Olimpia Coral Melo tiene 27 años y nació en Huauchinango, Puebla, un pueblo de 80 mil habitantes ubicado a tres horas de la capital de México. En 2021 fue considerada una de las 100 personas más influyentes del famoso ranking de la revista Time. Esta semana estuvo en Argentina y participó en el Congreso de la Nación de la presentación de dos proyectos de ley paradigmáticos: la Ley Olimpia, en honor a su historia, y Ley Belén, que tienen el objetivo de incorporar al Código Penal como delito la figura de la violencia digital, en el marco de la Ley 26.485 de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres. La iniciativa , acompañado por más de 27 mil firmas, es impulsada por la diputada del Frente de Todos Mónica Macha con el acompañamiento de la la ministra de Mujeres y Diversidad Elizabeth Gómez Alcorta, el espacio de víctimas "Ley Olimpia Argentina" y la organización Género y TIC.
Como miles de mujeres en todo el mundo, Olimpia a sus 18 años fue víctima de violencia de género, pero de una forma que en ese momento no tenía nombre: la violencia sexual digital. Su expareja sexoafectiva difundió en internet un vídeo sexual íntimo que habían grabado con un teléfono celular. Las imágenes se viralizaron en plataformas como Facebook, Twitter e Instagram, llegaron a estar disponibles en varias “páginas porno” y hasta se convirtieron en tendencia con el #OlimpiaLaGordibuenaDeHuachinango. La persecución y estigmatización que sufrió fue tan grande que abandonó la escuela y el trabajo, estuvo 8 meses sin salir de su casa, y tuvo tres intentos de suicidio.
Se hace imposible no trazar un paralelismo entre la mexicana y Belén San Román, una joven argentina de 26 años, oriunda de Bragado, madre, policía, que en 2021 se quitó la vida con su arma reglamentaria luego de haber sido víctima de violencia sexual digital y sextorsión por parte de su expareja, Tobías Villarruel, con quien tenía una relación. “Jamás pensé que iba a estar acá pero quiero que sirva para algo, que el que reciba un video así antes de mandarlo piense en mi hija”, dijo en el Congreso el padre de Belén que mientras atraviesa su duelo también pelea en la justicia por mantener abierta y que se investigue la causa de muerte de su hija.
Su historia
“Yo no soy Olimpia la del video, soy Olimpia la de la ley”, expresó la joven activista al encabezar una disertación central en la Cámara de diputados argentina. Es que Olimpia logró salir del lugar de culpa y vergüenza donde el patriarcado la había puesto, para resignificar lo sucedido en términos políticos y colectivos. Junto a otras mujeres y movimientos feministas conquistó en 2020 una reforma legal histórica que castiga, con hasta 6 años de cárcel, la violencia digital, mediática, el acoso y la producción o difusión de contenido sexual de videos, audios, o fotografías de una persona mayor de edad sin su consentimiento.
Luego de la viralización del video fue señalada, la gente se expresaba sobre su cuerpo, y Olimpia recuerda que no podía decir ni siquiera su nombre porque estaba manchado y asociado a ese video sexual. Cuando intentó hacer la denuncia en el Ministerio Público, quien la recibió le solicitó el material audiovisual como prueba de lo que estaba contando y después de reírse le contestó: “No estabas ni borracha, ni drogada, ni te violaron. De acuerdo al código penal no hay delito”.
“El que viví fue un proceso difícil porque primero tuve que entender que yo no tenía la culpa. En eso me acompañaron mi mamá, mi familia, mi hermana y mis compañeras. Un quiebre fue cuando mi mamá vio el video sexual y en lugar de abofetearme, correrme de mi casa, o culparme a mí, me dijo ‘tú no tienes la culpa. A mí no me da vergüenza un video sexual. Sí me daría vergüenza ver un video tuyo siendo corrupta, robando, o asesinando’. Y después me dijo una frase icónica: ‘Hija, todas y todos tenemos relaciones sexuales, la diferencia es que a ti te vieron, pero eso no te hace una delincuente o una mala persona’ ”, relata Olimpia.
A partir de ese momento Olimpia entendió que se trataba de un problema social y empezó a conocer a otras mujeres que, al igual que ella, habían vivido situaciones similares, pero tal vez no habían tenido una familia que las apoyara. “ Al principio las conocí en Huauchinango, donde había mercados de explotación sexual en línea que la gente conocía como páginas porno que compilaban nuestras fotografías y las viralizaban. No había un crimen o delito en ese momento, era una página de burla y morbo. Había una página donde subían a mujeres locales, con nombres y apellidos, fotografías y sus redes sociales. Eso hacía que nos pudiéramos identificar”, recuerda. Con esa información, Olimpia empezó a contactarlas para saber sus historias y lo que habían sentido: “Todas sentíamos que nos queríamos morir, y todas coincidíamos en algo: cuando buscábamos apoyo nos decían que eso que nos había pasado no era violencia porque no tenía un nombre, y las autoridades nos decían que no podía ser juzgado porque no era un delito. A lo largo de escuchar sus experiencias y sentires, y en un proceso de reconstrucción interna y social una día me pregunte: ¿cómo es posible que esto no sea un delito y cómo es posible que no tenga un nombre?”.
Olimpia decidió investigar sobre el tema, estudiar, informarse desde su casa de forma autodidacta. Ella había estudiado en la universidad, pero a partir de la violencia que sufrió tuvo que abandonar sus estudios en dos oportunidades y dejó varias licenciaturas truncas. “Todo eso me ayudó a tener bases de derecho y Ciencia Política, y a comprender los procesos legislativos. En un momento identifiqué lo que en latín se llama ‘Lexicon Juridicum’, que en castellano significa Laguna de Ley y me di cuenta de que eso nos estaba pasando. A lo largo del camino con otras mujeres fuimos identificando que había muchos tipos de violencia digital y a nosotras nos estaba pasando uno de esos tipos, y decidimos trabajar en el proyecto”, cuenta la activista.
Por supuesto que el camino iniciado en 2013 no fue nada fácil y desde la organización que fundó, llamada Frente Nacional para la Sororidad, se chocaron cientos de veces con instituciones gubernamentales caducas y actitudes patriarcales: “Cuando iba a las reuniones me decían que estaba loca, que lo lamentaban mucho pero no sabían qué se podía hacer. El primer legislador al que le hablé de esta reforma me tomó del brazo, me acarició el codo y me dijo: ‘Siento mucho lo que te pasó, me solidarizo contigo, pero no me pidas a mí legislar a favor de la putería de las mujeres’”.
Olimpia subraya que a pesar de las negativas lo que le daba fuerza a la lucha era entender el objetivo final de la causa y el lugar desde dónde partían: “Les hablábamos como víctimas, sabiendo que esto les podía pasar a otras personas. Para darnos a conocer y contar qué era la violencia digital socializamos, salimos a la calle, pusimos tendederos donde expusimos nuestros casos, recolectamos firmas, tocamos puertas, pegamos posters, salimos con altavoces a los metros, mandábamos oficios a los legisladores y las legisladoras, pedíamos espacios en los medios. Paradójicamente mientras intentábamos llamar la atención por todos lados, nos exponíamos doblemente porque había personas que como reacción a nuestra lucha nos volvían a viralizar y volvíamos a vivir la misma condición. Pero avanzamos bajo la lógica de que lo que no fue para nosotras, alguna día sería para otras mujeres”.
El proyecto de reforma lo presentó a los 19 años por primera vez en 2014, sin éxito alguno. En 2017 avanzaron con la plataforma en la Ciudad de México, donde tampoco fue aprobada. Fue en diciembre de 2018 que se conquistó la ley en Puebla y un año después el Congreso de la Ciudad de México aprobó la ley que prevé condenas de hasta nueve años de prisión por crear o divulgar fotos y videos íntimos sin consentimiento. A partir de ahí la lucha empezó a hacer eco en otros estados “¡Ni porno, ni venganza, la Ley Olimpia avanza!”, era el grito colectivo.
El 29 de abril de 2021 finalmente la norma se aprobó a nivel nacional y hoy Olimpia, a 10 años de haber sido víctima de violencia digital, está promoviendo que se castiguen los delitos contra la intimidad sexual en Argentina, en Chile y en Ecuador. “Queremos que este movimiento se levante en América Latina y que ayude a hablarle a otros países. En España y en Estados Unidos existen legislaciones similares, pero con enfoques errados. "En España le dicen ‘Sexting’, cuando en realidad sexting es solo tener sexo virtual; y en Estados Unidos se define como ‘Revenge Porn’, o Pornovenganza, lo que significa una forma revictimización", explica Olimpia. Y continúa: "La reforma de México es la única en el mundo que habla desde el sentir de las víctimas, reivindica lenguajes, y reapropia una manera diferente de aprender sobre esta violencia”.
Además se logró que la tipificación se reconociera en el ámbito de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) como “todo acto de violencia por razón de género contra la mujer cometido, con la asistencia, en parte o en su totalidad, del uso de las TIC, o agravado por este, como los teléfonos móviles y los teléfonos inteligentes, Internet, plataformas de medios sociales o correo electrónico, dirigida contra una mujer porque es mujer o que la afecta en forma desproporcionada” (REVM-ONU, 2018, párr. 23).
“La idea de Ley Olimpia no es la legislación como tal, no significa solo un proyecto de reforma, sino un movimiento político para reivindicarnos, para hacer conciencia en las calles", sostiene Coral Melo. Y finaliza: "De nada sirve que un diputado o una diputada vote a favor si atrás de su celular tiene fotografías íntimas de mujeres sin su consentimiento. De nada sirve si la gente en la calle no reivindica el valor de la responsabilidad. Nosotras lo que queremos es que las empresas, las redes sociodigitales y el algoritmo, empiecen a reivindicar su forma tecnológica, porque hoy es más fácil que nos cancelen una fotografía de nosotras haciendo un video para prevenir el cáncer de mama, a que den de baja un mercado de explotación sexual en línea. El algoritmo siempre ha sido patriarcal y nosotras estamos convocando a las niñas, adolescentes y adultas a que nos apropiemos de la tecnología, que conquistemos ese especio digital en una internet feminista. La Ley Olimpia es la punta del iceberg de un todo que se tiene que hacer para que un día no haya una víctima más”.