Más de un millón de personas salieron a las calles este sábado para dar voz y cuerpo a la movilización contra las políticas regresivas y los discursos de odio del gobierno de Javier Milei. Se trató de la más convocante de los últimos meses luego de las manifestaciones universitarias contra el ajuste presupuestario. "La vida está en riesgo ¡Basta! Al clóset no volvemos nunca más", fue el lema elegido para encabezar la convocatoria de Congreso a Plaza de Mayo como respuesta a la bajada “anti-woke” y anti derechos de las declaraciones del presidente en el Foro Económico de Davos potenciado por la asunción de Donald Trump, pero la iniciativa trascendió dicha consigna y en un mismo espacio se encontraron distintos reclamos, causas, e ideas con un objetivo en común: poner un freno a la política fascista, violenta y anti democrática de Milei que pregona por la eliminación del otrx.
A partir de las múltiples adhesiones de partidos políticos, organizaciones sociales, gremiales, sindicales, organismos de Derechos Humanos, representantes de la Iglesia y ciudadanos autoconvocados en todo el país, y más de 20 capitales del mundo, la Marcha Federal del Orgullo Antifascista y Antirracista, en principio encabezada por los feminismos y la comunidad LGBTIQ+ logró un primer gran éxito político: romper los límites de un reclamo históricamente sectorial para convertirse en una bandera de lucha opositora de diversos sectores que sufren las consecuencias de un programa de gobierno empobrecedor, violento y antipopular.
La jugada libertaria anunciada en Davos para buscar complicidad civil en la avanzada regresiva que se viene en el Congreso en 2025 fue tan provocadora como predecible. Se ven a leguas los hilos y el manual de estilo tratando de simpatizar con Trump, Elon Musk y el ejército de varones conservadores, defensores de la “incorrección política”, que se perciben opacados por las mujeres empoderadas y las diversidades sexuales. Como durante su primer año de gestión, la performance de Milei buscó enraizar en la teoría, que resonó incluso dentro de espacios del peronismo y el campo nacional y popular, acerca del carácter piantavotos de la agenda de los “feminismos y disidencias”.
Lo que no había calculado el gobierno era que se iba a gestar una respuesta política tan rápida y una muestra audaz de democracia participativa como fueron la asamblea de Parque Lezama y la marcha de ayer, conducidas por un sector que no se quedó en la pasividad sino que, por el contrario, recogió el guante ante la orfandad de dirigencia política tradicional. Esto abre las puertas a la construcción de nuevos consensos y un frente de batalla que contemple la participación de otros sectores vulnerabilizados por este modelo como los trabajadores precarizados, desocupados, inmigrantes, estudiantes, personas con discapacidad, despedidos del Estado, familiares de víctimas de femicidios y travesticidios, trabajadores de la salud y la educación, jubilados, entre otros, y al mismo tiempo busque sumar a hombres, heterosexuales, blancos, cis y jóvenes. El objetivo debería ser la unificación de los reclamos de la clase trabajadora acechada por el desencantamiento y la movilidad social descendente, y el acercamiento y respeto de las personas que, sin sentirse necesariamente afectadas, entienden el riesgo que corre nuestro país.
Tan fuerte y amplia fue la réplica y organización en tono antifascista, incluyendo la actuación de Madonna, las declaraciones de artistas y referentes culturales del mundo, y la llamada a marchar a las embajadas de más de 20 ciudades del mundo, que sorprendieron las críticas al discurso de los propios periodistas y medios del sistema. Imposible fue tapar la importancia de un hecho político que puede ser un parteaguas en medio de un año electoral que, por incapacidad y falta de comprensión histórica de la dirigencia opositora, parecía servido al gobierno. El frente antifascista en gestación podría ser el ensayo de una nueva configuración política a nivel nacional en pos de reintegrar los fragmentos rotos de la sociedad argentina.
Justamente el sentido aglutinador de la marcha fue la resignificación social de ese ataque que no es más que un dispositivo del accionar fascista, que necesita de la horizontalización de los odios sociales, la implosión social y la patologización de problemáticas que son estructurales. Es típico del accionar de las ultraderechas que convierten a un sector social en enemigo de la civilización occidental, la moral y la familia, puesto como chivo expiatorio por las penurias de un modelo económico de especulación financiera.
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La cautela y el enfoque en estos momentos, sin embargo, son fundamentales teniendo en cuenta la necesidad imperiosa de construir un espacio lo suficientemente amplio, que llene el vacío existente entre representantes y representados, y se transforme en una alternativa con posibilidades electorales. Cantar victoria antes de tiempo puede ser un paso en falso y para la dirigencia debe funcionar como un llamado de atención: hoy no está a la altura de la demanda social. La experiencia fresca de la marcha universitaria, que no logró superar la instancia de reclamo parcial, debe dejar un aprendizaje. En ese marco el trabajo de hormiga para agrupar un verdadero frente amplio por los derechos y la vida debe continuar en el territorio, en las redes comunitarias, las digitales, sin tanta parafernalia partidaria, como siempre lo han hecho los movimientos feministas y las personas del colectivo LGTVIQ+ a contramarea, en los márgenes, de la mano, poniendo el cuerpo y resistiendo con convicción y creatividad, con los pies bien plantados.
Lo que comenzó este sábado entusiasma por su carácter fresco y vivaz en un escenario opositor fosilizado que hasta ahora no ha logrado enamorar a nadie. Promete ser un nuevo sujeto con incidencia en la política real, similar a lo que fue el Ni Una Menos en 2015, pero por definición necesitará ampliarse, enriquecerse, vestirse de un carácter programático y una mística propias que no se limiten a un slogan o una fecha del calendario. Para ello es fundamental la construcción de una agenda y un plan de acción junto con los feminismos, las diversidades, los sindicatos, las estructuras partidarias, y sobre todo con las mayorías populares que hoy descreen de la política formal por su lentitud e ineficacia, y no tienen ningún tipo de representación.