Como algunos esperaban y otros temían, el proyecto de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) logró media sanción en la Cámara de Diputados. Durante el largo debate, escuchamos grandes discursos y también espasmos terraplanistas similares a los que padecimos hace 10 años denunciando el matrimonio igualitario o hace más de 30 años rechazando el divorcio vincular que según sus detractores destruiría la familia y nos llevaría hacia la droga, la lujuria, la homosexualidad y otras abominaciones satánicas.
Uno de los efectos colaterales virtuosos de debatir ampliaciones de derechos es el de obligar a los orcos a defender lo indefendible. Eso clarifica el debate ciudadano ya que no alcanza con repetir república y coso o denunciar carteras lujosas e intenciones mefistofélicas: hace falta tomar partido sobre propuestas políticas concretas.
Entre las muchas alucinaciones parlamentarias, escuchamos a Dina Rezinovsky, diputada del Séptimo Día opuesta a la legalización del aborto, afirmar: “Si tanto les molesta Dios, sáquenlo de la Constitución”. En realidad, aún sabiendo que goza del don de la ubicuidad, muchos ignorábamos que nuestro Señor se encontrara entre los artículos de nuestra Constitución. Asombra que un ser tan poderoso- que creó el cielo y la Tierra y logró con éxito separar la luz de las tinieblas- se rebaje a formar parte de un documento terrenal pero acordamos con la propuesta de la diputada de sacarlo de ahí.
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Inspirado por tanta pasión, el diputado del PRO Enrique Sahad interpretó para el recinto el grito de una supuesta víctima del aborto: “¡Mamá, quiero vivir!”. No debería asombrarnos que los embriones de 14 semanas puedan hablar teniendo en cuenta que muchos de ellos son ingenieros. Ese es uno de los grandes misterios de la naturaleza: los embriones son ingenieros pero apenas nacen se convierten en planeros.
El diputado del PRO Pablo Torello, aquel que señalara hace un tiempo que “las feministas son incogibles”, anunció que de ser votada la ley, él la judicializaría. El Poder Legislativo que se autodenuncia ante el Poder Judicial, otro asombro de época.
El diputado radical Diego Mestre sostuvo por su parte que al haber tantos padres adoptivos esperando bebes, obligar a parir a todas las personas embarazadas resolvería esa demanda además de terminar con los abortos clandestinos. Esperemos que Mestre le pague regalías a Margaret Atwood por plagiar El cuento de la criada.
El diputado Jose Luis Patiño, humorista del PRO, denunció el proyecto de legalización del aborto como “una avance brutal del Estado sobre la mujer y la profesión médica”. No hay nada nuevo en esa afirmación: para nuestra derecha, las ampliaciones de derechos suelen ser avances brutales.
En un momento epifánico, Natalia Villa, diputada del PRO que se autopercibe peronista, clamó a favor de “la justicia social” y acusó al oficialismo de “arrodillarse frente al mercado, entregando derechos.” Teniendo en cuenta que desde el gobierno, Cambiemos denunció la “orgía de derechos” herededa del kirchnerismo y supeditó la economía a las exigencias del “el mercado”, podemos concluir que nuestra derecha mejora mucho en la oposición. Manteniéndola ahí ganamos todos.
Al final, la derecha moderna del PRO, pletórica de jóvenes obamistas de latte en mano que volvieron a nuestro país a modernizarlo, votó en un 77% en contra de la Interrupción Voluntaria del Embarazo. El Frente de Todos, espacio político alérgico a la libertad, votó en cambio en un 70% a favor. Asombros de la dictadura asintomática de Alberto Fernández, tirano y títere.
Por suerte, hubo también grandes momentos durante el debate, como cuando la diputada Paula Penacca explicó que “no estamos discutiendo si aborto sí o aborto no, los abortos son una realidad en nuestros país, lo que estamos discutiendo es si van a seguir siendo clandestinos y poniendo en riesgo la vida de las mujeres” o la diputada Marisa Uceda recordó que no se trata de una discusión de absolutos ya que hace 100 años que bajo determinadas circunstancias el aborto está despenalizado en la Argentina, sino de un reconocimiento de derechos. O como cuando Gabriela Cerruti cerró el debate afirmando: “Somos las ancestras de las que vienen. Elegimos ser la chispa que encienda la antorcha de una piba que en algún futuro, en algún lugar del planeta, se plante a luchar por otro derecho. Por ellas, por las pioneras y por las ancestras pedimos que sea ley.”
Nadie obliga a abortar, nadie debería obligar a parir.
Imagen: Una oficial de La Cámpora acciona el dispositivo para controlar el mundo a través de la IVE (cortesía Fundación LED para el desarrollo de la Fundación LED)