La ilusión de los grandes fichajes

Una historia acerca del clásico River-Boca en los mercados de pases. Los refuerzos que fueron y los que no en la máxima rivalidad del fútbol argentino.

14 de enero, 2025 | 00.05

Imposible olvidarlo. Marzo de 1981. A menos de tres años de su coronación como mejor jugador del mundo, Mario Alberto Kempes llegaba en helicóptero al Monumental, con trasmisión exclusiva de Canal 13, que había pagado por los derechos. Fue el contragolpe de River porque Boca le había ganado el fichaje de Diego Maradona. Ese era el cuadro: el héroe del último Mundial en River y el rey futuro en Boca. Las selecciones argentinas campeonas mundiales en selecciones mayores y juveniles. Y Boca y River a lo grande.

River pagó 3,5 millones de dólares por Kempes (que ya no era el del 78 y quería venirse a la Argentina para que César Menotti lo tuviera cerca y lo contara para el Mundial 82). Boca pagó a Diego sin desembolsar un peso, con un dibujo en tiempos de bicicleta financiera, cuando José Martínez de Hoz era el superministro de Economía de una dictadura que todavía estaba fuerte porque no había llegado la derrota de Malvinas.

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Como sea, fueron Diego y Kempes fueron operaciones reales. No siempre es así. Los fichajes en el fútbol suelen ser el mejor reemplazo a la falta de partidos. Una ilusión reemplaza a otra. Porque también la historia está llena de falsos fichajes. Si hubiese sido por los medios, Boca y River habrían contado con estrellas globales casi superiores a los famosos “Galácticos” de Real Madrid, ese equipo de estrellas que Florentino Pérez acumulaba a golpe de chequera para volver a perder contra Leo Messi (Barcelona tenía también a otros cracks, claro, pero Leo era el que marcaba todas las diferencias).

La lista de fichajes falsos de Boca fue una Isla de la Fantasía por la que desfilaron el brasileño Bebeto a un año de coronarse campeón mundial en USA 94, hasta Gianluigi Buffon, pasando por Alexi Lalas, Faustino Asprilla y Hristo Stoichkov, por citar solo algunos de los tantos nombres que, como Wanda Nara, sirvieron a los medios para matar el aburrimiento noticioso de cada verano.

Y por River desfilaron desde el brasileño Toninho Cerezo hasta David Beckham, asegurado “en un ochenta por ciento” con la banda "millonaria”, según lo promocionó en 2014 Guillermo Tofoni, el mismo empresario que representa ahora al estadounidense Foster Gillett en su sociedad con el Estudiantes de Juan Sebastián Verón.

“¿Sabés cuántas mujeres se acercarían al Monumental para verlo jugar?”, se imaginó Tofoni, y repitió en aquel momento más de un periodista, como el Daniel Rabinovich de Papeles en el viento, el filme de la novela de Eduardo Sacheri, cuando tres amigos en crisis precisan promocionar la figura de Mario Pitilanga, para venderlo a Europa y salvar el desastre y recurren a un periodista corrupto.

El plan incluía un supuesto aporte económico de Adidas para que Beckham jugara seis meses en River: “Impossible is nothing”. 

Los italianos, cuándo no, era los más ingeniosos. Eran la meca del fútbol en los ’80: Maradona, Zico, Rummenigge y muchos más. El “calciomercato” se celebraba en un palacio en medio de cifras escandalosas y pasaportes truchos, imprescindibles para certificar que la nueva estrella había tenido abuelos italianos en algún momento incierto de su vida y así, como “oriundi”, podía jugar entonces en el calcio. Las cifras, efectivamente, fueron tan escandalosas que muchos presidentes de clubes terminaron presos, acusados de inflar balances y lavar dinero.

Entre nosotros, hacía tiempo que un mercado de pases, casi reducido a Boca y River (es cierto), no era tan impactante en el fútbol argentino como el que estamos asistiendo en estos días. La pobreza de la última campaña obligó a ambos equipos a salir en busca de refuerzos. Porque además no sólo está la Libertadores, ambición anual, sino que tenemos el Mundial de Clubes a partir de junio en Estados Unidos. La urgencia encontró a su vez a los dos más grandes del fútbol argentino con dinero a mano. Boca, por ejemplo, no está en la crisis que sufría en 1981 y que sus dirigentes de aquel momento buscaron tapar fichando a Diego.

Ahora, en River y en Boca, se viene la tarea de los entrenadores. El fútbol es un juego de equipo. Y manda la vieja frase según la cual un equipo se arma no exactamente con los mejores jugadores, sino con los que mejor juegan juntos.