Evita la grieta: puntos de encuentro entre Cristina Kirchner y Eva Perón

10 de mayo, 2019 | 22.29

La Argentina una vez más muestra divisiones relevantes, personajes emblemáticos que delatan lo sustancial de esos antagonismos, cada uno puede opinar acerca de la posibilidad de superarlas o entenderlas inexorables e irreconciliables, sin que ello por sí mismo defina la calidad democrática de quienes se inclinan en uno u otro sentido. Lo que no parece razonable es ignorarlas, ni pretender zanjar diferencias ocultando las motivaciones y propósitos que las animan.

Un poco de historia

La Argentina reconoce desencuentros desde antes de su constitución como Nación soberana, lo que se advierte en diferentes episodios que marcaron nuestra historia.

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Frente a las invasiones inglesas de 1806 y 1807 no hubo una respuesta uniforme de la población, como tampoco de quienes ostentaban las responsabilidades principales en la defensa de Buenos Aires. Más aún, hasta hoy existen quienes –sin ningún pudor y carentes de todo fervor nacional- se lamentan de que el invasor haya sido vencido en esas expediciones, considerando que si así no hubiera ocurrido estaríamos como Australia o Nueva Zelanda.

En los albores de nuestra Independencia también se registran antagónicas posturas, como se desprende de los sucesos de la Semana de Mayo de 1810 y lo ocurrido en los años siguientes en los que cobra especial relevancia, entre otros, el asesinato de Mariano Moreno, la falta de apoyo a las Campañas libertarias de San Martín y el abandono padecido por patriotas como Manuel Belgrano en la defensa de la Patria en ciernes.

En el mismo Congreso de Tucumán de 1816, hubo serios enfrentamientos que precedieron a la Declaración de la Independencia y que incluso pusieron en riesgo su efectiva concreción. A los festejos del Bicentenario, nuestro Presidente invitó al impresentable –y corrupto- ex rey Juan Carlos, frente a quien con total impudicia afirmó que José de San Martín, nuestro Padre de la Patria, –como otros tantos patriotas comprometidos con el país- debieron haber sentido angustia por la decisión de consagrarnos como Nación y cortar los lazos de coloniaje con España.

En las guerras civiles de los siguientes 40 años con el enfrentamiento entre Unitarios y Federales, con la infame Alianza de la que formamos parte -para el sólo beneficio de Gran Bretaña- y que deparó un injustificado genocidio de nuestros hermanos del Paraguay, o con las persecuciones y exterminios que precedieran a la consolidación del Régimen conservador que dio origen a la llamada “Generación del 80”.

Entre fines del siglo XIX y principios del XX hubo otros tantos cruentos desencuentros, que no cesaron después de vencer al “régimen”, obtener el voto -masculino- universal, secreto y obligatorio; sino que se reiteraron y llevaron al primer golpe cívico militar, que derrocara a Hipólito Yrigoyen, dando paso a la funesta primera década infame y a la consagración de un estatuto legal del coloniaje tal como bien lo definiera Arturo Jauretche.

Con el advenimiento del Peronismo se demostraron vigentes las profundas divisiones entre los argentinos, manifestadas el 17 de octubre de 1945, en la campaña electoral de 1946 bajo la consigna Braden (embajador de EEUU y mentor de la Unión Democrática) o Perón, en los bombardeos a la población civil en Plaza de Mayo y en la asonada militar (con apoyo civil y de la Iglesia) que derrocara al gobierno constitucional en 1955. Con sus secuelas de fusilamientos ilegítimamente legalizados (del Gral. Valle, el Gral. Tanco y otros militares que se alzaron contra la Dictadura) y fusilamientos clandestinos (de obreros en los basurales de José León Suárez y otros tantos lugares) en 1956.

Las dos décadas siguientes mostraron la continuidad de esos enfrentamientos, expresadas en proscripciones políticas inadmisibles, resistencias populares y sucesivas interrupciones de la vida institucional, que tuvo por colofón el golpe de Estado cívico, militar y eclesiástico de 1976 cuyos crímenes siguen aún –mayoritariamente- impunes.

La Democracia recuperada en 1983, como su mantenimiento –sin precedentes en el país- por más de 35 años, exhibe también fuertes y estrechos vínculos con la historicidad reseñada aquí en una muy apretada síntesis.

Un presente que se resiente

Lo cierto es que la declamada “grieta” ha existido siempre, aunque no fuera referida con ese término o fuera disimulada mediante republicanismos inconsistentes.

Se trata, ni más ni menos, de dos Proyectos de país. Uno, atado a los designios externos y a los personeros cipayos del Capital concentrado; y otro, nacional, democrático y popular que mira –y piensa- a la Argentina desde adentro, bregando por un Nación más inclusiva, con mayor equidad y realmente soberana.

El deseo de alcanzar la unión de toda la ciudadanía no podría, obviamente, incluir a los que reniegan de su condición de argentinos.

Límite infranqueable que es preciso distinguir para no caer en engañosas formulaciones que plantean desde el Gobierno, sin convicción alguna y con ostensible hipocresía, con el propósito de fortalecer los lazos de dependencia (un ejemplo reciente han sido los 10 Puntos propuestos por Macri). Falsas iniciativas acompañadas mediáticamente con la intención de instalar –en el imaginario social- la idea de que todo aquel que se oponga a servir a los intereses extranjeros, a refrendar la entrega que ha motorizado la Alianza Cambiemos, es enemigo de la República y de la Democracia.

La grieta existe, no se puede evitar ni tampoco soslayar, lo que sí es imprescindible es decodificar su significado, teniendo la suficiente amplitud para identificar a quienes están de uno u otro lado circunstancialmente o como representantes permanentes de cada sector.

Al campo antinacional pertenece una minoría, pero poderosa y con capacidad para incidir en el sentido común como también para hacer de la persistente mentira una verdad aparente.

La otra vereda no es –ni podría ser- homogénea, como tampoco debe considerarse ajenos a aquellos que por diferentes razones puedan, coyunturalmente, situarse en posiciones antagónicas, pero sin renegar de los intereses nacionales.

La pluralidad y la diversidad no están reñidas con un posicionamiento refractario a las políticas antinacionales, ni el provenir o reconocer identidades partidarias o concepciones ideológicas distintas.

Del mismo modo que no, necesariamente, exhibe homogeneidad el campo nacional, se verifican muchos ejemplos de personajes que se presentan como parte de ese espectro pero son –deliberada y conscientemente- funcionales a la antipatria.

No hay Futuro sin Memoria

En esta semana dos acontecimientos fueron particularmente significativos, los cien años del nacimiento de Eva Perón y la presentación del libro de Cristina Fernández de Kirchner.

Ambas demonizadas por su lealtad al Pueblo, en especial con los más desposeídos y vulnerables. Cada una, en su tiempo, exhibidas como responsables del desencuentro de los argentinos, como empeñadas en ahondar la “grieta”.

En realidad, el odio que despiertan –y que es el que anima a sus detractores- resulta de su coherencia, de su condición de mujer, de su talento, fortaleza y valentía para imponerse en un ámbito, el de la Política, que se concebía patrimonio exclusivo de los hombres y dar batalla contra los Poderes hegemónicos.

Un odio, que no es más que la cruda expresión de un lado de la grieta, pero que al ponerlo en evidencia, desnudarlo como tal y combatirlo sin cortapisas, las convierte en figuras execrables para quienes se presentan como liberales demócratas, sin ser una ni otra cosa.

Los ensañamientos recurrentes e impiadosos del que ambas son víctimas, es una manifestación del miedo que su sólo nombre provoca.

Fueron y siguen siendo figuras confrontativas y, en modo alguno, complacientes con los Poderosos, con los enemigos del Pueblo. Comprometidas hasta las últimas consecuencias y, en tanto tales –en palabras de Bertolt Brecht- imprescindibles, de allí su vigencia como máximos referentes políticos.

La “Razón de mi Vida”, libro a través del cual Evita envió un mensaje al Pueblo argentino, manifestando sus convicciones, experiencias, temores y fortalezas, editado en 1951, tuvo una tirada inicial de 300.000 ejemplares. Allí dice:

“Cuando algunos elogian mi ‘intuición’ se refieren siempre al rápido conocimiento que tengo de las personas con que trato. A veces he confiado en quienes muchos desconfían y otras he desconfiado de quienes todos creían. Casi siempre el tiempo me dio la razón”

“Sinceramente”, el libro que Cristina presentó unos días atrás en la Feria del Libro, también contiene un mensaje con similares propósitos y destinatarios que ya lleva vendidos 300.000 ejemplares. Allí dice:

Lo cierto es que más allá de los unos y los otros… soy Cristina. Una mujer… con todo lo que implica ser mujer en la Argentina. Con una vida en la que se cruzaron éxitos, y frustraciones, aciertos y errores, pero que fue honestamente vivida sin declinar convicciones”

No es cuestión de enamorarse de ellas, si bien existen muchas y buenas razones para que nos seduzcan políticamente, sino de advertir cuánto representan en la lucha por una Patria justa, libre, soberana, democrática e inclusiva.