Adolfo Pérez Esquivel: su vínculo con Evita, el vuelo de la muerte, el Nobel de la Paz y su lucha eterna

Un libro reconstruye la vida del pensador, luchador, pintor y referente de los derechos humanos. Su infancia, la esperanza por el futuro y la paz como arma. 

24 de marzo, 2024 | 00.05

Adolfo Pérez Esquivel es un instrumento de paz. Así lo definió Pablo Melicchio en Para ser Humano (Marea Editorial) un extraordinario libro que reconstruye la vida del Premio Nobel de la Paz: su vínculo con Evita, el día en que casi lo arrojan en un vuelo de la muerte, los atentados que sufrió, pero también su lucha inclaudicable por la paz, su esperanza al futuro y su forma de habitar el mundo. 

"Los pueblos tienen una cultura que tiene que ver con la memoria de ese lugar, con sus valores, su ética, pero tenemos una invasión de los medios masivos de comunicación que trabajan en contra de la paz, haciendo un espectáculo de la violencia viralizando el horror como un negocio y pocas veces para generar un debate a favor de la conciencia", reflexiona Pérez Esquivel en el libro de editorial Marea. 

La obra cruza las ideas de Pérez Esquivel en una entrevista con el escritor y psicólogo Pablo Melicchio que funciona como legado. Los mapuches tienen la costumbre de hablar con los integrantes más longevos de la familia para que les recuerden la vida pasada de sus antepasados. De esa forma comprenden su linaje, entienden su presente y se conocen así mismos. Para ser humano es un libro mapuche de Pérez Esquivel. 

Antes de ser premio Nobel, tuvo una vida de hambriento. "Un día comía y dos días no", recuerda. Su madre murió cuando él tenía dos años y fue enviado hasta los once años al internado del Patronato Español. Luego se fue a vivir con su padre que era pescador y quedó ciego. En ese momento aparece Evita para atravesar su vida. 

"Le arranqué dos hojas a un cuaderno Rivadavia de esas que eran gruesas, el cura casi me mata. Le escribí una carta a Evita y se la llevé a la Fundación", cuenta. A los 15 días llegó vestida con un sombrero y un trajecito la secretaria de Eva Perón en su casa. Se entrevistó con su padre y al retirarse le comentó a Esquivel que iba a hablar con la primera dama. "A los doce días apareció un hombre uniformado, parecía un general, era el chofer de Evita. ´Vengo a buscarte a vos y a tu padre para que le hagan la jubilación´. A los quince días, mi viejo estaba jubilado", narra Esquivel. 

El vuelo de la muerte

Esquivel fue detenido en 1977 cuando intentaba hacer un trámite para renovar su pasaporte. Fue llevado a la Superintendencia de Seguridad Federal donde lo torturaron. El 5 de mayo desde San Justo partió un vuelo de la muerte. Esposado y encadenado, Adolfo notó que llevaban una caja con la inyección pentototal que le daban a los detenidos para que no lucharan antes de arrojarlos al Rio de la Plata. Una orden de último momento lo salvó. 

"En ese momento, entre la vida y la muerte, no podés resistirte... pensas en la familia, en los hijos, en el pueblo, hasta aquí llegué, este es mi límite", dice. No fue la única vez que casi muere. Dos días después de ser anunciado Premio Nobel en 1980 -plena dictadura militar- dos hombres intentaron abordarlo con armas largas cuando íba con su auto 4L junto a su hijo por el barrio de San Telmo. Esta vez, la fortuita intersección de un taxista y los reflejos del hijo lo salvaron de la balacera. 

El Nobel de la Paz

Pérez Esquivel recibió el premio Nobel de la Paz en 1980, cuando aún faltaban casi tres años para que termine la dictadura cívico eclesiastica militar. Además de ser un reconocimiento individual, el premio generaba una complicación para la dictadura: cómo iban a hablar los medios internacionales del nuevo galardón, cómo iban a exponer su lucha y su padecimiento al ser torturado por los militares. 

"Esto de haber recibido el Nobel lo fuí elaborando con el tiempo. Primero comprendí que el Nobel es un instrumento al servicio de los pueblos que implica un compromiso con la paz y la solidaridad...en definitiva, el premio, para mi, si no es un instrumento, es una carga", explica. 

Hay algunos pasajes del libro que con las enseñanzas de Esquivel se vuelven inolvidables. En su atelier está pintando un cuadro que aún no tiene terminado y que reconstruye la última cena, pero con modificaciones a las formas tradicionales que excluían a las mujeres. En la obra dejó a judas -el que traicionó a Jesús- sin cara. "Cada uno le pondrá el rostro que quiera. Nos podemos ver, reflejar nuestras conductas. Psicológicamente es un cuestionamiento", cierra.