Corrían los primeros tiempos de la pandemia, cuando la viróloga Andrea Gamarnik, líder del proyecto que desarrolló los tests CovidAr para medición de anticuerpos anti SARS-CoV-2, al ver que se estaban registrando brotes peligrosos en los geriátricos, decidió ponerse en contacto con el PAMI para trabajar en forma colaborativa y hacer vigilancia midiendo niveles de anticuerpos a todo el personal de salud de esas instituciones.
“Nos acercamos para ver si podíamos ayudar en algo –cuenta la científica del Instituto de Investigaciones Bioquímicas de Buenos Aires (IIBA, Conicet-Fundación Instituto Leloir)– y comenzamos a trabajar en conjunto en aproximadamente un centenar de geriátricos”.
Hubo que montar un laboratorio, sumar becarios que trabajaron como voluntarios y testear las muestras que se iban recolectando varias veces por semana. Luego, llegó la vacunación y cambió el escenario, pero decidieron seguir el trabajo en conjunto. Fue así como, gracias al monitoreo en grupos de adultos mayores, pudieron medir los efectos de administrar una y dos dosis de Sinopharm, y registrar la seroconversión (o sea, la presencia de anticuerpos en personas vacunadas). Al ver que ésta descendía a los aproximadamente 220 días, decidieron analizar qué ocurría con la aplicación de refuerzos con las otras vacunas que se utilizaron en el país: Oxford/AstraZeneca, Pfizer y Sputnik V.
Las conclusiones de esta investigación se publican ahora en la sección “Correspondencia” de la revista científica The Lancet Infectious Diseases (DOI:https://doi.org/10.1016/S1473-3099(22)00427-3) y respaldan la estrategia de inmunización empleada en el país: “Lo que vimos es que la combinación con las tres vacunas funciona muy, pero muy bien: aumenta muchísimo el nivel de anticuerpos [350 veces] y genera [10 veces más] anticuerpos que neutralizan el virus –destaca Gamarnik–. No podemos decir que ‘protege’, porque lo que hacemos es medir si hay anticuerpos en sangre, y si son capaces de neutralizar el virus en un estudio de laboratorio. Pero usamos Ómicron y vemos que los refuerzos aumentan muchísimo la capacidad neutralizante de los anticuerpos generados por las vacunas contra esta variante”.
El estudio se realizó en 124 voluntarios con un promedio de edad de 79 años y ofrece una de las escasas evidencias publicadas acerca de los efectos de la administración de Sinopharm en población añosa. Las plataformas de vacunas a virus inactivados (Sinopharm y Sinovac) son de las más utilizadas en el mundo, pero se dispone de poca información sobre la respuesta inmune que inducen. Tampoco hay muchos datos sobre la conveniencia de aplicar refuerzos heterólogos (es decir, inmunizaciones de diferentes tecnologías) para lograr una mejor respuesta contra Ómicron y otras variantes del nuevo coronavirus SARS-CoV-2.
En una primera etapa, los científicos midieron el nivel de anticuerpos y la capacidad de los mismos para neutralizar el virus ancestral de Wuhan (B.1) y la variante Ómicron a los 21, 100, 160 y 220 días de aplicadas dos dosis de Sinopharm. Y en un segundo paso, los dividieron en tres grupos que recibieron una dosis de refuerzo diferente cada uno: AstraZeneca, Sputnik V (ambas de adenovirus), y Pfizer-BioNTech (de ARN mensajero). Después, se les midió la cantidad de anticuerpos y su actividad neutralizante a los 21 y 90 días.
Así pudieron ver que, tras el refuerzo heterólogo, los niveles de anticuerpos IgG se elevaban más de 350 veces en el ciento por ciento de los voluntarios. Esa respuesta se mantuvo durante por lo menos 90 días. Pero además aumentó en forma notoria su capacidad neutralizante frente a la variante Ómicron.
Antes del refuerzo, el 23% de las personas tenían anticuerpos neutralizantes contra la variante original de Wuhan, pero solo el 8% contaba con anticuerpos neutralizantes contra Ómicron. Después, el ciento por ciento de los participantes mostraron inhibición de la infección contra la variante de Wuhan y entre el 73 y el 90% contra la infección por Ómicron.
“Hay que tener en cuenta que estamos viendo una respuesta parcial a la vacunación, que son los anticuerpos, y si neutralizan el virus –aclara Gamarnik–. Hay otro aspecto [de la inmunidad] que tiene que ver con la respuesta celular (linfocitos de memoria) que es más tardía. No sabemos si Sinopharm es igual o mejor que las otras, porque como se está administrando el virus entero, produce una respuesta diferente. Si uno lo mide en cantidad, el nivel de anticuerpos es menor que los que generan las de ARN o vectores adenovirales, pero puede tener algunas propiedades que no poseen estas últimas. Creo que es fantástico poder combinarlas, porque uno obtiene lo mejor de una y de las otras, lo que puede llegar a ser muy beneficioso. De hecho, lo que vimos es que cualquiera de las tres que se administraron en el país combinadas con Sinopharm es muy, pero muy buena”.
Hasta ahora, los científicos no tienen estudios a largo plazo que permitan verificar qué sucede con los niveles de anticuerpos después de la cuarta dosis, porque todavía no transcurrió suficiente tiempo.
Para Jorge Geffner, coautor del trabajo e investigador superior del CONICET en el Instituto de Investigaciones Biomédicas en Retrovirus y SIDA (Inbirs, Conicet-UBA), lo interesante es que se siguió a un grupo de personas de mucha edad, las más golpeadas por el Covid. “A los 200 días [de la administración de Sinopharm] se vio una caída en la concentración de anticuerpos. Cuando uno estudia la funcionalidad, lo que observa es que hay un cierto porcentaje de las personas que siguen teniendo anticuerpos neutralizantes contra la variante de Wuhan, pero muy poquitos contra Ómicron. Pero si se les da un booster con Oxford/Astra Zeneca, Sputnik o Pfizer, sube mucho la producción de anticuerpos. El 100% empiezan a tener anticuerpos neutralizantes contra la variante convencional y cerca del 80% contra Ómicron, una muy buena respuesta, tratándose de personas tan mayores. Es decir, tener un esquema inicial de Sinopharm fue una buena apuesta desde el punto de vista sanitario, y acudir a la vacunación heteróloga para mejorar la producción de anticuerpos frente a Ómicron también fue un acierto”.
Daniela Hozbor, investigadora del Conicet y especialista en vacunología, que no participó en el trabajo, coincide en que se trata de un estudio valioso porque indaga en la respuesta inmunológica en población de unos 80 años que recibió dos dosis de una sola plataforma (Sinopharm) y lo compara con esquemas heterólogos. “Con cualquiera de las combinaciones de vacunas, casi toda la población tiene anticuerpos neutralizantes contra la variante ancestral y una gran parte contra Ómicron. Esto muestra que funciona bien para esta población en la que al tiempo de recibir el esquema primario [con un solo tipo de vacuna] la inmunidad decae”.
“Este estudio es hermoso, hermoso, por cómo se gestó, cómo lo hicimos y por todo el trabajo que puso la gente de PAMI –comenta Gamarnik–. Lo que queda en evidencia es que teniendo refuerzos hay menos probabilidad de infección y de hospitalizaciones. Es muy importante, en especial para los lugares del mundo donde todavía ni siquiera se empezaron a dar refuerzos, pero que están utilizando Sinopharm, ya que prácticamente no hay datos publicados que sean robustos y sistemáticos en poblaciones adultas”.
Los primeros autores de la investigación son Santiago Oviedo Rouco, Pamela Rodríguez y Esteban Miglietta, del IIBBA, y también participaron María Mora González Lopez Ledesma, Carla Pascuale, Diego Ojeda, Lautaro Sanchez y Andrés Rossi, Augusto Varese, Bianca Mazzitelli, Ana Ceballos, Eduardo Pérez y Pablo Rall.