Milei hace cosplay de Trump y profundiza su autoritarismo

El presidente Javier Milei refuerza su giro autoritario con medidas que emulan la política de Donald Trump, desde el recorte de derechos civiles y sociales hasta la reforma migratoria y el alineamiento incondicional con Washington. Entre discursos incendiarios y proyectos de ley polémicos, el mandatario acelera una "batalla cultural" que busca polarizar a la sociedad mientras prioriza los derechos de propiedad por encima de los derechos humanos. La estrategia, diseñada para radicalizar su base, pone en jaque la cohesión social y el modelo democrático argentino.

26 de enero, 2025 | 00.05

Javier Milei hace cosplay de Donald Trump. En las primeras horas después de que el presidente de Estados Unidos asumiera su segundo mandato, antes siquiera de pisar suelo argentino, el presidente mandó a preparar varias medidas que hacen mímica de la agenda doméstica e internacional del republicano que poco tienen que ver con los problemas que atraviesa el país. Comprometido con su rol de ícono global del neofascismo desbocado, delega sus responsabilidades constitucionales en dos Caputos: el ministro de Economía, Luis, y el monotributista Santiago. 

Ni el notorio desapego a los asuntos nacionales; ni sus vergonzosas diatribas en foros globales, más afines a la retórica del Talibán que a la civilización occidental cuyo legado dice defender; ni su defensa cerrada al supermillonario neofascista Elon Musk; ni su amenaza de “ir a buscar hasta el último rincón del planeta” a los “zurdos hijos de puta” que denuncian esa alianza; ni siquiera la fragilidad de un esquema macroeconómico que no deja de sangrar más dólares de los que produce alcanza para que empresarios y dirigentes revisen su apoyo acrítico al presidente.

En espejo con Washington, Milei avanza en su ruta hacia el autoritarismo de ultraderecha. Lo que llaman “batalla cultural” no es más que la construcción de chivos expiatorios destinados a consolidar y radicalizar a sus bases mientras preparan a la sociedad para transitar ese camino. De manual. Ni siquiera los cabritos que puso en la pira de sacrificio son novedosos: los homosexuales, las mujeres, los inmigrantes, los organismos internacionales. Ya vendrán otros, se sabe. La dinámica fascista no admite pausas. Si no acelera, se cae.

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El discurso que dio en Davos puede ser un anticipo de lo que diga por cadena nacional el primero de marzo, en la inauguración del año legislativo. Ese día planea anunciar varios proyectos de ley que profundicen esa agenda. Esta semana El Destape anticipó uno de ellos: la bautizada Ley de Igualdad ante la Ley, que busca eliminar la figura de femicidio como agravante, los cupos por género y discapacidad. También elimina el uso de la nomenclatura X para personas no binarias en documentos oficiales, en mímica a un decreto que firmó Trump esta semana.

En Suiza, el presidente fue explícito respecto a hacia dónde conduce el camino que está recorriendo. Según su filosofía (si es que podemos decirle así) los únicos derechos humanos que valen son los derechos a la vida, a la libertad y a la propiedad, y todo lo que vino después de eso significa un pernicioso avance del Estado sobre las personas. La enumeración que hizo de esos derechos “artificiales” comienza con “la educación, la vivienda” y “cosas irrisorias como el acceso a internet”. Es lo próximo que van a sacarnos.

Cuando Milei habla en ese mismo pasaje de su discurso de “la inversión de los derechos occidentales” que hace la izquierda, ofrece sin saberlo una excelente proyección de sus propias posiciones. Porque aunque lo enuncian en modo correcto, las ideas que él pregona y comparte con la oligarquía tecnológica de Silicon Valley, fracción hegemónica del gran capital en esta época, invierten el orden de los derechos fundamentales. Para el anarcocapitalismo, primero viene el derecho a la propiedad, en segundo lugar a la libertad y por último a la vida. 

Un segundo proyecto que planea anunciar en marzo por cadena tiene que ver con otro hit trumpista importado a la Argentina con el único fin de profundizar la deriva autoritaria: la inmigración. De acuerdo a fuentes de la Casa Rosada, se modificará la ley actual para dificultar los trámites de residencia permanente y naturalización, se flexibilizarán las condiciones para la deportación y se establecerá el arancelamiento de la salud y la educación pública para extranjeros. Es posible que se complemente con anuncios referidos a la seguridad de frontera.

En sus primeros días del segundo gobierno de Trump fueron deportados más de 70 mil extranjeros ilegales, la mayoría de ellos con años de residencia en Estados Unidos, empleos formales y en familia con ciudadanos yanquis. El gobierno autorizó redadas en hospitales, escuelas e iglesias, que hasta ahora estaban a salvo del alcance de las patrullas de inmigración. Por temor, la mayoría de los trabajadores rurales de California no se presentaron a trabajar y corre riesgo la cosecha de uvas y cítricos. Hubo supermercados y locales de comida cerrados toda la semana.

La posible renuncia de Argentina a la Organización Mundial de la Salud (que al día de hoy cuenta con 193 países miembro y sólo uno, Estados Unidos, que no lo es) y al Tratado de París para la lucha contra el cambio climático van en el mismo sentido y sirven para sobreactuar alineamiento con Washington. Milei sueña con convertir al país en Corea del Sur o Israel, aliados a Estados Unidos que se desarrollaron a partir de esa alianza estratégica. Es más probable, sin embargo, terminar como Ucrania: arrasado, balcanizado y en manos de fondos de inversión.

Hay una parte de la política argentina, irremediablemente perdida, que en lugar de ponerle un freno se sube a esa ola, creyendo que imitar al presidente es el camino más corto al éxito. Un grupo de diputados anunció esta semana un proyecto para declarar organización terrorista al Tren de Aragua, una banda delictiva internacional que nació en Venezuela pero hoy opera principalmente en suelo norteamericano. En Argentina no tienen presencia registrada pero Fernando Iglesias, Silvana Giudici y otros decidieron que lo importante era quedar bien con el patrón. Con cualquiera.

Esa conducta se replica entre el gran empresariado argentino y en los medios de comunicación. La normalización de las amenazas del presidente a los ciudadanos por quienes debe velar, en defensa de un supermillonario extranjero, es un punto de no retorno. Deberían recordar que en la década del 30 hubo muchas personas bienintencionadas que apoyaron a Hitler por sus políticas económicas, por su retórica nacionalista o simplemente por oponerse al comunismo. La historia encontró una palabra para llamarlos y esa palabra es “nazis”.