Frente a esto, los y las pacientes puede presentar: alteración de la sensibilidad; disminución de la fuerza (dificultad para caminar, torpeza, o debilidad de los miembros); pérdida de la visión, generalmente unilateral (neuritis óptica); vértigo, alteración de los movimientos oculares, visión doble; alteraciones en el lenguaje; inestabilidad al caminar o incoordinación para realizar movimientos; inflamación medular (mielitis); trastornos esfinterianos; o síntomas cognitivos o de manera infrecuente psiquiátricos.
Más allá del conocimiento en relación a la sintomatología de la enfermedad, Tkachuk sostiene la importancia de consultar a tiempo y que los neurólogos den un correcto diagnóstico: "También existen datos que hablan de sobrediagnóstico, por eso siempre recomendamos que una vez realizado el diagnóstico el seguimiento se realice en un centro especializado en enfermedades desmielinizantes para poder abordarlo en forma correcta y comenzar un tratamiento adecuado". Mientras que, en relación a factores que contribuyen a la inflamación de células nerviosas, sostiene que "existe una predisposición genética" y enumeró otras como el tabaquismo, déficit de vitamina D, exposición previa al virus de Epstein Barr y obesidad en la adolescencia.
Por otra parte, la neuróloga agrega que en latitudes en zonas con poca exposición solar anual, la enfermedad también es más prevalente. "Tal es el caso de Estados Unidos, Canadá, los países nórdicos y algunos de Europa, donde la prevalencia es de entre 200 a 250 casos por 100.000 habitantes", expresó. Mientras que destacó: "Hoy en día existen muchas maneras de estudiarla y abordarla a la hora de frenar la inflamación de las células del cerebro, evitar sus consecuencias y enlentecer su progresión. Esta inflamación se produce porque el sistema inmunológico, ante una señal anómala, activa una cascada inflamatoria que genera el daño de la mielina y axones".
La Esclerosis Múltiple (EM) se presenta mayormente en pacientes jóvenes y sus primeros síntomas aparecen entre los 20 y 40 años -siendo más frecuente en el sexo femenino-. Sin embargo, Tkachuk remarca que no se trata de una enfermedad hereditaria. "Si se tiene un padre afectado el riesgo es del 2 al 5%, mientras que si los dos padres están afectados el riesgo asciende al 20%. Hay algunos genes que se ven implicados en mayor predisposición a presentarla, pero para que la misma se desarrolle se requiere además de la predisposición genética, la ocurrencia de factores de riesgo como los mencionados", señaló.
El tratamiento de la enfermedad depende del tipo, de su severidad en relación a los brotes, al número de lesiones en resonancia magnética y a los pronósticos que se identifican en el paciente. "En 1993 se aprobó el primer tratamiento para esta enfermedad, que fue el Interferón. Hoy en día contamos con más de 10 tratamientos que pueden ser inyectables, orales o endovenosos, con una eficacia cada vez mayor y un nivel de seguridad en relación a efectos adversos también apropiado. Muchos más están en etapa de investigación, y seguramente en los próximos años tendremos un abanico aún mayor a la hora de abordar la patología", puntualizó Tkachuk.