“Creo que vamos a dar vuelta la provincia. Ellos saben que su triunfo en las PASO fue endeble, porque la gente no fue a votar. Esa es la razón por la que hablan de fraude”, es el pronóstico de Alberto Fernández luego de mirar las últimas encuestas. Las mismas que le decían que ganaba en las PASO, pero advertían que para lograrlo tenían que sufragar más del 70% del electorado. “La mayoría de los que no fueron a votar son nuestros. Además, en esta elección imperará el voto útil: los votos de Randazzo se vienen con nosotros; también parte de los de la izquierda”.
El presidente confía en que sus recorridas por el conurbano algo sumarán. Lo cuenta así: “Se arma una reunión con los militantes del pueblo sin decir que voy yo. En el medio aparezco. La gente me habla de la inseguridad, de la inflación, de que el sueldo no le alcanza. Pero me agradece mi trabajo. Luego les pido su teléfono y les escribo, les mando fotos de la reunión. La idea la saqué de Macrón. Él lo hizo con los chalecos amarillos”.
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Las razones de la derrota
Los datos económicos conocidos tras las PASO revelan que en el momento de votar la economía había recuperado el tamaño de febrero de 2020, antes del COVID-19; el consumo en supermercados era 5% superior al mismo mes de 2019, con Mauricio Macri en el gobierno y sin pandemia; las ventas en los mayoristas que proveen a los almacenes superaban en un 14% el mismo período macrista; la industria superaba incluso su tamaño de 2018; el índice de confianza de la Universidad Di Tella indicaba una fuerte recuperación económica y las expectativas empresarias de generación de empleo alcanzaban el mayor valor desde mayo de 2018.
Los datos revelados por fuentes públicas y privadas no son suficientes para satisfacer las necesidades extensamente postergadas de amplias franjas de la población. Pero a la vez invitan a reflexionar sobre si fue la economía el principal factor de semejante catástrofe electoral del peronismo. Suena más razonable pensar que el tamaño de semejante derrape electoral solo es comparable con la dimensión histórica del covid y el daño salvaje que le imprimió el virus a la sociedad.
Pérdida de seres queridos, miedo a enfermar o morir, encierro, falta de clases presenciales -con su consecuente revuelo familiar-, restricciones a la vida social, cultural, deportiva y de entretenimiento.
No estoy afirmando que la economía no influyó en la derrota, señalo que el tamaño de la derrota no se relaciona con una economía que prácticamente recuperó los niveles pre pandemia. Y que la fuerte suba del consumo de supermercados y mayoristas proveedores de almacenes sólo puede darse si una porción importante de la sociedad forma parte de esa recuperación.
Quizá sí es necesario revisar en este diagnóstico la relación entre esas barriadas humiles que no fueron a votar y el retiro del IFE, a mi juicio antes de tiempo. Pero, de nuevo, ¿amerita semejante porrazo electoral?
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El COVID también jugó en contra en el momento del voto. Los intendentes del conurbano cuentan que en los barrios más carenciados, en los que aún no llegó el asfalto, ese día, tras cinco jornadas de lluvia torrencial, era difícil salir. Y que pronto “se corrió la bola de que había que hacer varias horas de cola para votar, por las restricciones del COVID”. Salir del barrio para hacer cola para votar una PASO requiere de un entusiasmo que los datos arriba mencionados, buenos, pero no tanto, claramente no generan. El ánimo social post virus no da para chapalear en el barro y hacer cola por un voto.
Es importante realizar un buen diagnóstico de las razones del resultado, para trazar el camino futuro, de cara a noviembre, pero también a los próximos dos años. Así se podrá cambiar lo que está mal y profundizar lo que está bien. Sería trágico seguir el camino contrario.
En esta edición dominical de El Destape Ezequiel Orlando da cuenta de una serie de datos económicos que se conocieron luego de las PASO. Aquí un resumen de los más relevantes.
- El estimador Mensual de Actividad Económica de julio creció un 0,8 % respecto a junio y en los primeros siete meses, un 10,5% respecto al mismo periodo de 2020. Luego de conocido el dato, los principales consultores económicos comenzaron a advertir que en el año se recuperará casi todo lo perdido en 2020 por la pandemia.
- En julio la producción industrial fue 5,6% superior al mismo mes de 2019 e incluso 3,8% superior a julio de 2018.
- La inversión creció un 14%, llegó al 20% del PBI y ya supera los guarismos de 2019 y también de 2018.
- En agosto las exportaciones llegaron a 8093 millones de dólares, el mayor registro desde mayo de 2013.
- En julio, las ventas en supermercados a precios constantes (restando la inflación) fueron un 5,1% superiores al mismo mes de 2019.
- Agosto fue el quinto mes consecutivo de baja de la inflación, con un registro del 2,5%. Alto aún, pero muy por debajo de la inflación de Macri en su último año.
- El índice de Confianza de la Universidad di Tella es el indicador más preciso para prever el rumbo económico en el corto y mediano plazo. Si cae, se marcha hacia un recesión. Si sube, preanuncia crecimiento. Si sube 3 meses seguidos, reafirma un pronóstico positivo para los próximos doce meses. En setiembre creció un 1,9 % y efectivamente es el tercer mes de suba consecutiva.
- Según el indicador de expectativas empresarias de generación de empleo el porcentaje de empresas que prevén aumentar su dotación de personal contra los que esperan reducirlo reflejó el mayor valor positivo desde mayo de 2018.
Ninguno de estos datos es un indicador de felicidad. De hecho esta semana se conoció que la pobreza sigue en el orden del 40%. Pero, repito, dan cuenta de que en el momento de la votación la población vivía un periodo de repunte que la dejaba en niveles pre pandemia y que los indicadores futuros de crecimiento y generación de empleo eran optimistas.
¿Podía haber sido mejor? Creo que sí. La inflación 2020 estuvo marcada por una suba del dólar oficial superior al 41%, a mi juicio innecesaria y exagerada. La política de ingresos estuvo, como mínimo, falta de reflejos y tardó en reaccionar. El gasto en términos reales del primer semestre estuvo levemente por debajo del de 2020.
Si el IFE hubiera seguido es posible que la inflación hubiese sido algo superior, como señala Guzmán. Pero el impacto en las capas bajas –las que no fueron a votar- sin duda hubiera sido positivo. De nuevo, no alcanza para explicar la catástrofe electoral.
Un buen diagnóstico para fortalecer el gobierno
La suerte electoral de noviembre no depende de las medidas que se tomen en estas semanas. O al menos no serán determinantes. Lo importante son las medidas que se tomen de cara a los próximos dos años. El gobierno está logrando recuperar lo perdido en la pandemia. El desafío es recuperar lo que la población perdió con Macri. Pobreza, empleo, poder adquisitivo, son materias pendientes. La necesidad de un shock distributivo es clara; los obstáculos para realizarla también. La herencia más acuciante que dejó Macri aún está pendiente y condiciona todo: la deuda con el FMI. En cualquier circunstancia caer el default con el fondo dispara consecuencias dramáticas.Con la fragilidad actual de la coalición gobernante, sería aún peor. Nadie piensa en no acordar y como los vencimientos se vienen encima lo harán rápido. Sin duda condicionará cualquier proyecto redistributivo de cierto porte. La restricción cambiaria es otro condicionante de un crecimiento fuerte en base a la suba del consumo popular. Cuanto más se consume más bienes se importan y los dólares no alcanzan. El camino es estrecho: sin distribución el 2023 es una quimera para cualquier candidato peronista y con un golpe brusco se puede caer aún antes tras una corrida. No es un camino sin salida. Pero habrá que ser muy hábil para maniobrar.
El acuerdo con el FMI
“Me llamó Kristalina Georgieva para felicitarme por mi paternidad”, cuenta Alberto. “Me dijo que su problema por el tema China está en vías de solucionarse. Nos viene bien que siga ella. El acuerdo está cerrado, falta que se oficialice la baja de tasa. Pero si no sale pronto se puede manejar con una cláusula pari passu, como en el tema del plazo”. Así el presidente cuenta que el acuerdo con el Fondo podría cerrarse muy pronto.
La nueva coalición
En 2019 Cristina concluyó que sola podía ganar –por poco-, pero no gobernar. Tenía que unirse al otro universo peronista. Un peronismo que no sólo no le respondía: era anti kirchnerista. Encontró en Alberto a un hombre que, en el contexto de la desconfianza de ambos bandos, era quien podía representarlos. Amigo de Cristina, amigo del resto. Así, unidos, serían más fuertes y estarían mejor parados para negociar con el universo corporativo de la derecha y entonces gobernar.
El plan falló. La derecha no quiso negociar. La pandemia hizo el resto. En la horas aciagas posteriores a la carta de Cristina el anti kirhnerismo afloró en oficinas de la Casa Rosada, en organizaciones sociales, en sindicatos, en empresarios cercanos.
Alberto no quiso la división, tampoco los gobernadores. Cristina presionó para que se lleven a cabo cambios en el Gabinete, pero sin duda se replegó. Sentó a la mesa a un nuevo actor de peso en la coalición: Manzur. O mejor dicho: Manzur y los gobernadores que lo acompañan. También sentó a los intendentes del conurbano a los que les dio un lugar relevante en el gobierno provincial.
Ahora el Gobierno es más fuerte y menos kirchnerista. Todos cedieron algo. Cede más quien más tiene. No hay ganadores; hay posibilidades. En el fondo el Peronismo sigue haciendo lo que vino a hacer: sobrevivir hasta que escampe.
El gabinete
Manzur aparece claramente como un nombre de consenso. Tiene una impronta que le da otro ritmo al gobierno. Alberto piensa que se mueve como lo hacen los gobernadores del norte. “Me ayuda mucho, es muy importante su trabajo. A veces tengo que pararlo, porque en el gobierno nacional las cosas tiene otros cuidados”. El presidente reconoce que Felipe, Bastera, Frederic y Salvarezza ya no rendían. Está contento con Aníbal: “Hay pocos hombres con la capacidad y el conocimiento de Aníbal. Hace rato que sabía que iba a volver a un ministerio. Lo que le dije es que no se sobregire con las declaraciones. Ellos lo provocan y él a veces se pasa un poco. Pero lo que está haciendo en Rosario es invaluable”.
Era obvio que había que relanzar el gobierno. Era obvio que algunos funcionarios no estaban a la altura política de las circunstancias. Y también que había áreas con una gestión pobrísima. De los nuevos ministros, Julián Domínguez aparece con el saldo positivo más contundente. Incluso dando muestras de que está para más. No solo relanzó fuerte la gestión, hizo política. El jefe de Gabinete Juan Manzur es el que marca el ritmo de la gestión. Este sí se parece al Alberto de Néstor en su manejo del clan ministerial.
El tándem Manzur – Domínguez intenta cambiar el signo del gobierno: hablan con todos; negocian con todos. La UIA, el sector agropecuario, los sindicatos: el poder real. En Jefatura de Gabinete aseguran incluso que escuchan los consejos de Cristina y los de kicillof. Algo de eso se verá en los próximos días: medidas económicas estilo K.
La relación de Alberto con Cristina es un tema de Estado. Él sigue asegurando que jamás se van a pelear: “Mis diferencias con Cristina son de forma; no de fondo: los dos queremos lo mismo. Jamás me voy a pelear con ella porque le haría daño al país”.
Se va conformando otro gobierno, uno que negocia con las corporaciones e intenta ir poniendo algo en los flacos bolsillos de los humildes.
En ese contexto el kirchnerismo trabaja para resguardar su identidad. Máximo Kirchner llamó a sesión en Diputados para sacar la Ley de Etiquetado Frontal, un enorme paso para el resguardo de la salud de la población, otro sobre los derechos humanos de las personas en situación de calle y dos para apoyar a los viñateros de Mendoza.
Lejos de lo que se dice en los medios, a Kicillof no se lo ve caído ni “intervenido”. Tiene claro que Cristina es la jefa del movimiento y está de acuerdo en que hay que hacer cambios. Su preocupación es que la economía crezca lo suficiente para contar con los fondos que necesita para la cantidad record de obras en curso y que al terminar su primer mandato se puedan ver claramente los cambios que está realizando en educación y la salud.
Alberto
El presidente no es el Dios pagano que mostraban las encuestas al principio de la pandemia ni la caricatura que hacen de él los medios hoy. Lo que es seguro es que su gestión es 100 veces mejor que la de Macri, ya que logró mejores resultados en pandemia que el espiador serial sin pandemia. Los datos económicos referidos más arriba dan cuenta de ello. Está convencido de que el dúo Guzmán – Kulfas funciona. “No los voy a cambiar; son los que están logrando que el país crezca”. Si la principal razón de la derrota electoral fue la pandemia, sólo queda mejorar. Al final de la partida, si al gobierno le va bien a él también.
Cristina
La influencia de Cristina en la gestión ha sido mucho menor a lo que invirtió con sus votos e infinitamente menor que lo que señalan los medios hegemónicos. Fue la que se dio cuenta de que se perdía y que había que poner plata abajo para aminorar la derrota. Hasta ahora convivió con un reformista, como Alberto. El ingreso de Manzur al gobierno parece señalar un corrimiento hacia la derecha. La vice presidenta necesita alcanzar los votos que sacó en 2017 en la provincia y después ver cómo sigue. Si no puede mantener los rasgos principales del sujeto político que creó junto con Néstor debería ser parte importante de un sujeto nuevo, que frene a la derecha salvaje que está del otro lado y amenaza volver aún más feroz. Para eso deberá reinventarse. En gran medida y a pesar de la vorágine de los acontecimientos, la política parece seguir girando a su alrededor.