Por Fernando Cibeira
Especial para El Destape
En el Frente Renovador recibieron en las últimas horas una encuesta domiciliaria que si bien no les resultó como para tirar manteca al techo tampoco daba mal, lo que ya es bastante. Sergio Massa se mantiene estable peleando arriba, conservando una buena intención de voto. Pero, también es cierto, Mauricio Macri sigue su lenta pero insistente subida. Principalmente a costa del estrépito del Frente Amplio Unen, fuerza que cada vez juega más cerca de los puestos de promoción. Otro que asciende, cuándo no, es Daniel Scioli, inoxidable en lo suyo. Lo que más sorprendió a los massistas es que también el Gobierno nacional apareciera con su imagen en subida, a esta altura, entrando en el último año de sus doce y pico de gestión.
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Así las cosas, la convocatoria de Macri a una elección porteña en julio toma a cada una de estas fuerzas de manera diferente. El PRO deberá resolver su dilema interno sobre el sucesor. Si bien pinta que el asunto va a dejar algún herido (herida, más precisamente), todo indica que el macrismo reafirmará su liderazgo en el distrito con cualquier candidato amarillo. El eventual triunfo representará un espaldarazo para las ambiciones presidenciales del jefe de gobierno a sólo un mes de las PASO nacionales.
A diferencia de lo que sucede a nivel país, el FA-Unen porteño resolvió sus problemas bien y rápido. El alineamiento detrás de la candidatura de Martín Lousteau potencia a un postulante competitivo, que tiene buenas chances de entrar al ballotage. Más allá de las disidencias de Pino Solanas y compañía, es para la alianza un respiro en medio de tantas complicaciones.
Lo de Massa se ve más oscuro. Si bien no tiene un bloque de legisladores porteños que mantener, ¿podría un candidato presidencial con aspiraciones hacerse el desentendido de una elección tan importante como la de la Ciudad de Buenos Aires? En el entorno de Massa creen que no. Fiel a un estilo, el candidato les asegura que tiene "in pectore" quien será su representante porteño y que dará una sorpresa. Otra vez vuelve a circular el nombre del periodista económico Tomás Bulat, una apuesta extraña. Aunque tal vez no tanto si se analiza el entusiasmo con que días atrás desde el massismo difundieron la incorporación al partido del cronista de espectáculos Augusto Tartúfoli, alias Tartu, de quien se desconocía su interés por algo que no fuera los participantes de Gran Hermano. Como sea, el massismo corre serio riesgo de hacer sapo.
Ni aún en su mejor momento el kirchnerismo la pasó bien en la ciudad. "Capitalinos", llamaba irónicamente Néstor Kirchner a sus habitantes, entendía que era rebajarlos respecto a un "porteños". La cuestión es que esta vez, a la tradicional resistencia de las capas medias y altas, el Frente para la Victoria sumará la falta de un candidato con chances. Quien mejor mide sigue siendo Daniel Filmus, pero el actual secretario dedicado a las Islas Malvinas ya avisó que esta vez no cuenten con él. En el kirchnerismo porteño se vio como una señal inconfundible de la Casa Rosada la encuesta que esta semana hizo circular la consultora CEOP que mostró al diputado camporista Juan Cabandié como el postulante que se impondría frente al resto de los aspirantes lanzados en el espacio: Gabriela Cerruti, Aníbal Ibarra, María José Lubertino y Gustavo Marangoni.
La idea sería presentar la postulación de Cabandié –quien en los últimos meses ya amagó un par de veces con lanzarse oficialmente- como quien saca la cara por proyecto, sabiendo que peleará con desventaja y tal vez salga tercero. Pero si conserva el veinte y monedas que suele sacar Filmus, y creen que sí lo hará, podrá decir que cumplió el objetivo: el Frente para la Victoria mantendrá una cosecha aceptable de legisladores y el camporismo habrá lanzado al ruedo un candidato propio en un distrito estratégico. ¿Qué harán la Presidenta y Scioli durante la campaña? Cuestiones que tendrán que resolverse sobre la marcha.