El vaticinio de Juan Domingo Perón parece haberse materializado, apenas con un par de décadas de demora o unas palabras de diferencia, depende cómo se lo mire. Siempre dentro del margen de error, en cualquier caso. La cuestión es que fue el año 2021 y no el siglo veintiuno el que encontró al peronismo ante el dilema: unidos o dominados. A siete días del próximo 17 de octubre, la crisis a cielo abierto que siguió a la derrota en las primarias comienza a hacerse chiquita en el espejo retrovisor y todos los adultos responsables que garantizan la continuidad del Frente de Todos dan muestras manifiestas de haber tomado la misma decisión. Será plata o mierda.
El efecto cagazo pegó por igual en todas las tribus y funcionó como pegamento para reparar viejas heridas. Al menos por un rato, atarlas con alambre. Todo, las treguas, los cargos, los equilibrios de poder, viene con la misma fecha de caducidad: el 14 de noviembre. Pero mientras tanto algunas piezas se fueron acomodando. Se puede ver en la CGT, que volverá a unificarse bajo una misma conducción después de un lustro, así como en la presencia de Máximo Kirchner y Wado De Pedro en el estadio de Nueva Chicago para participar del acto que convocaron las organizaciones sociales en respaldo de Alberto Fernández o en el largo almuerzo que compartió el presidente con Cristina Fernández de Kirchner el martes pasado.
La reanudación de las relaciones diplomáticas entre los distintos sectores del oficialismo posibilitó, asimismo, el avance con medidas que venían siendo postergadas por la imposibilidad de las partes para llegar a un acuerdo. En ese sentido deben leerse nuevos reacomodamientos en el gabinete, como el reemplazo de Paula Español por Roberto Feletti en la secretaría de Comercio Interior, o anuncios importantes como complemento para el salario familiar, decisiones que en el marco de un gobierno de coalición requieren un nivel de coordinación entre los distintos socios que imposible de alcanzar en el estado de ebullición en el que se encontraba sumergido el peronismo después de las primarias.
El escenario que asoma es complejo. La oposición mostró esta semana, al negarse a tratar la ley de etiquetado frontal, impulsada por legisladores de todos los bloques, con amplio apoyo de la ciudadanía y con costo económico igual a cero, su estrategia de bloquear el funcionamiento del Congreso. Las internas en la Corte Suprema y la mala relación del Poder Ejecutivo con sus cuatro integrantes anuncian nuevos conflictos en el marco de una guerra asordinada que ya lleva casi una década, tiene demasiados frentes abiertos y consecuencias carísimas para la gobernabilidad y la democracia. La economía transita un estrechísimo desfiladero entre la estabilidad macro y la urgencia social.
Parece un problema de imposible solución, acaso lo sea. Con la pandemia en remisión, el Frente de Todos se encomienda a su último sostén, su razón de ser: el pueblo argentino. En los actos masivos, en el regreso a las calles, en el color de las multitudes que marchan, tocan bombos, cantan canciones, toman vino o gaseosas, fuman y comen choripán a la sombra de banderas sostenidas por cañas que se doblan al viento, en las familias que quieren volver a la Plaza, en los militantes que necesitan dejar de sentirse tan solos, allí el gobierno espera encontrar la épica que la realidad le niega en otras partes.
El primer ensayo fue la semana pasada en José C. Paz. Este jueves estuvo el acto en Nueva Chicago. Fueron ensayos pensando en el domingo 17. Ese día, a falta de una, habrá dos convocatorias. Por un lado, la tradicional caravana a Plaza de Mayo, que ya se agita a través de las redes sociales y estará compuesta mayoritariamente de “sueltos”. Las grandes columnas del aparato peronista, por su parte, se darán cita en el Mercado Central, donde se llevará a cabo un acto en apoyo a Fernández con la participación de sindicatos, intendentes, organizaciones sociales y políticas. El que trabaja a contrarreloj para garantizar la convocatoria de todos los sectores es el jefe de Gabinete, Juan Manzur.
El lunes 18 (para no superponer otra marcha y además porque el domingo es el día de la madre) la CGT realizará su tradicional marcha anual al monumento al Trabajo, en la avenida Paseo Colón. Será la ocasión perfecta para demostrar la potencia que le da en las calles la unidad de la dirigencia, que esta semana acordó finalmente su reunificación debajo de un triunvirato donde estén representados los servicios, la industria y el transporte. Los elegidos para ocupar esos espacios son Héctor Daer (Sanidad), Antonio Caló (UOM) y Pablo Moyano (Camioneros) y aunque la nueva conducción sólo se oficializará el 11 de noviembre es probable que la manifestación culmine con discursos de los tres, sellando la unidad.
Entre las tres convocatorias, el gobierno quiere poner en la calle medio millón de personas. Eso sólo será el comienzo. Diez días después se cumple un nuevo aniversario de la muerte de Néstor Kirchner y la campaña también proveerá ocasiones para este tipo de muestras de convocatoria popular, que no siempre se reflejan en las urnas pero sirven para dar aliento a la tropa propia y causar dudas y errores en Juntos por el Cambio. No se trata de dar vuelta la elección sino el autoestima de una fuerza política que desde que logró asumir el poder sólo recibió sopapos, políticos, mediáticos, económicos, sanitarios. Volver a mirar a los ojos al pueblo. Tanto y tan poco.