Esta semana se cumplen 31 años del asesinato de María Soledad Morales. Un femicidio que en su momento no se denominó de esa manera ya que no se contemplaba el odio de género como agravante.
El femicidio de María Soledad Morales
El crimen ocurrió en 1990 en la provincia de Catamarca y tuvo una amplia repercusión a nivel nacional. Reveló una serie de entramados judiciales, policiales y políticos que lo transformaron en un símbolo de la corrupción y la impunidad de la época.
La investigación estuvo plagada de irregularidades, al igual que los dos juicios que se realizaron. El primer debate debió ser anulado y recién en 1998 fueron condenados Luis Tula y Guillermo Luque. Sin embargo, el encubrimiento que rodeó a este femicidio nunca fue investigado.
María Soledad tenía 17 años, pertenecía a una familia humilde y planeaba irse de viaje de egresados junto a sus compañeras de 5º año.
El 7 de septiembre de 1990, sus amigas habían organizado una fiesta para recaudar fondos y ayudar a aquellas chicas que no podían pagar el viaje de fin de curso. María Soledad era una de ellas. Aquella noche, la adolescente estuvo en la puerta del baile vendiendo entradas.
Ese día María Soledad le dijo a su mamá que después del baile se iría a dormir a lo de una amiga pero, en realidad, había quedado en verse con Luis Tula, un hombre más grande con quien ella tenía una relación romántica hacía un tiempo. Tula debía pasarla a buscar al finalizar el baile para irse juntos. Sin embargo, pasó por el lugar antes de lo acordado para avisarle que cancelaba el plan. Al terminar la fiesta la adolescente se fue a la parada a esperar el colectivo.
Hijos del poder
Fue ahí que pasaron cuatro hombres en un auto. Eran Luis Tula y tres chicos más. La llevaron a otro boliche más alejado, llamado Clivus. Entre los asistentes se encontraban los denominados “hijos del poder”: Guillermo Luque, hijo del diputado nacional Ángel Luque, el hijo y los sobrinos de José Jalil, el entonces intendente de la capital provincial, y el hijo del jefe de la policía provincial, entre otros.
El 10 de septiembre, tres días después, el cuerpo de María Soledad fue encontrado desfigurado y semidesnudo junto a la ruta Nº 38, a seis kilómetros del centro de San Fernando del Valle de Catamarca.
A lo largo de la investigación, un colectivero declaró haber visto a tres hombres que arrojaban el cuerpo en ese lugar pero nunca se los pudo identificar. Al cadáver le faltaba parte del cabello, las orejas y un ojo.
Se pudo establecer que la joven fue violada en reiteradas ocasiones y luego la asesinaron. La autopsia reveló la presencia de altas dosis de cocaína que no podrían haber sido inhaladas de manera voluntaria.
Un caso que sentó precedentes
El periodista Luis Rodríguez, que en esa época era el encargado del servicio informativo de FM Ancasti, una radio de San Fernando del Valle de Catamarca, recuerda que la primera información llegó en la mañana del 10 de septiembre por parte de empleados de vialidad provincial. “Ellos fueron quienes habían descubierto un cadáver. Después supimos que era el de María Soledad”, relata. “Inmediatamente destinamos un móvil al lugar y fuimos uno de los primeros en llegar junto a los peritos. Lo primero que vimos fue la violación a la escena del crimen. Nadie había resguardado esa escena”, señala en diálogo con El Destape. “Cuando se transformó en noticia comenzamos a difundir el horror que había sucedido en Catamarca. Algunos medios trabajábamos más rápido que la propia justicia de ese momento”, agrega.
Fue un caso sin precedentes para Catamarca pero también para Argentina. La noticia fue muy impactante para una provincia que no estaba acostumbrada a ser el centro de atención de los medios nacionales.
“Crimen pasional”
El asesinato de María Soledad intentó ser catalogado como un “crimen pasional” por un sector de la sociedad que la culpabilizaba y responsabilizaba.
“Cuando fue lo de mi hija no existía la figura de femicidio. Fue algo terrible. Siempre digo que a mi hija la mataron dos veces: física y moralmente. Dijeron cualquier cosa de ella para justificar lo que hicieron. Daban a entender que ella había tenido la culpa y los padres también porque no la sabíamos cuidar”, describe Ada Morales, la madre de la adolescente, en diálogo para El Destape.
“Fueron cosas muy dolorosas y tristes. Ahora, con la nueva ley, hay más respeto por la mujer”, señala.
El contexto político
En 1990, la provincia de Catamarca era gobernada por por Ramon Saadi, miembro de una familia que manejaba la provincia desde 1940. El caso de María Soledad hizo que la sociedad catamarqueña comenzara a cuestionar un sistema político de gobierno que hasta el momento era “intocable”
La periodista Fany Mandelbaum, la única periodista mujer que cubrió el caso, trabajaba para el noticiero de Telefé Noticias y viajaba todas las semanas a Catamarca para seguir de cerca las últimas novedades.
“Lo primero que hice cuando llegué a Catamarca fue ir con la ‘cámara al toro’, es decir prendida pero sin avisar, a la peatonal. Le preguntaba a la personas qué había pasado con María Soledad y me llamó la atención que la gente daba vuelta la cabeza y se tapaba la boca. Había mucho miedo”, cuenta Mandelbaum. Y agrega: “Todos sabían que los hijos del poder tenían que ver con la muerte de María Soledad”.
Marchas del silencio
Mandelbaum recuerda que las compañeras del colegio estaban muy conmocionadas y que todas querían hablar. Al ver la lentitud con la que avanzaba la investigación empezaron a organizarse para realizar reclamos de justicia. “La directora del colegio, la monja Marta Pelloni, recibió una visita del comisario de la ciudad que le dijo que era mejor que las chicas no salieran. Eso fue lo que la fortaleció para acompañarlas y ponerse al frente de las marchas”, resalta Mandelbaum.
Estas manifestaciones se empezaron a realizar todos los jueves en silencio. En seguida fueron conocidas como las “marchas del silencio” y se convirtieron en un símbolo para pedir justicia. Esto logró una repercusión inédita y generó una mayor concientización en la población, que reaccionaba ante un poder político que demostraba lo que que era capaz de hacer con tal de encubrir el caso.
Para el periodista Sergio Orellana, que en aquel momento trabajaba en el diario La Unión, las marchas fueron fundamentales en el proceso. “Eran miles de personas que caminaban sin que se escuchara más que el ruido de sus pasos. Son un fenómeno social que hasta el día de hoy muchos intentan explicar. Se llegaron a replicar en distintas provincias para acompañar el reclamo y la protesta en Catamarca”.
A pesar de algunos aprietes y persecuciones a quienes marchaban, se hicieron más de 60 y llegaron a asistir más de 30 mil personas que venían incluso de otras provincias. “Se escuchaba el silencio y era un silencio que te golpeaba el corazón”, rememora Mandelbaum.
Impunidad
La investigación estuvo plagada de inconsistencias, irregularidades y vaivenes juidiciales. El presidente de ese entonces, Carlos Saúl Menem, ordenó la intervención federal en los tres poderes de la provincia y el entonces gobernador de Catamarca, Ramón Saadi, fue desplazado.
En el año 1994 la causa se elevó a juicio y en febrero de 1996 comenzó el debate oral, que fue televisado. La cantidad de inconsistencias que se dieron a lo largo de las audiencias derivaron en la anulación del debate.
En 1997 se ordenó un nuevo juicio cuyo veredicto se conoció en febrero de 1998. Guillermo Luque y Luis Tula fueron condenados a 21 y 9 años de prisión respectivamente. Se estableció que Tula entregó a María Soledad a Guillermo Luque y sus amigos para drogarla, violarla y asesinarla.
El tribunal ordenó también investigar la trama del encubrimiento que incluía 33 falsos testimonios, el lavado del cuerpo de María Soledad en la morgue judicial, el desempeño de los policías que estuvieron de guardia esa noche y miembros del poder judicial y político. Sin embargo, esa parte quedó impune.
“Nosotros queríamos la condena para todos. No se investigó nada de todo eso. Tardamos ocho años para conseguir un poquito de justicia. Condenaron a dos personas pero sabemos que hubo más personas involucradas en el hecho”, apunta Ada Morales.
Mandelbaum rescata que se hizo justicia en un momento en el que se creyó que no se podía. “Fue la primera vez que se atacó al poder”, resalta.
“Nunca nadie me tocó la puertas para pedirme disculpas, no a mí porque no me considero Dios pero mi hija sí las merecía. Siempre la difamaron”, enfatiza Morales. Y concluyó: “A los jóvenes les quiero pedir que tomen como ejemplo lo que hicieron las compañeras de mi hija. Con apenas 17 años sufrieron amenazas, persecuciones pero salieron a pedir justicia a través de las marchas del silencio. Acá en Catamarca el silencio pudo más".