La asamblea anual de las Naciones Unidas siempre es una oportunidad para saber cuáles son las prioridades de los diferentes gobiernos. Por lo general, los discursos suelen plantear que hay que trabajar de manera conjunta por la paz o la defensa del medio ambiente, y quienes hablan representando a un país, suelen aprovechar la oportunidad para mostrar la gestión de su gobierno.
En este 75 aniversario, como no podía ser de otra manera, abundaron las referencias a la lucha contra la pandemia del coronavirus.
Claro que si revisan atentamente los discursos de América Latina y el Caribe se podrá apreciar que también hubo algunos planteos de fondo que exceden lo formal y políticamente correcto de cada año.
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Algunos de los discursos del Caribe -una región con numerosos pequeños países que tienen problemas y reivindicaciones propias- llamaron la atención. En particular el de Ralph Gonsalves, primer ministro de San Vicente y las Granadinas, país que hoy forma parte del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
En el mundo existe mucha ansiedad por saber qué empresas y países contarán con las vacunas que permitan enfrentar el COVID-19. La gran pregunta, que formuló Gonsalves en su discurso respecto de la vacuna es si estará disponible de manera universal y barata, o si sólo “la vida de las personas ricas cuenta” (only rich lives matter) en un juego de palabras con el “Black Lives Matter” (la vida de las personas negras importa) que se hizo más conocido luego del asesinato de George Floyd en Estados Unidos. No es casual que Gonsalves y otros dirigentes caribeños se refieran a la opresión de la población negra en los Estados Unidos porque el Caribe anglófono también es producto de la colonización y el tráfico de esclavos y esclavas. En su discurso ante la ONU Gonsalves relacionó el Black Lives Matter con el genocidio de los pueblos nativos kalinago y garífuna y la esclavización de los cuerpos africanos. Por eso, desde el Caribe se lanzó hace tiempo una campaña internacional para exigir una justicia reparatoria de las principales potencias esclavistas, y en primer lugar del Reino Unido.
En febrero de 2016, en una entrevista con NODAL durante la cumbre de la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) en Quito, Gonsalves decía claramente “necesitamos reparaciones por el legado que dejó el genocidio de los nativos y la esclavitud porque hay una herencia de subdesarrollo”.
Llegó la hora que América Latina escuche con más atención las voces del Caribe.