Marcha antifascista: respuesta a Milei y un desafío global

Cómo se construyó desde abajo una marcha que fue completamente transversal. La reacción de la política y la necesidad de organizar un frente antifascista en el mundo actual.

02 de febrero, 2025 | 00.05

Diez días después de su discurso en Davos Javier Milei sigue pagando las consecuencias. Un gobierno acostumbrado a manejar la agenda pública y cambiar de pantalla en menos de 48 horas cada vez que se instala un tema que lo perjudica no pudo hacer nada para evitar la multitudinaria manifestación que convocó a casi un millón de personas en todo el país bajo la consigna de una Marcha del Orgullo Antifascista que pudo aunar reclamos y malestares muy dispares en un momento en el que la falta de un liderazgo estratégico en la oposición y la efectividad de la táctica política del oficialismo hacían difícil descompartimentar las resistencias.

Nació desde el pie, en una reunión autoconvocada de la que participaron alrededor de 200 personas de distintos espacios de militancia por la diversidad sexual y 48 horas más tarde en una asamblea de urgencia en Parque Lezama con más de cinco mil personas a pesar del corto tiempo de aviso. El apoyo de la dirigencia, salvando honrosas excepciones, llegó una semana más tarde. Las conspiraciones abundan en esta época pero todo sucedió de forma espontánea y a la luz del día. Con el correr del tiempo la convocatoria fue adoptada por todos los sectores agredidos y amenazados por el gobierno y replicada en otros puntos del país y del mundo.

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La secuencia exime de más explicaciones. El lunes 20 de enero Donald Trump asumió la presidencia de Estados Unidos y Elon Musk celebró haciendo el saludo nazi. Entre sus primeras medidas hubo una batería de acciones para desmantelar las áreas de diversidad, igualdad e inclusión. Milei lo celebró en sus redes sociales. El martes 21 Milei publicó un extenso posteo en X para defender a Musk de los “zurdos hijos de puta”, a los que amenazó con ir “a buscar hasta el último rincón del planeta” y hacerlos temblar. El hombre más rico de la historia le contestó ese mensaje con el emoji de un corazón. “My heart goes out to you”.

El jueves 23, un rato después de las 6 de la mañana de Argentina, el presidente argentino dio su discurso en Davos donde utilizó construcciones teóricas de dudosa rigurosidad, como “ideología de género” y “wokismo”, para hacer un ataque desembozado a homosexuales y mujeres. En la misma conferencia dejó claro que los únicos derechos que deben respetarse son los de la propiedad, la libertad y la vida y que todo el resto son parte de una “cantidad artificialmente infinita” que “alguien tiene que pagar” y por lo tanto deben ser eliminados. En esa lista incluye la educación, la vivienda y el acceso a servicios básicos. No se salva nadie.

El mismo día por la tarde, la Casa Rosada filtró a los medios la iniciativa de un proyecto de “Ley de Igualdad ante la Ley” que, entre otros alcances, eliminaría el reconocimiento del género neutro, los cupos laborales en el Estado y el agravante de femicidio. En otra muestra de cinismo infinito, los mismos que hicieron campaña denunciando falsamente la liberación de asesinos y violadores durante la pandemia ahora impulsan una norma que, si prospera, permitirá que asesinos y violadores queden inmediatamente en condiciones de salir en libertad. Esa misma noche un grupo de militantes se juntó a ver cómo responder y de allí nació la convocatoria.

La confluencia de organismos de derechos humanos, partidos políticos, sectores de la Iglesia y fuerzas sindicales que se sumaron a la convocatoria no debe sorprender: Argentina tiene una larga historia de generosidad y solidaridad entre distintas formas y causas de lucha popular. Que suceda ahora, Con la oposición atomizada y abocada a luchas intestinas que se pusieron en pausa por algunas horas echa luz sobre la potencia irremplazable de contar con un sentido claro y convicción genuina y colectiva acerca del rumbo a seguir. La amplitud, así, sucede orgánicamente y potencia. Los pactos entre cúpulas, en cambio, diluyen el mensaje y el poder.

También da cuenta de que la división taxativa entre mayorías y minorías, y los derechos que le corresponden a cada cual, son apenas una herramienta teórica a la que sólo recurren los sobreideologizados, pero que configura el sentido común neoliberal. En la vida real esas líneas son más bien difusas o directamente no existen. Las mayorías se conforman de minorías, las urgencias se solapan y las necesidades se multiplican, particularmente en los sectores marginados de la sociedad, más expuestos al abandono del Estado que propone este gobierno anarcocapitalista. Romper esos diques es parte sustancial de la tarea.

El discurso de Milei en Davos y su performance reaccionaria ante los ojos del mundo tiene, en realidad, un público objetivo de una sola persona: su “amigo” Musk, tal como se encargó de aclarar en su discurso por el día de Conmemoración de las Víctimas del Holocausto, que el presidente argentino aprovechó para hablar de sí mismo y defender a alguien que un día antes había hecho un saludo nazi en la asunción de Trump. El supermillonario que ahora ocupa un cargo clave en la Casa Blanca inició su cruzada contra lo que llama “el virus woke” cuando su hija Vivian decidió transicionar, una decisión que él equipara con la muerte.

Congraciarse con Musk puede resultar muy lucrativo para un político. Tiene fondos casi infinitos (su fortuna, valuada en casi 500 mil millones de dólares, equivalentes al PBI de Argentina, es la más alta de la historia en manos de un solo individuo) y X como órgano de difusión para sus ideas y la de los políticos que él decide bendecir. Pero es, también, un arma de doble filo. Una vez que entrás en la nómina, él exige una adhesión total a su agenda. De forma cada vez menos sutil, exhibe sus músculos en las redes sociales para condicionar o modificar decisiones de gobernantes y legisladores que no se adecuen a su plan.

Un ejemplo perfecto puede encontrarse en Inglaterra. En diciembre, Nigel Farage, líder de Reform UK, principal agrupación de ultraderecha en ese país, se reunió con Musk y Trump en la casa del presidente en Florida. Allí se habló de financiamiento a ese partido por una cifra que multiplica el gasto total de todos los candidatos en la última elección. Unos días más tarde, Farage intentó desligarse de una declaración de Musk pidiendo por la libertad de un terrorista de ultraderecha convicto, Tommy Robinson. La respuesta del supermillonario fue un post: “Reform UK necesita un nuevo líder. Farage no tiene los huevos”. El británico rápidamente volvió al redil.

En Estados Unidos, en los primeros días del año, Musk pudo desbaratar, con un puñado de noticias falsas en X, las negociaciones que sostuvieron durante meses republicanos y demócratas en torno al presupuesto. Alcanzó con que lanzara a sus seguidores, que se cuentan en millones, a presionar a los legisladores para que rechacen la ley, para forzar una serie de recortes y modificaciones. El algoritmo se encargó del resto del trabajo. En pocas horas, el Poder Legislativo de la primera potencia mundial quedó desarmado e impotente ante una campaña lanzada por el hombre más rico del planeta desde su teléfono celular.

La ley norteamericana prevé que el Senado apruebe los pliegos de algunos cargos del gabinete. Allí también interviene Musk para garantizar que Trump no encuentre obstáculos. Hace una semana debía votarse la designación del secretario de Defensa. El candidato era Pete Hegseth, un ex presentador de Fox News vinculado a la derecha supremacista. Aunque el Partido Republicano tiene mayoría en la cámara alta, no conseguía los votos necesarios. En privado, Musk amenazó a los senadores oficialistas con financiar a sus rivales internos si no votaban a favor. Finalmente Hegseth fue aprobado por el desempate del vicepresidente JD Vance

La secuencia se repite ahora con la postulación a la secretaría de Salud de Robert Kennedy Jr, un activista antivacunas y anticiencia que en su exposición ante la comisión evaluadora del Senado no pudo justificar expresiones racistas, anticiencia y antiaborto, por lo que todavía no consiguió los votos para ser aprobado. Esta vez el apriete fue público. El influencer de ultraderecha Charlie Kirk escribió en X: “Me temo que los senadores republicanos van a aprender el poder de MAHA (Make America Healthy Again, un juego de palabras sobre el slogan trumpista MAGA) por las malas”. Musk reposteó el mensaje y agregó simplemente “sí”.

Volviendo a la Argentina. A algunos todavía les hace ruido caracterizar el conflicto político en curso como fascismo contra antifascismo. Sus motivos tendrán. Los invito a pensarlo de otra forma: el domingo vimos el contraste entre un impulso que se construyó desde abajo, impulsado por las urgencias y las necesidades comunes, por el pueblo y para el pueblo, con la justicia social y la democracia como paraguas, y el proyecto de poder individual de la personas más rica del mundo, de arriba hacia abajo, por sí y para sí, diligentemente escenificado en nuestro país por el más patético de sus cortejantes. Guste o no, existe eso y nada en el medio excepto patrullas perdidas.