Pensar (y revisar) la gestión pública

31 de mayo, 2020 | 00.05

La pandemia demanda respuestas múltiples. Emergen situaciones críticas la mayor parte de las cuales, son novedosas. La diferencia clave entre los fenómenos conocidos y los imprevistos, es que para los primeros el Estado y la sociedad cuentan con herramientas para enfrentarlos: han sido practicados en otras ocasiones, hay experiencia acumulada, fueron evaluados, se han incorporado rutinas. Para los segundos reina la incertidumbre, de hecho no se sabe a ciencia cierta qué puede suceder si se aplica una metodología u otra. La capacidad de adaptar lo existente a nuevas realidades, define si se cuenta con recursos puestos en valor para enfrentar lo (casi) desconocido. 

Esto es lo que sucede hoy en el mundo entero. Los estados despliegan sus capacidades de gestión con los conocimientos que tienen (y en ocasiones que intuyen) para enfrentar al virus y sus consecuencias. Todo lo construido con anterioridad, recursos sanitarios, capacidades de gestión, previsiones, información, se convierten en valores decisivos para hacer la diferencia. Los expuso con inexplicable crudeza el ministro de Salud de Chile, Jaime Mañalich, quien afirmó que desconocía la situación de pobreza, y principalmente de hacinamiento en el vecino país.

La ausencia de esa información puede explicar decisiones que no son respuesta eficiente a la situación vivida. Vale como ejemplo que el conjunto de recursos con los que debe contar la gestión pública, son una herramienta imprescindible para obtener buenos resultados. Presentada como Declaración de especialistas en el campo de la gestión de políticas públicas bajo el título “El Estado y las políticas públicas ante la pandemia” más de 500 mujeres y hombres del campo académico manifestaron sus opiniones respecto a la situación actual.

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El texto, aunque breve, señala una referencia importante: el modo en que el Estado, en sus tres niveles, ha encarado la crisis sanitaria “mostró una gran capacidad de reacción para enfrentar los complejos y múltiples problemas derivados de la emergencia sanitaria”. Esto es, no existió sólo una respuesta sanitaria a la crisis, sino que con las herramientas con las que se contaba, se buscó desplegar estrategias tanto en lo que hace a la salud como en lo económico, social e institucional. Porque si bien el aislamiento preventivo y obligatoria imponen múltiples restricciones a la vida cotidiana y cuya instalación parte del aliento de los infectólogos, la complementación con políticas como el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) los préstamos a tasa cero, el apoyo a empresas para el pago de salarios entre otras medias, dan cuenta que la política pública también se ocupó de otras dimensiones que la estrictamente sanitaria. Como así también de las sesiones virtuales del Congreso Nacional Y es importante recordar que ello fue posible porque el Estado en Argentina conserva ciertos resortes y capacidades que le permiten cubrir esas áreas.

La aplicación del IFE que alcanza a más de 8 millones de personas es muestra de ello. Incluso cabe preguntarse si existe en nuestro país una institución privada que fuera capaz de desplegar semejante nivel de cobertura. Algunas personas debieron esperar más tiempo que otras para cobrar la ayuda, pero lo cierto es que el conjunto de quienes lo habían solicitado lo están recibiendo. 

Esas capacidades estatales se tornan imprescindibles en estas coyunturas y por tanto es necesaria que sean sostenidas en todo momento, aun cuando se piense que no son necesarias. Me refiero por ejemplo a la presencia física en todo el territorio nacional, en este caso a través del Banco de la Nación o del Correo Argentino; cualquiera de estos dos en manos privados (el segundo recordamos que lo estuvo en poder de la familia Macri) lo primero que llevaría adelante sería el cierre de sucursales por no representar una ganancia inmediata. La pandemia nos debe dejar la lección de cuántos dispositivos e instituciones debemos preservar, aún cuando no nos parezcan imprescindibles en algunos momentos.

Quizás solo se comprenda la importancia de invertir en ciencia y tecnología frente a estas instancias críticas: grupos de científicas y científicos diseñando equipos de test para detectar el COVID-19; Ingenieros generando en el INTI respiradores a un costo mucho mas económico que el del mercado; intervenciones territoriales en barrios amenazados por contagios masivos. Esas capacidades no se obtienen inmediatamente y de hecho es necesario perfeccionarlas y adecuarlas, pro están. Es cierto, también conocimos en estos días una declaración de un grupo menor que el antes nombrado en cuanto a firmantes de académicos, periodistas, actores que sin mayores precisiones ni indicadores, se refieren al presente como un sociedad gobernada por “infectadura”. A falta de datos, optaron por expandir las metáforas y las frases temerarias. Una crítica sin pliegos al gobierno nacional pero carente no ya de una alternativa, sino de detalles que nos ayuden a entender por qué la estrategia seguida por el gobierno es errónea e incluso, afirman, peligrosa.

Esta respuesta política emparentada con el ala radicalizada del PRO, aquella que comanda hoy Patricia Bullrich y el diputado Iglesias, nos presenta el curioso dato de la falta de matices en la oposición; incluso en términos temporales cuando algunos párrafos de la declaración parecen redactados hace 65 años. La declaración sobre la gestión de las políticas públicas, que tuve el placer de acompañar y que lo aquí dicho responde exclusivamente a mi parecer, quiere presentar también las puertas de debates que se abren ante este presente. Porque de lo que se trata es de discutir sobre las condiciones materiales realmente existentes y las estrategias a desarrollar para poder enfrentar el presente y el futuro inmediato. Combinar innovación tecnológica, que permita obtener y ordenar la información, con un incremento de las capacidades estatales de intervención antes los graves problemas sociales que enfrentamos, parece ser un camino.

Hoy el discurso del mercado ha quedado casi mudo, de seguro recobrará fuerzas pronto, pero es claro que no tiene demasiadas respuestas ante situaciones críticas. El Estado no solo debe marcar un discurso sobre su necesidad y rol, sino particularmente demostrarlo, ejercerlo. Quizás sea también el momento de ciertas rediseños institucionales y como es evidente, la necesidad de fortalecer el empleo y a los empleados públicos, sometidos a cuestionamientos permanentes desde distintas usinas. Será cuestión de observar cuáles son esas primeras dimensiones a intervenir de la gestión pública, que quizás imprevistamente, se convirtió en la gran protagonista de estos días.